Las representaciones papales son a un tiempo un tratado sobre la autoridad y una imagen destinada a influir; analizamos algunas de las pinturas más icónicas
Fuente: La Vanguardia
Por Isabel Gómez Melenchón
04/05/2025
Al Papa Julio II (1443-1513) se le conoce como el “Papa guerrero”, feroz, implacable, belicoso como el general romano de quien tomó parcialmente el nombre para su Pontificado: Julio César. Un “papa rey”, plenamente dedicado a la política de este mundo y no tanto a la del otro, que aspiraba a devolver a Roma su antigua gloria, en los campos de batalla y en el mecenazgo del arte: encargó a Miguel Ángel las pinturas de la Bóveda de la Capilla Sixtina y a Rafael los frescos de los aposentos papales.
También le encargó su retrato, destinado a revolucionar no sólo la representación de los Pontífices, sino todo el retrato occidental. Porque el Papa que aparece bajo estas líneas no aparenta ser un líder todopoderoso, sino un anciano derrotado y enfermo, sumido en una profunda melancolía. Una mirada hacia el interior que recogería posteriormente Velázquez en su tan influyente retrato de Inocencio X.
Los retratos papales han constituido un género propio a lo largo de la historia, ligados a la concepción del arte del momento, pero también a la del Papado como poder fáctico en la Tierra más allá de lo celestial. Ninguna familia real, ni dinastía, puede desplegar una secuencia tan continua e impresionante de obras maestras como los retratos de los Papas, como afirma el historiador del arte Francesco Petrucci en el catálogo de la muestra Papi in posa: 500 years of papal portraiture , celebrada en Roma y Washington entre 2004-2006 y una de las escasas dedicadas a esta materia, pese a su trascendencia.
UN HOMBRE ENFERMO. Poco parece tener que ver este anciano con un Pontífice del que se dijo en su época que era “un Papa con casco”, de carácter “violento, caprichoso y propenso a la ira”. Rafael reescribe la personalidad de Julio II con este cuadro, y de paso destroza las convenciones de la perfección física del Renacimiento. Las ojeras delatan a un hombre enfermo, las cejas pobladas proporcionan profundidad a la mirada, triste, atormentada: sus guerras contra los franceses iban mal, al punto de que se dejó crecer la barba en señal de luto por la pérdida de Bolonia, y no se volvió a rasurar hasta que los franceses dejaron la ciudad. La iluminación centrada en la figura añade dramatismo.
Según el estudio Representations of the Pope in Western Art, de Irina y Adrian Stoleriu, los retratos papales se inscriben dentro de la tipología de soberanos gobernantes, rodeados de los objetos que simbolizan su autoridad y que, a diferencia de reyes y mandatarios, deben aludir a su figura dicotómica, política y espiritual. Así, los anillos, sellos y documentos oficiales refuerzan su dimensión política, mientras que los libros religiosos o cruces hacen lo propio con la religiosa.
'¡TROPPO VERO!' Inocencio X quedó sorprendido al ver un retrato tan poco diplomático, pero no pudo por menos que admirar su calidad y regaló a Velázquez una medalla y una cadena de oro. Toda su personalidad queda a la vista del espectador, la mirada oblicua, los labios apretados indicando una violencia contendida, la mano firme sujetando un documento. Todo ello se traduce en una tensión, una furia a punto de estallar que se acentúa por los colores, rojo sobre rojo.
Los artistas reproducen minuciosamente la vestimenta, la capa roja y el cuerpo blanco, los dos colores que predominan, también prestan especial atención a los símbolos del soberano pontífice, la tiara papal, la mitra, la cruz pectoral y el anillo.
DIPLOMACIA. El pintor francés inmortalizó la (auto)coronación de Napoleón I en un monumental lienzo en el que aparece en segundo plano el papa Pío VII, cuyo papel fue más que discreto. En agradecimiento, Napoleón pidió a David, partidario en su momento de la revolución y conocido por su anticlericalismo, que pintara su retrato. El cuadro muestra a un hombre austero y humilde que transmite dignidad en un momento de grandes cambios en la relación Iglesia-Estado.
El hecho de que se trate de personas de avanzada edad en el momento de acceder al Papado y ser retratados también constituye un rasgo distintivo en este género de suma importancia: se destaca su sabiduría, su experiencia, se presenta una visión embellecida de la ancianidad. Como señaló el crítico de arte Jonathan Jones, estos retratos constituyen, ante todo, un estudio sobre la vejez.
MORALIDAD. Retrato polémico por la relación de parentesco que se indica en el título, tanto que en algunas publicaciones figura como “Paulo III y sus sobrinos”. Paulo III formaba parte de los influyentes Farnesio y practicó el nepotismo a conciencia: entre otras acciones, nombró cardenal a su nieto Alejandro cuando este contaba 14 años. Dotado de una fina inteligencia política, durante su papado tuvo que hacer frente a la Reforma luterana. Tiziano lo retrata en sus últimos años, en un ambiente tenso al que contribuye su gesto desconfiado.
No solo se retrataron los Papas del momento, sino también muchos de los anteriores, creando así una línea de continuidad muy útil para legitimar la autoridad papal, basada en la denominada “sucesión apostólica” y de una forma visual fácilmente comprensible y reconocible para los fieles/súbditos.
Más de siglo y medio después del seminal retrato de Rafael, Velázquez dio otra vuelta de tuerca al género, su retrato de Inocencio X constituye un profundo estudio psicológico, honesto y verdadero y por ello cruel: el hombre que dirige la Iglesia nos es mostrado con su carácter real, volcánico, violento.
REINTERPRETACIÓN. El pintor británico-irlandés realizó cinco versiones de este estudio y unas cuarenta reinterpretaciones del retrato velazqueño en las series ‘Screaming Pope’, tan fascinado estaba por una obra a la que sin embargo da un giro total: para algunos historiadores del arte la postura y el entorno provocan la sensación del Papa sometido a un juicio, con su grito resonando en la sala, la angustia existencial de la posguerra.
Los tiempos del barroco se hacen visibles en todo su dramatismo, si bien su estructura, que Rafael convirtió en canónica y siguió Tiziano, se mantiene: retratos de tres cuartos, sedentes, con el Pontífice mirando directamente o de reojo al espectador, o concentrado en sus asuntos, la misma gama cromática. Inocencio X, no tan inocente como su nombre, dirige la vista a la audiencia con expresión desafiante y admonitoria: cuidado. Velázquez debió temblar cuando, al serle presentado el cuadro Inocencio X exclamó “¡Troppo vero!”, demasiado real.
A partir de ahí y con la creciente secularización de la sociedad, la separación de los poderes terrenales y espirituales y la deriva del arte hacia nuevos motivos, el retrato papal pasa a segundo plano. Fue de nuevo el retrato velazqueño el que súbitamente renovó el panorama, a partir de la reinterpretación de Francis Bacon en el siglo XX, quien convierte a Inocencio X en una visión espectral, parece atado al sillón y encerrado en una especie de cárcel, un ser que grita, su rostro deformado por el dolor o el horror. Algunos críticos han considerado que Bacon lleva al límite los rasgos de carácter que en la pintura de Velázquez estaban solo apuntados.
POLÉMICA. La instalación está formada por una escultura hiperrealista del papa Juan Pablo II derribado por un meteorito y su presentación en el 2000 en la Royal Academy de Londres fue seguida por una intensa polémica y el enfrentamiento entre quienes la tildaron de sacrílega y una burla a Iglesia y quienes veían una reinterpretación de una mortalidad de la que nadie escapa. En todo caso, renovó el interés del arte por la figura papal.
El Papa en el arte contemporáneo ya no es una figura a reverenciar, y su representación no se limita al retrato o a la pintura. Se le cuestiona, se le toma como sujeto a través del cual se exploran conceptos religiosos y políticos. La representación papal ha funcionado a lo largo de los siglos como espejo de las diferentes sociedades y sus transformaciones culturales y políticas, y la contemporaneidad occidental no admite sacralizaciones.
Paralelamente, la fotografía, la televisión, el vídeo, los medios audiovisuales han sustituido a la pintura como forma de hacer llegar la figura papal y la Iglesia a los fieles. Desde 1850 han sido fotografiados doce Papas, el sucesor de Francisco tiene delante la IA.
(Con informaciones de la National Gallery, Galería Borghese, Smithsonian Institute y la Lasker Fondation )
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