El BBVA ha sido imputado en la
Audiencia Nacional por presuntos delitos de cohecho, descubrimiento y revelación
de secretos y corrupción en los negocios. Con estas actuaciones algunos dirigentes
del BBVA pretendían obtener datos y hacer un seguimiento de personas contratando
los servicios ilegales del excomisario Villarejo actualmente en prisión y
pendiente de juicio.
En la presentación de los resultados
del primer semestre, el Consejero Delegado del BBVA ha reconocido, como no
podía ser menos, que esta imputación ha “afectado a la reputación del grupo”
pero, a continuación, para que nadie se preocupe, ha comentado que el negocio
del banco “no ha sufrido ningún impacto directo” Es decir: nadie ha ido
corriendo a la ventanilla del BBVA para sacar su dinero y evitar así, ser
cómplice de este supuesto sucio negocio. Algunos se extrañarán de que a casi nadie
le importe si el banco actúa o no de acuerdo con las normas de conducta y la
ética que se supone deben regir el buen gobierno de una entidad tan importante,
en el que tantas personas tienen depositados su dinero y su confianza. Pero yo
no creo que haya que buscar muchas explicaciones a este comportamiento de los
accionistas y clientes del BBVA que se muestran indiferentes ante los medios
que utiliza su banco para rentabilizar su negocio, porque la mayoría de los que
depositan sus ahorros en un banco y no en otro, no lo hacen en función del
destino social de sus inversiones sino en razón de los intereses y dividendos
que esperan conseguir. Esa es la razón de ser de las entidades bancarias y por
eso nadie les pedirá cuentas ni les retirará sus depósitos si el banco ha sido
responsable de desahuciar de sus viviendas a familias sin recursos, como tampoco
dejamos de comprar productos baratos porque han sido elaborados en países donde
a los trabajadores se les niegan sus derechos laborales y se les remunera con
sueldos de miseria. Por desgracia, lo que nos importa a la mayoría de los
ciudadanos es el beneficio que nos reporta el dinero que ingresamos o el dinero
que gastamos. El buen gobierno de un banco se mide por su rentabilidad.