Integración pendiente
(En «El Diario Vasco», 29/12/2019)
La existencia de una profunda
división en el seno de la Iglesia guipuzcoana corre el riesgo de perpetuarse
sin un horizonte de solución posible
La diócesis guipuzcoana vive una
situación conflictiva que se manifiesta mediante la expresión de desacuerdos
que se trasladan de forma recurrente a la opinión pública sin que parezca que
exista margen para encauzar las desavenencias existentes dentro del ámbito
interno de la Iglesia del territorio a través de los distintos consejos
representativos diocesanos como el Consejo Presbiteral y el Consejo Pastoral
Diocesano.
Este panorama de conflicto en la diócesis guipuzcoana no es nuevo y hunde sus raíces en el nombramiento de José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián hace ahora diez años. Su designación por parte de la Santa Sede, sustituyendo a Juan María Uriarte tras cumplir este su edad de jubilación, despertó desde el primer momento una amplia contestación en el seno de la Iglesia guipuzcoana, que el tiempo transcurrido desde entonces no ha sido capaz de atemperar.
Este panorama de conflicto en la diócesis guipuzcoana no es nuevo y hunde sus raíces en el nombramiento de José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián hace ahora diez años. Su designación por parte de la Santa Sede, sustituyendo a Juan María Uriarte tras cumplir este su edad de jubilación, despertó desde el primer momento una amplia contestación en el seno de la Iglesia guipuzcoana, que el tiempo transcurrido desde entonces no ha sido capaz de atemperar.
La Iglesia diocesana guipuzcoana acoge en su seno una amplia
pluralidad, pero son muchas las dificultades que han subsistido durante la última
década para que esta diversidad haya podido converger en una comunión eclesial
integradora. Más allá de los recurrentes motivos que emergen cada cierto tiempo
como expresión de la existencia de una profunda división en el seno de la
Iglesia guipuzcoana, importa comprobar que esta situación, lejos de
proporcionar motivos para suponer que podría ser superable, parece afianzar la
impresión de que corre el riesgo de perpetuarse sin un horizonte de solución
posible.
La celebración de una eucaristía hace dos semanas en Arantzazu, con
presencia de centenares de personas y organizada por el sector crítico nucleado
alrededor de Gipuzkoako Kristauak, constituye una expresión palpable del
malestar que anida en una parte significativa de la Iglesia guipuzcoana. El
obispo José Ignacio Munilla no ha sido capaz hasta el momento de integrar con
su labor pastoral a un amplio sector descontento y tiene una responsabilidad
esencial, acorde con la relevancia del cargo que desempeña.
La comunión plena
en el seno de la Iglesia guipuzcoana sigue siendo a día de hoy una tarea
pendiente que reclama un esfuerzo integrador para superar una división que, por
encima de todo, perjudica al conjunto de la propia Iglesia guipuzcoana.