La gran tentación de nuestra época radica en confundir los dos Universos, esperando en las
obras del tiempo, el cumplimiento de las promesas de la Eternidad (Gustav Thibon)
En una entrevista reproducida bajo un llamativo y deliberadamente provocador titular (“Los niños abortados reciben el Bautismo de sangre”), un representante de
Infovaticana ha planteado a D.Mario Iceta, la siguiente pregunta: “¿Dónde van los niños cuando son abortados?”.
La respuesta del Obispo de Bilbao ha sido transcrita en los siguientes términos:
Estos niños, injustamente sacrificados, reciben un Bautismo de sangre y, acogidos por el Señor, gozan para siempre de su visión y compañía en el cielo junto con María, los ángeles y
todos los santos. Desde allí interceden por nosotros y de modo particular por sus familiares, a
quienes no se les ha permitido conocer en esta tierra.
Si se confrontan estas palabras con la enseñanza de la Iglesia, las afirmaciones de Mons. Iceta plantean, al menos, dos gravísimas dificultades. Una conceptualización defectuosa del
Bautismo de sangre y la relativización de la necesidad del Bautismo para la salvación y, como consecuencia directa, de la absoluta gratuidad del orden sobrenatural.