“Carecer de fe hace mucho más
difícil la capacidad renunciar al egoísmo, de sacrificarse por los demás” (P.
Flores d’Arcais)
Jesus Martínez Gordo
La profesión atea de P. Flores d’Arcais se funda,
críticamente, en el rechazo de los grandes relatos salvíficos. Y,
propositivamente, en la defensa del pacto y del consenso en libertad, en el
instalamiento en la finitud como fuente de plenitud y felicidad y en la absolutización
de la verdad empírico-racional como único criterio de conocimiento[1].
Hay, sin embargo, un punto relativamente original en
su consideración atea de la vida: el referido a la mayor persistencia de los
creyentes (a diferencia de los ateos) en el compromiso cotidiano.
Según P. Flores d’Arcais, los creyentes son, a pesar
de todo, necesarios por su entrega y solidaridad: en lo que toca al “apoyo a
los marginados, a los