Diario Vaticano: En 2022, el entonces obispo Robert Prevost compartió su visión de la doctrina social católica, abordando temas como la violencia contra la mujer, el abuso de menores y la necesidad de atención a los católicos divorciados y vueltos a casar, así como a las personas LGBT.
Fuente: La Croix International
Por Mikael Corre
(En Roma)
19/05/2025
El cardenal Robert Prevost no ha escrito mucho. Nada de entrevistas exhaustivas en revistas jesuíticas. Nada de catequesis autobiográficas. Nada de manifiestos. Pero en el discreto prefacio que escribió para un libro de texto sobre doctrina social —publicado en Lima, Perú, mientras aún era obispo emérito de Chiclayo—, el hombre que se convertiría en el Papa León XIV reveló más de lo que cabría esperar.
Era el año 2022. Un amigo canadiense, el padre John Joseph Lydon McHugh —sacerdote y erudito—, le pidió a Prevost que presentara la nueva edición de su libro, La Doctrina Social de la Iglesia: Su Historia y Enseñanza (Fondo Editorial de la PUCP). Prevost aceptó. Se disponía a partir de Perú. En retrospectiva, tras su elección al papado, su reflexiva contribución resulta sorprendentemente reveladora.
Una forma de aprender
Expone lo que considera esencial en tan solo unas páginas. La primera línea marca el tono: «El libro que tenemos en nuestras manos presenta la doctrina social de la Iglesia Católica de forma ordenada y sistemática».
«Ordenado», porque sigue el arco histórico desde la Rerum Novarum hasta los escritos del papa Francisco, «sin omitir nada y mostrando la conexión doctrinal que vincula cada nuevo documento con los anteriores», escribe el entonces obispo Robert Prevost. «Sistemático», porque cada capítulo revela «un marco ético de criterios y principios» que han sustentado 130 años de reflexión.
Pero el futuro León XIV no se limita al método. Plantea una pregunta clave: "¿Qué podemos aprender de la doctrina social de la Iglesia católica ?". Enfatiza la palabra "aprender". Para él, no se trata de un conjunto de puntos de discusión para memorizar, ni de un corpus fijo. Es, más bien, una forma de abordar el mundo. Una postura ante los problemas sociales que ofrece "verdaderos criterios de evaluación y principios éticos".
La doctrina, escribe, no se trata de "soluciones rápidas" ni de "imponer la verdad". En cambio, nos enseña a resistir la ideología. "Toda ideología, por perfecta que parezca, termina volviéndose contra la persona humana", escribe. Denuncia el marxismo. Luego el liberalismo. Y luego los deja a ambos de lado. Cuando la Iglesia habla, argumenta, no es para gobernar, sino para recordar al mundo que los problemas sociales son, en esencia, morales.
Violencia contra las mujeres, abusos, ecología...
Defiende la palabra «doctrina». Y la relativiza. Reconoce que se ha vuelto «políticamente incorrecta». Pero la mantiene: «Una doctrina no es una opinión. Es un intento de alcanzar la verdad». Aquí, Prevost se inspira en Hegel, quien estructuró su propio pensamiento en una «doctrina del ser», una «doctrina de la esencia» y una «doctrina del concepto». Una doctrina, explica Prevost, es un conocimiento organizado —serio, riguroso— que se distingue de la mera opinión o ideología. Su propósito no es coaccionar, sino guiar, respetando la libertad de conciencia.
Al defender la doctrina, defiende el derecho de la Iglesia a expresarse sobre cuestiones sociales, económicas y políticas. Los sacerdotes, dijo, no están llamados a "quedarse en sus sacristías", sino a "administrar los sacramentos y reunir a los fieles para la oración". El mundo actual exige más. Menciona preocupaciones específicas: "La realidad de la violencia contra las mujeres, la triste y humillante crisis del abuso de menores, los abusos de poder y de conciencia, la atención a las personas divorciadas y vueltas a casar, a los miembros de la comunidad LGBT; la ecología y el cuidado de nuestra casa común, la protección de los pueblos amazónicos, por nombrar solo algunos de los problemas sociales que requieren análisis y respuesta".
El tono de este prefacio —escrito mucho antes del cónclave de 2025— evoca los primeros gestos de León XIV como papa: su elección de nombre, un claro guiño a León XIII, autor de la Rerum Novarum; su insistencia en la continuidad con el papa Francisco, cuya exhortación apostólica Evangelii Gaudium, según él, había «recordado y actualizado magistralmente» el contenido del Vaticano II; y su compromiso de abrazar la doctrina social católica, sin retractarse de ella ni exagerarla hasta el punto de resultar irreconocible.
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