domingo, 18 de mayo de 2025

Papado romano

 Buena aportación, muy oportuna y bien expuesta al iniciar un nuevo papado romano que quiere dialogar con las Iglesias orientales. Te lo agradecemos especialmente, Celso. AD.


 

Fuente:   ATRIO

Por   Celso Alcaina

17/05/2025

 

Límites territoriales y doctrinales

Gran parte del mundo considera y se comporta como si el papa de Roma fuera y hubiera sido siempre el cabeza de la Cristiandad.  Y, sin embargo, la historia nos obliga a matizar esa convicción.

Partamos de la evidencia de que no todos los cristianos son católicos.

Los sucesivos “Anuarios Pontificios” atribuyen al papa algunos títulos inadecuados o abusivos. Tales son los títulos de “Vicario de Jesucristo” o el de “Sumo Pontífice de la Iglesia Universal”.

El papa Francisco, consciente de esa anómala exageración, se presentó simplemente como “obispo de Roma”. Al referirse a Benedicto XVI lo llamó  “emérito obispo de Roma”.

Obispo, Papa. Patriarca. Títulos milenarios, pacíficamente aceptados.

La denominación de “obispo” (del griego episkopos, el que mira desde arriba) tiene su origen en la edad apostólica. No eran necesariamente clérigos. Mucho menos, obispos en el sentido actual. Eran los líderes de cada comunidad cristiana, a veces ancianos (presbyteroi) o miembros destacados por su virtud y cualidades. Sólo a partir del Concilio de Éfeso, siglo IV, las comunidades se organizaron en diócesis con un episkopos al frente.

Al menos desde el siglo IV, hay constancia de un obispo en Roma. Pero al presidente de la comunidad cristiana romana no se le atribuyó en exclusiva el título de “papa” hasta el siglo X.

El apelativo “papa” (del griego pappas, padre) era usado en los primeros siglos para sacerdotes u obispos. En los siglos IV y V, se encuentran referencias al “papa de la ciudad de Roma” (papa urbis Romae). Otros obispos eran igualmente llamados “papas”. En el siglo IX el título de “papa” comenzó a reservarse para el obispo de Roma. Gregorio XI (1073 – 1085) prescribió que esa denominación fueran exclusiva del obispo de Roma.

Otro de los más antiguos títulos del obispo de Roma fue el de “patriarca de Occidente”. El significado filológico de “patriarca” (del griego patriarjes, padre principal) es similar al de “papa” y rememora el papel del patriarca bíblico, cabeza de toda una tribu con su territorio y su vida social. Sirvió para identificar y encumbrar a algún “papa” u obispo al que se le atribuyó jurisdicción sobre otros papas y obispos. Ya desde Nicea (a. 325) y, sobre todo, desde el Concilio de Constantinopla (a. 381), ese título fue reservado a cuatro obispos. Eran aquellos que regían comunidades importantes presuntamente de origen apostólico. A saber:

—Patriarca de Occidente, obispo de Roma, con origen en Pedro y Pablo;

—Patriarca de Alejandría, comunidad fundada por Marcos;

—Patriarca de Antioquía, con origen en Pedro y Pablo;

—Patriarca de Constantinopla, con origen en Andrés.

El Concilio de Constantinopla establece el rango de los cuatro patriarcados. Roma, capital del Imperio, tendría primacía de honor sobre los otros. Le sucedería el de Constantinopla, la Nueva Roma. Supeditados a Constantinopla quedarían los otros dos.

Años después, el Concilio de Calcedonia (a. 451) crea el Patriarcado de Jerusalén. Esa comunidad había sido fundada por Santiago el Menor.

Los cinco patriarcados enumerados constituyen la llamada “Pentarquía”. Son el eje institucional jerárquico y geográfico de la Cristiandad durante el primer milenio. Al Patriarcado de Roma correspondería tan sólo el Occidente europeo, desde el Adriático hasta Finisterre.

Con el paso de los siglos, el Patriarcado de Constantinopla fue acrecentando su influencia. Su titular se denominará “patriarca ecuménico”. A causa de la dominación musulmana los otros patriarcados orientales se diluyen. El cisma de Oriente (a. 1054) deja aislado el patriarcado de Roma, pero no fuera de la organización eclesiástica primitiva. Unido al de Constantinopla se creó el Patriarcado de Kiev-Moscú. Se sumaron luego varios patriarcados, los llamados de iglesias autóctonas y otros patriarcados en Oriente.

Por su parte, la Iglesia romana erigió también nuevos patriarcados en Occidente y, lo que es más sorprendente, también en Oriente. Algunos, con especial efectiva jurisdicción, otros son simplemente honoríficos. Los descubrimientos de nuevas tierras allende el Atlántico y la implantación del Cristianismo romano en el Nuevo Mundo han supuesto un descomunal aumento del poder y del ámbito jurisdiccional del patriarca de Occidente.

Coincidió, además, con el esplendor político-económico del Estado Pontificio romano.

En 2006, Roma decide prescindir del título de “patriarca de Occidente”. Conserva otros títulos con contenido de hegemonía mundial, incluyendo, por tanto, también los países de Oriente. El Anuario Pontificio de 2007 ya no menciona dicho título.

Poco después, en julio de 2007, el Patriarcado de Constantinopla emitió una nota de protesta.

“Se comunica que el Sacrosanto Sínodo del Patriarcado Ecuménico debatió la importancia y las consecuencias para las relaciones de la Iglesia Ortodoxa con la Iglesia Católica Romana, de la reciente decisión de Su Santidad el Papa de Roma Benedicto XVI de eliminar de sus títulos que se mencionan en el Anuario Pontificio del año 2006, de aquel de “Patriarca del Occidente”, y mantener los títulos de “Vicario de Cristo”, “Pontífice Máximo de la Iglesia Mundial” etc”


El comunicado de Constantinopla analiza, en varios apartados, la inoportunidad y las funestas consecuencias del proceder del papa de Roma. Incide, sobre todo, en la previsible incrementada dificultad de un deseado acercamiento de las iglesias cristianas. Le recuerda a Benedicto XVI cuanto, en calidad de profesor Ratzinger, en 1982, escribió:

“Roma no puede exigir al Oriente, en lo concerniente a la primacía, más de lo que fue formulado y aplicado en el transcurso del primer milenio”.

Ratzinger hizo oídos sordos. Es más, con el “Dominus Jesus” que había hecho promulgar a Juan Pablo II, apuntaló la autócrata universal jurisdicción romana. Con ese documento, Roma se proclama la única depositaria de la completa verdad y de la salvación: “ésta es la única Iglesia de Cristo”.  A otras confesiones cristianas y a otras religiones les concede algunas migajas de verdad y de salvación. Una posición más cercana al Syllabus de Pío IX y Pío X que al Vaticano II y a los papas Juan XXIII, Pablo VI o Francisco quienes clamaron, como lo hace ahora León XIV, que dentro de la Iglesia cabemos todos, todos, todos.


Celso Alcaina.
Dr. Teología y Filología
Oficial en el Vaticano con Pablo VI

 

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