La Celebración de la Palabra, acto que sustituye a la misa en algunos pueblos sin párroco, está permitiendo un mayor protagonismo de los laicos en la Iglesia Católica; sobre todo, a las mujeres, relegadas aún a tareas de intendencia. Piden paso ya.
Fuente: Diario de Burgos
Por ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
25/05/2025

Elena Lastra muestra la forma en el altar antes de dar de comulgar, para lo que está autorizada como ‘ministro extraordinario de la sagrada comunión’ por el vicario general de la diócesis. - Foto: Alberto Rodrigo
Son las once y media algo pasadas del domingo 18 de mayo. Florita de Blas, 82 años, se acerca a paso ligero a la parroquia Santa María del Milagro. Lleva una llave enorme que utilizará para abrir la puerta y acceder al templo donde enseguida pondrá en marcha el mecanismo para que el tañir de las campanas se oiga por todo el pueblo. Ante esa señal en cualquier otra localidad, la feligresía diría aquello de vamos, que están llamando a misa, pero en Milagros saben que no siempre es así. Hoy no hay misa dominical en este pueblo de la Ribera, algo que ocurre cada quince días. Lo que les espera a los creyentes es un acto denominado Celebración de la Palabra en el que un grupo de laicos y laicas comparten con la comunidad lecturas del Evangelio y dan la comunión con formas previamente consagradas por un sacerdote.
Hace ya dos años largos que un grupo de 11 personas llevan a cabo esta labor de forma sistematizada en ocho pueblos de la zona y puntualmente en otros nueve. ¿La razón? Pues que el cura Alberto Rodríguez, uno de los responsables de la Unidad Pastoral de la zona, no daba más de sí. La falta de vocaciones sacerdotales, que lleva mucho tiempo fustigando a la Iglesia Católica, se traduce en que los que están en ejercicio deben multiplicarse para intentar llegar a todas las parroquias, sobre todo del ámbito rural. Y, de momento, no se sabe que tengan el don de la ubicuidad. Así que Rodríguez hizo de la necesidad, virtud, e impelido por su firme creencia de que el cura no está por encima del resto la comunidad, buscó a un grupo de creyentes que se comprometiera con la causa y lo encontró. El balance hasta el momento es magnífico.
No hay más que preguntarles a las mujeres de Milagros, encargadas no solo de mantener impecable la iglesia, sino de preparar todos los cantos de la celebración que luego interpretarán con sus voces bien templadas. «La gente está muy contenta y se está adaptando a la circunstancia de que los curas lo tengan más difícil para venir porque era esto... o nada. Agradecemos mucho a estas personas que vengan por aquí porque lo hacen fenomenal y nos sentimos unas privilegiadas, además, nos encanta cómo hablan... sobre todo las mujeres», comentan unas y otras, que reconocen que si no van a la iglesia no les parece que sea domingo. También recuerdan que en una ocasión se lanzaron a aplaudir con ganas después de que Lucía, la esposa de Jesús Lozano -que ha sido hoy el responsable de una homilía en la que ha puesto en valor el amor- se refirió en una de sus intervenciones desde el altar a la valía de las mujeres.
Agradecimiento es la palabra que más se repite allá donde este grupo laico lleva la palabra de Dios. «La sensación que tenemos -explican- es que las personas, sobre todo las más mayores, están contentas porque no tienen que renunciar a su costumbre de ir todos los domingos a la iglesia. No hemos percibido rechazo directo, más allá de algunas personas que cuando vamos no acuden a la celebración. En general se ha entendido perfectamente cuál es nuestro papel y se han integrado de maravilla». Esto lo veremos después, en el siguiente pueblo, Pardilla, de apenas un centenar de habitantes, donde les espera un inusitado grupo de gente joven con guitarras y todas las canciones bien ensayadas.
Que se comprenda bien qué es la Celebración de la Palabra y que, de ninguna manera, se confunda con la misa o se pueda pensar que se trata de lo mismo es algo que le preocupa al grupo y, sobre todo, a la jerarquía y a una buena parte de los curas. No sorprenderá a nadie saber que algunos de ellos se muestran extremadamente susceptibles con respecto a esta práctica que da protagonismo al pueblo de Dios (en el que se incluye las mujeres) y que está totalmente en consonancia con la sinodalidad que tanto predicaba el recientemente fallecido papa Francisco. Este palabro viene a significar cosas tan revolucionarias para la conservadora curia como horizontalidad, comunidad e incluso democratización en la toma de decisiones y es la vacuna que impulsó Bergoglio contra el clericalismo que tanto le irritaba.
Elena Lastra piensa -y con ella sus compañeras y compañeros- que la Celebración de la Palabra es una experiencia renovadora para la Iglesia: «Las personas tienen clara la diferencia con la eucaristía y quieren ambas, la frescura de los laicos y laicas y la atención de su párroco. Por eso nos gusta decir que la celebración no es una sustitución de la Eucaristía por un sucedáneo de segunda, por una alternativa cualquiera, que no es una forma de poner remiendo a la falta de curas. Creo que a muchos, quizás no a todos, nos parece una experiencia que apunta a nueva forma de ser Iglesia, en la que todos y todas somos responsables y tenemos derecho a participar». En este sentido, añade que la gente se va acostumbrando «con toda naturalidad a que los laicos prediquen y las mujeres ocupen el altar».
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