El que fuera abad de Poblet durante los últimos nueve años fue ordenado ayer en la Catedral de Girona
Fuente: La Vanguardia
Por Sílvia Oller
Girona
21/04/2024
Octavi Vilà en su despacho, en la casa Carles, sede del obispado de Girona, el pasado lunes Pere Duran / NORD MEDIA
Octavi Vilà Mayo (Tarragona, 1961) será proclamado hoy obispo de Girona, diócesis que ha permanecido vacante los dos últimos años tras la muerte de su anterior prelado, Francesc Pardo. De perfil social y catalanista, el que fue abad de Poblet en los últimos nueve años se pone al frente de una de las diócesis más secularizadas y con cada vez menos sacerdotes.
En su primera comparecencia pública afirmó que le había costado “un poco” aceptar el cargo. ¿Por qué?
Básicamente por razones personales. En 2005 entré en el monasterio de Poblet, en 2015 fui nombrado abad y a los seis años me ratificaron en el cargo. Tengo una vocación personal de monje e interpretaba que tenía un compromiso con mi comunidad. Todo eso cambió y se abrió en mí un proceso de discernimiento. El problema vino por ese cambio de vida.
Actualmente no hay ningún obispo en España monje. ¿Qué puede aportar a la diócesis?
Soy el cuarto abad de Poblet obispo, el último fue nombrado hace 300 años. Puedo aportar fundamentalmente la vida de contacto con la palabra de Dios, con la plegaria y un cierto clima de serenidad en la toma de decisiones.
Usted tuvo una vocación tardía, vivió una vida de laico y tuvo parejas antes de ser religioso. ¿Cuándo le llega la llamada?
Fue un proceso gradual. En el año 2000, mi antecesor, el abad Josep Alegre, decidió recuperar una asociación de laicos que había en el monasterio de Poblet, la Germandat, de la que acabé formando parte. Uno de sus objetivos era darle un aire más espiritual: se hacían recesos durante el Adviento, la Cuaresma, se crearon grupos de lectio divina … Todo esto me hizo adentrar en el mundo monástico. También influyó un cambio en mi situación laboral, en la que iba a tener más responsabilidad.
Reconoce que no es un momento fácil para la Iglesia ¿Cuáles son esas dificultades?
La Iglesia en Europa, España, Catalunya y Girona debe acostumbrarse a la situación social actual. Venimos de muchos años en que la Iglesia tenía un papel predominante, estaba muy protegida por las instituciones del Estado, incluso era un poco rehén de estas instituciones que sacaban partido de esta relación, en cierta forma manipulándola. A partir del Concilio Vaticano II, la situación cambió con figuras de peso como la del cardenal Tarancón, a nivel español, o Narcís Jubany y Josep Pont, en Catalunya. Debemos resituarnos. El modelo a seguir es el de la Iglesia francesa, que lleva muchos años de una relación no distante, sino cada uno en su terreno, con el Estado. Creo que es el modelo hacia donde hay que avanzar.
¿Un obispo debe poder expresar su opinión política?
Nunca debe hacer política directamente, para eso están los políticos. Pero lo que debe procurar la Iglesia es favorecer que la política transcurra en el tablero del debate y del diálogo y no en otros campos que no aportan soluciones sino que más bien acaban creando más problemas, como el judicial.
¿No debería haber sido la Iglesia más contundente en los casos de abusos sexuales?
Siempre he sido bastante crítico. Durante muchos años este tema se abordó de forma incorrecta, con el traslado a otras parroquias, colegios o a terceros países, para sacarse el problema de encima. Ahora se está avanzando en la elaboración de protocolos y en la Santa Sede, especialmente los papas Francisco y Benedicto, y Juan Pablo II con el cardenal Ratzinger en el Dicasterio de la Doctrina de la Fe, los han abordado de forma muy distinta. No es un tema de cifras. No es más grave el problema porque sean 30.000 o 300.000 los afectados. Un solo caso ya es suficiente para justificar una actuación.
En Girona hay pocos curas para muchas parroquias. ¿Prevé cerrar alguna?
No se trata de cerrarlas, en líneas generales, sino de buscar fórmulas válidas. Por ejemplo, para las celebraciones dominicales, hacer el traslado de los fieles a las parroquias más grandes siempre y cuando se tenga presente que continúa siendo cada parroquia de origen el punto de referencia para las exequias o bautizos. Hay que buscar fórmulas que no carguen en exceso de trabajo a los sacerdotes, que también se ocupan de visitar a enfermos en los hospitales o en casa. Hay cosas que pueden hacer los laicos.
¿Se trata entonces de reforzar el papel de los laicos?
Hay muchos frentes en los que pueden actuar: las visitas a enfermos o la catequesis, facilitándoles formación permanente para afrontar esos retos.
Hay menos curas y los seminarios se vacían. ¿Que el celibato no fuera obligatorio ayudaría a paliar ese déficit?
Esta es una hipótesis que siempre está sobre la mesa. Tenemos la experiencia del diaconado, que están casados y esto ya es un paso. A veces la Iglesia hace pasos de forma reposada, por no decir lenta. Pero hay fórmulas que se están ensayando como lo que implantó hace un año y medio el papa Francisco, que las mujeres fueran lectoras acólitas. Significa que pueden hacer las lecturas y servir en el altar. Era algo que ya hacían, pero que no estaba reconocido canónicamente por la Iglesia.
La opción de que puedan ser sacerdotes en un futuro, ¿llegará?
Podría llegar. Es uno de los temas que está en reflexión en el sínodo, es un tema que como mínimo está sobre la mesa.
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