lunes, 18 de marzo de 2024

Luis Argüello, sobre los abusos en la Iglesia: «Hemos reaccionado tarde»

El nuevo presidente de la Conferencia Episcopal asegura que «las partes implicadas deben tener mayor presencia en los procesos canónicos» por delitos penales

Fuente:    El Diario Vasco

Por   Ángel Ortiz

Valladolid

16/03/2024

 


Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valladolid. J. Castillo

Luis Javier Argüello García (Meneses de Campos, Palencia), cumplirá 71 años el próximo 10 de mayo. Abogado, arzobispo de Valladolid, sacerdote desde los 30 años, ha sido elegido por mayoría absoluta presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), de la que antes fue secretario general y portavoz.

 

– La Iglesia española agrupa 23.000 parroquias, 16.000 sacerdotes, 70 diócesis y unos presupuestos de más de mil cien millones de euros. ¿Es consciente de que se ha convertido en una de las personas con más poder e influencia de este país?

 – No lo sé. En la medida en que los católicos y las instituciones que ellos sostienen son influyentes, y el hecho de vivir en comunión, ello me hace depositario de dicha influencia. Pero no de una influencia directa. Los obispos responden ante el Papa, no ante el presidente de la Conferencia Episcopal.

 

– ¿Le han subido el sueldo? ¿Cuánto cobra usted?

– Por ser presidente de la Conferencia se recibe un suplemento de 250 euros añadido a lo que reciben los obispos, que son 1.200 euros al mes, además de las dietas de los viajes a Madrid.

 

– Su cargo era aún más importante e influyente en época de Tarancón o de Rouco Varela… ¿Coincide con esa valoración?

– La Iglesia en España está viviendo una gran transformación. No sé si la más importante es una nueva forma de estar en las relaciones Iglesia-sociedad en su conjunto e Iglesia-Estado en particular. La España del cardenal Tarancón sale de una situación en la que hablábamos de nacionalcatolicismo, de un régimen político que se declaraba confesionalmente católico. Ahora es otro tiempo.

 

– ¿Cómo se llega a ser presidente de la CEE? Sabemos cómo se llega a ser presidente del Gobierno, alcalde, consejero delegado. Pero ¿qué tiene que hacer o decir alguien, qué apoyos debe granjearse, qué habilidades políticas o de otro tipo tiene que reunir para ser elegido?

– Somos electores y elegibles todos los obispos de España menores de 71 años, según una normativa de la Santa Sede pensando que los obispos tienen que renunciar a los 75 años. Una vez ahí, no somos un grupo tan grande, los obispos nos reunimos varias veces al año, nos conocemos. Cada cual sabe de sus cualidades, de sus posibilidades. Suma ser arzobispo y en mi caso seguramente ha influido el tiempo en que he sido secretario general, lo que me ha permitido tener, tanto dentro como fuera de la conferencia, una visibilidad mayor.

 

– ¿Cuáles han podido ser esas cualidades que se han tenido en cuenta?

– Una capacidad de síntesis ante diversas posiciones, una cercanía de trato y ser una persona preocupada por ser vínculo de reconciliación, de comunión. Aparte de unas capacidades intelectuales y de presencia ante los medios de comunicación social.

 

– ¿En qué momento fue consciente de que podía ser elegido presidente de la CEE?

– En nuestra organización no hay campañas electorales ni candidaturas, pero al vernos con frecuencia, hay obispos que te dicen… Pero uno cuando definitivamente lo ve es cuando el lunes de la semana plenaria hay una votación de sondeo y en esa votación ves que te señalan.

 

– ¿Qué cambios o iniciativas va a procurar sacar adelante en los próximos cuatro años?

– La Iglesia no se inventa en cada tiempo. La CEE elabora cada cuatro o cinco años sus líneas de trabajo. Yo participé en las pautas que nos van a regir hasta 2025. Es un programa que hemos llamado 'Fieles al envío misionero'. Trata de reflejar cómo la Iglesia está llamada a vivir una fidelidad, pero en el camino de la vida y la novedad. En esta etapa seguramente tendré que impulsar el nuevo proyecto para los cuatro o cinco años siguientes.

«España vive un momento marcado por la polarización, por la división de bloques; hay una incapacidad grande para que se produzca una escucha mutua»

 

– ¿Ha conocido las reacciones, más allá de las periodísticas, que ha suscitado su nombramiento? ¿Alguna que haya agradecido o valorado especialmente?

– Sí. Agradezco de forma especial los encuentros espontáneos que estoy teniendo en la calle. Gente que te para, que te anima, ese reconocimiento de la calle o en el tren. Y después me ha llamado mucho la atención una carta recibida de una persona que está en la cárcel. En alguna de mis declaraciones de estos días hice referencia especialmente a algunos sectores de sufrimiento y él se sintió afectado. Estoy visitando los colegios de Valladolid y el otro día visité uno en el que una gran mayoría de los alumnos son musulmanes. Y una chiquita musulmana me dijo 'te he visto en la tele'. Y siguió: 'Me dijo mi madre que tú eres de una religión distinta de la nuestra, pero que eres amigo de Dios'.

 

– El vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo (VOX), ha visto en usted el 'líder que necesita la Iglesia' y le ha animado a 'atacar la Agenda 2030'. ¿Atenderá su sugerencia?

– A ver. Yo suelo distinguir. Una cosa son los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), muchos de los cuales, por no decir todos, encajan con la doctrina social de la Iglesia. Y otra cosa es la agenda. La agenda marca cómo se gobiernan esos objetivos. No es lo mismo, a la hora de la agenda, que uno diga 'hemos de acabar con el hambre en el mundo' y que en otro diga 'es importante cuidar la salud reproductiva'. Y excavando en esa segunda medida se dice: 'expandir el aborto en el mundo'. Unir los dos objetivos y decir 'para acabar con el hambre en el mundo es bueno que haya menos comensales a la mesa'. Combinar así esos dos objetivos de la agenda es criticable.

 

El momento político

– ¿Cómo analiza el momento político que vivimos en España?

– Es un momento marcado por la polarización, por la división de bloques... Pero hay cuestiones más de fondo que afectan a las democracias occidentales en su conjunto. Hoy viven una cierta perplejidad al decir que es necesario para que la vida democrática avance un relativismo ético, que nadie puede tener una pretensión de 'verdad'. Si al relativismo ético se le suma un positivismo jurídico muy grande, entonces las posibilidades de organizar la vida en común, cuando incluso desde la propia economía y la cultura se ha hecho elogio del individuo, de la autodeterminación, de la independencia, se convierten en algo muy complicado. A esto se unen las características propias de la vida española, en la que, desgraciadamente, hay una incapacidad grande para que se produzca una escucha mutua.

 

– En alguna ocasión se ha referido a un concepto, el «fundamentalismo democrático», para analizar este presente.

– El concepto no es mío, es de Gustavo Bueno. Fue un filósofo español reconocido, materialista, ateo militante, pero defensor de una tradición cultural católica. Tres presidentes del Gobierno de España han lanzado a la plaza pública tres frases que expresan bien lo que quiero decir. Uno dijo, haciendo suyo un refrán chino: «Gato rojo, gato azul, lo importante es que cace ratones».

 

– Felipe González.

– Sí. Perfectamente asumida por Mariano Rajoy. Otro dijo: «No es cierto que la verdad os hará libres. Es la libertad la que os hará verdaderos».

 

– Rodríguez Zapatero... y otro ha dicho recientemente… «La verdad es la realidad».

– Eso es. Ciertamente son tres desafíos bien grandes. Porque tienen en sí un aspecto valioso y al mismo tiempo ponen de manifiesto hasta qué punto los fundamentos de lo que ha sido la filosofía europea de los últimos siglos se deshacen.

«En todos los medios, no solo en los de la Iglesia, habría que crecer más en la recuperación de los hechos y menos en las opiniones»

 

– ¿Le preocupa que se haya debilitado la verdad como valor en sí mismo, teniendo en cuenta que la Iglesia católica es una comunidad basada precisamente en la fe en una verdad revelada?

– Lo que más me preocupa es que la cultura dominante defiende que es imposible conocer la verdad. Es tremendo porque, por otro lado, las reglas del juego del poder dominante, que ahora tienen un poder añadido en la inteligencia artificial, por una parte se le dice al ciudadano: no existe la verdad, ni siquiera te plantees su búsqueda porque te va a producir melancolía. Pero al mismo tiempo acepta esto, quieras o no. Cuando en otro tiempo la búsqueda de la verdad pudiera ser una pretensión totalitaria, hoy esa búsqueda es el fundamento de la crítica.

 

– ¿Se entrevistará con Sánchez?

– Por mi parte este deseo de colaboración existe. Luego es verdad que existe un cauce establecido en el ministerio de Justicia y de la Presidencia…

 

– Bolaños.

– Sí. Ya he intercambiado un saludo con don Félix Bolaños y hemos quedado en vernos próximamente.

 

– ¿Qué le trasladará?

– La verdad es que nuestras relaciones institucionales son mayoritariamente con ayuntamientos y comunidades. Pero además de escucharle, lo que para nosotros es más importante es la defensa de la libertad de conciencia.

 

– Antes se refería a la polarización, a la falta de escucha. La Iglesia controla el grupo Ábside, donde se incluyen medios muy importantes como la cadena Cope. ¿Los medios de la Iglesia hacen lo suficiente para calmar el ánimo entre su audiencia o a veces se dejan llevar por un tono generalizado de crispación?

– El grupo Ábside en sus diversas expresiones, la radio, la televisión, el mundo digital, ofrece posibilidades muy diversas. Lo que termina teniendo una relevancia mayor son los informativos, las tertulias. Sí que creo que nuestras tertulias muchas veces se dejan arrastrar por los diálogos dominantes, por aquello que está en la plaza pública. Conjugar el ser un medio de carácter generalista, el respeto a los profesionales, que al mismo tiempo Ábside sea un cauce de la voz de la Iglesia, nos resulta complicado. Y reconociendo el trabajo de los profesionales y muchas de las labores y de presencias de vida de la Iglesia que aparecen recogidas en estos medios, yo creo que es un desafío para esta etapa que la conferencia vive.

 

– No es fácil, dice.

– No porque hacer una llamada a la escucha, al entendimiento mutuo, al encuentro, no puede ser echar agua al vino de lo que pueda ser la denuncia crítica, de salir al paso de lo que puedan ser mentiras o injusticias. Pero que los medios de Ábside hagan un esfuerzo grande por ofrecer una panorámica lo más católica y por tanto de perspectiva universal posible y que se dé pie a facilitar el diálogo y el encuentro yo creo que sí. Sin desmerecer que se pongan de manifiesto los hechos. No solo en nuestros medios, sobre todo en los audiovisuales, habría que crecer más en la recuperación de los hechos y menos en las opiniones.

 

Abusos en la Iglesia

– Nunca elude el grave tema de los abusos en el seno de la Iglesia. De hecho, se constata su convicción de que una manera idónea de abordarlo, como hizo el otro día a las puertas de la sede de la CEE, es hacerle frente con transparencia.

– Yo creo que hubo un punto de inflexión en el encuentro del Papa en 2018 con las conferencias episcopales. Desde entonces la Iglesia española dio un acelerón. Se crearon las oficinas de recepción de denuncias, de escucha de las víctimas. Ahora las 70 diócesis españolas tienen oficinas de atención a víctimas, las congregaciones religiosas también, se han puesto en marcha protocolos de actuación. La colaboración con los poderes públicos es muy grande y luego la Iglesia tiene otro dato. Muchas veces se habla en el ámbito civil de la necesidad de ampliar los plazos de prescripción para abordar estos delitos. La Iglesia en su propio derecho prevé la posibilidad de levantar la prescripción para abordar hechos que hayan ocurrido hace ya muchos años. Incluso ahora, que estamos poniendo en marcha un plan de reparación, aceptamos la posibilidad de reparar incluso cuando la persona que ha producido el abuso ha fallecido.

 

– Usted ha reconocido errores. ¿Se reaccionó tarde? ¿Hasta qué punto estos cientos de casos y su deficiente o tardía gestión han dañado la credibilidad del mensaje de la Iglesia?

– Sí. Nosotros hemos reaccionado tarde. Sin que parezca una excusa, también porque socialmente, ante este tipo de asuntos, se ha reaccionado tarde en otro tipo de ámbitos e instituciones. Pero yo lo que sí que tengo claro en este momento es que debemos abordar lo que a nosotros nos afecta y que en la medida que lo hagamos bien puede ser una referencia para otros ámbitos de la vida social. Ha habido un tramo del camino en el que hemos pensado, con el criterio familiar de la vida de la Iglesia, de que los trapos sucios se lavan en casa. Esa situación está claramente superada, pero es cierto que en la Iglesia (antes hablé de la búsqueda de la verdad, de la regeneración ética de nuestras democracias), para poder atreverme a decir una palabra en la plaza pública sobre la verdad y la ética, no puedo hacerlo si no empiezo por mi propia casa. En la verdad, en la transparencia y en la regeneración.

 

– Sobre la transparencia, existe un problema a la hora de cuantificar los casos. ¿Qué cifras maneja usted, 1.300, 800? Ha habido mucha controversia al respecto.

– Hacemos cada año una actualización de los datos que llegan a nuestras oficinas. Es verdad que no es sencillo porque de esas cifras, contadas en unos casos por el número de víctimas y otros por el de victimarios, estamos hablando de desgracias y delitos que han ocurrido hace más de treinta o cuarenta años. Los datos que nosotros damos tienen un arco de ochenta años. Y además algunas de las acusaciones son anónimas. Esta cifra, superior a los mil, que es gravísima por una parte y por otra, viendo los informes de la Fiscalía General, que hablan de miles de asuntos cada año, queda situada en su contexto de gravedad insoportable, pero al mismo tiempo nos hace caer en la cuenta de que esta es una problemática que nos afecta a todos, que aparece en el mundo del deporte, de la escuela en su conjunto y no digamos de la familia.

 

– ¿Ha influido la opacidad interna estructural que prevalece en ámbitos de la Iglesia, como en la justicia canónica?

– La primera medida cuando hay un caso que es delito penal es trasladarlo a la justicia ordinaria porque es desde los hechos probados en ese ámbito desde los que el procedimiento canónico puede actuar. Yo sí que creo que el procedimiento canónico es mejorable. En este tiempo el Papa ha modificado el libro quinto del código, referido al derecho penal. Yo creo que hace falta también modificar el derecho procesal, para que en el procedimiento las partes implicadas puedan tener una presencia mayor y mejor de la que se da en la actualidad.

 

– ¿En qué sentido?

– Sobre todo en el de la presencia de las víctimas y de los victimarios y sus representantes legales. Y que lo que se lleve a cabo en el procedimiento sea más transparente para las partes.

 

Desafíos eclesiales

– Ha dicho esta semana que, ante el «cambio de época» y «una manera nueva de relación de la Iglesia con la sociedad» son necesarias «acciones diferentes para obtener resultados diferentes». ¿Cuáles son esas acciones diferentes, a cuáles se refiere, qué resultados serían los deseables?

– Nosotros llevamos siglos con una relación muy fuerte entre sociedad e Iglesia. Yo soy español y por tanto católico. Católico se nace… La novedad es caer en la cuenta de un viejo principio de un filósofo cristiano, Tertuliano, que decía que cristiano se hace, no se nace. Nuestro principal desafío es hoy la renovación de nuestra manera de hacer cristianos, lo que llamamos iniciación cristiana o catequesis. No es fácil. ¿Cómo le digo yo a una familia que quiere la primera comunión para sus hijos que es una cosa descabellada hacer una mini boda o tapar al niño de regalos? La renovación de nuestro sistema de iniciación cristiana es una cuestión decisiva.

 

– ¿La Iglesia debe abordar también sus adaptaciones con mayor rapidez que nunca?

– Nos vemos urgidos por la velocidad, pero la realidad a la que nosotros nos dirigimos es el corazón y los caminos del corazón son más lentos. Ahí está una de nuestras dificultades grandes.

 

¿Es paradójico que haya muchas mujeres en puestos de alta responsabilidad y cero sacerdotisas? «Es bastante contracultural sí. Lo reconozco»

– En el curso 2023-2024 hay 956 seminaristas mayores en toda España, si nos remontamos 20 años atrás había 1.699. Los sacerdotes, con una media de edad de 69 años, se concentran principalmente en la franja de edad de 75 a 90 años. ¿Tiene algún plan?

– Es verdad. Hay aspectos de esa realidad que requieren cambios organizativos. Muchas de las miles de parroquias que atendemos están en municipios pequeños. El 75% de las parroquias están en localidades de menos de 200 habitantes. ¿Podemos seguir llamando parroquia a lo que existe en cada uno de nuestros municipios? Nosotros decimos por una parte que sí, pero por otra es evidente que tenemos que hacer una reorganización y que hemos de hacerlo los que tenemos responsabilidades, pero con los miembros de las comunidades, que tienen que entender que no es posible. Pero ¿cuál es la primera vocación deficiente en nuestra Iglesia? La vocación al matrimonio abierto a la vida. Esa es la vocación que ha caído más.

 

– Hay una parte organizativa, pero no solo.

– Hay otra más importante relacionada con el gran objetivo del sínodo convocado por el Papa, que tiene como grito 'Todos discípulos, todos misioneros'. Es muy importante que los bautizados asuman de manera adulta la comunión y la misión de la Iglesia. Es verdad que los curas decimos que somos imprescindibles, pero se ha dado el asumir muchas tareas de vida organizativa de la propia iglesia que perfectamente podemos compartir con los bautizados a través de la promoción de ministerios laicales, de la distribución de responsabilidades, de los consejos pastorales…

 

– Ahí el papel de la mujer deberá crecer también, lógicamente.

– Por supuesto.

 

– Como antesala del sacerdocio femenino.

– Eso es una cuestión de otra índole porque tiene que ver con la comprensión misma sacramental de la Iglesia. Pero sería muy difícil abordar esta cuestión, el protagonismo de las mujeres en tantos ámbitos de la Iglesia, también en el orden sacerdotal, sin haber abordado antes algo que socialmente tenemos confuso, que es el significado de la diferencia sexual. Y ver desde el significado de la diferencia sexual por qué la Iglesia latina y también la ortodoxa tienen claro que el sacramento del orden sacerdotal, que hace presente a Jesucristo, varón, tiene sentido hacerlo así. Pero eso tiene que ver también con que el ministro ordenado no tenga todo el poder en la vida de la Iglesia, sino el que tiene, el sacramental.

 

–Es paradójico que haya muchas mujeres, porcentualmente cada vez más, en puestos de alta responsabilidad y de difícil acceso, como en la justicia, el alto funcionariado, la medicina, pero en el campo de la iglesia, cero sacerdotisas.

–Es bastante contracultural sí. Lo reconozco.

 

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