martes, 5 de marzo de 2024

El imposible sistema de nombramiento de obispos


Fuente:   Catalunya Religió

Por Josep Lligadas 

04/03/2024

 

El nombramiento del abad de Poblet, Octavi Vilà, como nuevo obispo de Girona, es una buena noticia. O sea que alegrémonos. Pero, una vez alegrados, haremos bien en reflexionar un poco. ¿Qué proceso habrán seguido para llegar a ese nombramiento? ¡Dos años han sido necesarios! No se puede tener una diócesis así parada tanto tiempo. Es un nuevo ejemplo de algo obvio: que el sistema actual de nombramiento de obispos no funciona. Y, si me lo permite, me atrevo a añadir que ninguna organización, o ninguna empresa, podría funcionar con un sistema de selección de sus cuadros intermedios como el que tiene la Iglesia católica. Se hundiría.

La cosa va así. En cada país existe un nuncio, nombrado por el Papa (o más bien por los responsables de la Secretaría de Estado), que hace las funciones de embajador del estado del Vaticano ante cada gobierno. Estos funcionarios, que son ordenados obispos, estudian las materias que serán adecuadas para esta función de embajadores en la llamada Academia Eclesiástica Pontificia.

Pero el caso es que, además de esto, a partir de Pablo VI, a los nuncios se les encomienda también coordinar el sistema de selección de personas para cubrir las vacantes episcopales que se vayan produciendo. Esta selección tiene un primer momento que es recoger todas las informaciones y propuestas que los diversos obispos, las provincias eclesiásticas o las conferencias episcopales envían periódicamente a Roma, en el Dicasterio de Obispos.

Teniendo estas informaciones y propuestas, el nuncio hace sus consultas: a los obispos del entorno, a algunos curas de la diócesis, también a algunos laicos... y con todo ello, y según su libre criterio (que, por tanto , puede no coincidir con ninguna de las propuestas recibidas o no tener nada que ver con las consultas hechas) elabora una terna de nombres, con sus correspondientes dossieres explicando los porqués de su elección, y los envía al Dicasterio. Allí, los miembros de este organismo, que son mayoritariamente obispos de todo el mundo (España hay tres: Omella de Barcelona, ​​Cobo de Madrid y Satué de Teruel), se miran los dossieres, los debaten, y eligen un nombre, que presentan al Papa, quien, si le parece correcto, lo designa.

Evidentemente, el Papa puede elegir uno distinto, o intervenir de cualquier otra forma que considere oportuna. También puede pasar, y ocurre, que algunos obispos con especial influencia actúen para hacer que el nuncio incorpore determinados nombres a las ternas, aunque quizá a él (al nuncio, quiero decir) no le hagan mucha gracia. También puede ocurrir que, al final del proceso, los obispos del Dicasteri tumban la terna del nuncio. O puede ocurrir que una vez elegido el candidato, éste no acepte el nombramiento. Si ocurre alguna de estas dos últimas cosas, pues volvemos a empezar.

He dicho al principio que ninguna organización o empresa podría salir adelante con un sistema así. Y la Iglesia, de hecho, tampoco. Fijémonos. El nuncio de la Santa Sede en España es el arzobispo Bernardito Auza, filipino de 65 años, que ha estado en varios destinos en todo el mundo antes de llegar a España. Pues bien. El nuncio Auza, como es natural, no tenía cuando le nombraron ningún conocimiento de la realidad eclesial española, ni tampoco de la realidad social y cultural. Debieron darle, supongo, unos amplios informes (más o menos bien hechos) sobre estas realidades para que se los estudiara.

Por otro lado, no consta tampoco que en sus estudios en la Pontificia Academia Eclesiástica hubiera algunos estudios pastorales que le proporcionaran criterios para la elección de futuros obispos, porque allí lo que se estudia son temas centrados en las tareas diplomáticas. Quizás le dieron algunas instrucciones concretas sobre tal y tal cosa. Y con ese pobre bagaje, a él le toca buscar obispos.

  Como es obvio, no tiene las antenas necesarias para captar a la gente que pueda ser útil para el episcopado, y para el episcopado de un sitio u otro, y, además, los criterios con los que se mueve son sus propios, los que él se ha ido formando con las influencias recibidas a lo largo de los años. Por tanto, está claro que para moverse en el complejo campo de la vida eclesial en España, con sus inmensas variedades a todos los niveles, habrá que fiar bastante de las personas con las que más sintonice, que ve a saber cuáles serán. A mí me parecería un milagro, si el resultado pudiera ser muy acertado...  

Y una pregunta. Cuando el nuncio envía los dossieres de la terna que ha elegido, ¿se los miran estos dossieres, los cardenales y obispos del Dicasterio? ¿Tienen tiempo? Porque, si quieren transmitir bien la realidad y su contexto, deben de ser larguísimos, ¿no?

Estoy hablando de la eficacia y el acierto del sistema, no de la democracia y la participación del Pueblo de Dios. Y mi conclusión será también sobre el tema de la eficacia y acierto, no sobre la otra parte del problema. Y la conclusión es: para elegir unos obispos adecuados, ¿no sería mucho más eficaz, y rápido, crear un comité de tres obispos del país y que ellos elijan a los candidatos a obispo? Como conocedores del país y de la gente, con una tarde de llamadas podrían tener ya varios candidatos, ¿no? Y después, hablar y cribarlos. Y después, si se quiere, que realicen un cierto control desde Roma. Ahorraríamos mucha complicación inútil, y seguro que las elecciones serían mejores.

 

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