miércoles, 17 de septiembre de 2025

Luis Argüello: “Me hice una foto con Abascal y me la hago con Illa. No me avergüenzo de lo uno ni de lo otro”

El presidente de la Conferencia Episcopal y el presidente de la Generalitat protagonizan un coloquio en la Fundación Pablo VI organizado junto a la Cátedra Martín Patino de Comillas

El socialista reivindica su encuentro con Puigdemont como un signo de “mínima convivencia, aunque sea difícil el acuerdo”

Fuente:   Vida Nueva Digital

Por José Beltrán

17/09/2025


Un diálogo de guante blanco. Pero no solo. Dejando en la puerta, cualquier amago de crispación. Desde la serenidad propia de cada uno de los dos intervinientes. El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, y el presidente de la Generalitat, Salvador Illa. El arzobispo de Valladolid y un católico militante del Partido Socialista de Cataluña, compartiendo algo más que escenario. Convocados por la Fundación Pablo VI, que ejerció como sede, y por la cátedra José María Martín Patino ‘Cultura del Encuentro’ de la Universidad Pontificia Comillas, con motivo del centenario del jesuita que aterrizó la transición conciliar y democrática en España de la mano del cardenal Vicente y Enrique Tarancón.

Moderado por el director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, el coloquio, de cerca de una hora, tuvo como punto de partida, y también de destino, el valor del diálogo. Illa compartió que “dialogar implica, en primer lugar, reconocer a la otra persona, que también hay otra forma de ver las cosas. Si hay un diálogo que se enfoca de forma constructiva, se basa en el respeto y en la escucha activa para intentar entender al otro e intentar buscar un espacio común de convivencia, aunque a veces acabe con acuerdos y otras no”. Eso exige, para el político, “argumentar y replantearte algunas cosas”, huir de la comodidad del pensamiento propio.

Argüello completó esta meditación, apuntando que “la palabra diálogo es muy usada y corre el riesgo de que no diga nada”. Para el arzobispo, dialogar tiene como premisas “un elogio de la razón, del logos, en una época en la que la emoción contamina” y evitar “demonizar” al otro, con el riesgo de aferrarse en una “dialéctica de contrarios, como una batalla para ver quien gana”. En este proceso, apuntó cómo necesario “nombrar en que estamos de acuerdo, atrevernos a nombrar en qué estamos en desacuerdo, porque las diferencias son inevitables y cómo podemos abordar el desacuerdo desde el acuerdo, qué podemos compartir y qué tenemos que guardar porque humildemente reconocemos que estamos en posiciones diferentes”.

 

Elogio a la polaridad

Frente a ese sano diálogo, en el escenario irrumpió el término que se cuela en cada rincón del parlamento, de cada tertulia, de cada tuit: la polarización. Fue el presidente de los obispos el que tomó la delantera para hacer un “elogio a la polaridad”, esto es, a las legítimas diferencias. “La polarización, como estrategia para obtener resultados electorales, se crece porque no se valora la polaridad”, sentenció Argüello. El prelado echó la vista atrás a su juventud como activista para recordar, que aquellas reivindicaciones que defendía en las calles tenían un límite: “Un buen fin no justifica unos medios inmorales, algo que desgracidamente no es así, porque el fin justifica los medios”.

Por su parte, Illa incidió en la fragmentación y en el no ser capaz de reconocer al otro como germen de la polarización. “Ha desaparecido el ágora pública y las redes sociales han fragmentado todo”, lamentó el que fuera ministro de Sanidad, “Es bueno el contraste, pero siempre desde el respeto y la educación”, apreció, advirtiendo de algunos límites, como “desacreditar las instituciones”.

 

Espacio mínimo compartido

En su intervención, dio un paso más. Refiriéndose a su reciente encuentro en Estrasburgo con el ex presidente catalán, Carles Puigdemont, sin citarlo explícitamente, admitió que “va a ser difícil que lleguemos a acuerdos”. Sin embargo, dijo sentirse llamado a sentarse con el prófugo de la Justicia y líder del independentismo catalán como un mensaje de que es posible la convivencias. “Si me siento hablo y razono, aunque no llegue acuerdos, mando un mensaje de que pensamos distintos, pero convivimos. ¡Qué ejemplo doy si no lo hago así!”, verbalizó. A partir de ahí, hizo un llamamiento a construir “un espacio mínimo compartido en Cataluña, en España y en Europa”.

Esta confesión de Illa le llevó a Argüello a aterrizar igualmente sus pensamientos desde la experiencia personal. “Hoy me hago una foto con Salvador Illa y hace unos meses me hice aquí mismo una foto con Santiago Abascal y no me avergüenzo de lo uno de y de lo otro”, comentó el presidente de los obispos, sobre la presentación de un libro de Miguel Ángel Quintana Paz, considerado uno de los ideólogos de VOX, el partido de ultraderecha liderado por Abascal. Argüello criticó cómo ambas imágenes pueden propiciar comentarios del tipo “ha vuelto a salir hoy el rojo de los años setenta o sale ahora l facha del siglo XXI”. El auditorio correspondió con un aplauso a este ‘destape’ de Argüello, que buscaba ejemplificar que “en el interior de la Iglesia vivimos el contagio de la polarización”. “No puedo decir que la Iglesia sea una Arcadia feliz, pero igual que experimentamos el contagio, los católicos debemos hacer un esfuerzo de vivirlo como una misión contagiar el diálogo”, expresó el pastor.

 

Régimen imperfecto

Ahondando en la necesidad de una regeneración generalizada, el presidente catalán señaló que “la democracia no es un régimen perfecto, pero la alternativa es mucho peor”, señaló el presidente catalán. A este respecto, el arzobispo de Valladolid lanzó un dardo: “Haber ganado las elecciones con una mayoría, lo mismo en España que en Estados Unidos, donde los bloques aparecen con una diferencia de 60/40, 55/45 o incluso 51/49, puede llevarnos a pensar que la solución es el tiranicidio, cuando verdaderamente tenemos que hacer una reflexión más honda”.

La relación entre religión y política también se puso encima de la mesa. “El Estado no es Dios”, aseveró sin titubeos el presidente de la Conferencia Episcopal, preocupado por el creciente relativismo moral que deviene en positivismo jurídico y en considerar al Estado como fuente de moralidad. A la par, reconoció que “todavía somos aprendices” de una nueva relación entre las confesiones y la sociedad democrática”. Salvador Illa admitió que todavía existe “confrontación y tensión” en este tú a tú entre lo confesional y lo estatal.

 

Claros y directos

Con la cuestión migratoria en el coloquio, Salvador Illa aseguró que “hay que ser muy claros y directos” frente a “pensamientos muy simplistas”. “Acoger e integrar a los que vienen no solo no pone en riesgo nuestra identidad sino que la enriquece”, remarcó el presidente catalán, consciente de que “la integración no se hace en un minuto, requiere esfuerzo”.

Argüello, subrayó “la radical dignidad y el bien común” como ejes de la Doctrina Social que recoge “la acogida de los que vienen, junto a la promoción y la integración al igual que reconocer el derecho de no salir de su propia patria y el compromiso de combatir las mafias que trafican con la sangre de las personas”.

 

Prosperidad compartida

Para rematar el encuentro, el moderador planteó a los ponentes el principio de solidaridad e identidad nacional. “Nunca he negado la esa solidaridad ni los acuerdos a lo que he llegado la han puesto en riesgo”, aseveró el presidente de la Generalitat. “Además, mi opción política tiene la igualdad como vector prioritario.”, apostilló, argumentando que defender identidades particulares no se contraponen a una “prosperidad compartida”. A este respecto, el presidente de los obispos puso el acento en el principio de subsidiariedad y en cómo se ha de articular conceptos como nacionalidad, soberanía o Estado para “asegurar la dignidad, libertad y el bien común compartido”. Para rematar, echó mano del primer encuentro del presidente Pedro Sánchez con el papa Francisco en 2020 cuando le invitó a “edificar la nación y reconocer la patria”.

Antes de que Illa y Argüello tomaran la palabra, el rector de la Universidad Pontificia Comillas, Toño Allende, reivindicó la figura de Martín Patino como un “hombre de acción”, en tanto que se trataba de un jesuita convencido de que “el desarrollo humano que solo se alcanza a través del diálogo, encuentro y reconciliación”.

Avezuela apuntó que Martín Patino, como secretario de Tarancón, se afanó en  “crear consensos en un turbulento panorama político”. El letrado del Consejo de Estado aplaudió cómo el sacerdote es un referente a la hora de “fomentar espacios para ejemplificar la buena convivencia”. Desde ahí, planteó la necesidad de una sana relación entre Iglesia y política desde una “recíproca confianza, valoración, escucha y respeto frente a tanta escena desafortunadamente crispada donde prima el malestar”.

 

 

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