El navarro Álvaro Chordi recibió su ordenación episcopal el pasado 10 de octubre en la catedral de Santiago de Chile, a la que llegó andando junto a los miembros de su antiguo barrio
Fuente: Alfa & Omega
Por: José Calderero de Aldecoa
25/10/2022
¿Cómo ha vivido su ordenación episcopal?
Como un soplo del Espíritu. Con tranquilidad y confianza en Dios, que es quien me llama y me capacitará por la consagración para este ministerio que no merezco. Me siento abrumado por tantos gestos y atenciones a mi persona, mi familia y mis comunidades. Y al mismo tiempo, desafiado por las expectativas creadas que me piden que ore mucho y no cambie, que necesitamos una Iglesia más orante, fraterna y samaritana, en el contexto de la III Asamblea Eclesial Nacional que tuvo lugar los días previos a mi ordenación en Santiago.
Llegó andando a su ordenación episcopal junto con los miembros de su parroquia. ¿Qué importancia tiene para la Iglesia en la actualidad caminar junto a los laicos?
Así es. El barrio Yungay —parroquia incluida— tuvo la ingeniosa idea de entregarme a la catedral, para lo que organizó una caminata desde el pórtico de la Iglesia San Saturnino hasta la catedral. Unas 14 cuadras. Es como si quisieran decir con sano sentido de propiedad que «nosotros se lo entregamos, se lo ofrecemos, para que lo que ha vivido en el barrio y con la gente del barrio lo pueda amplificar a nivel de todo Santiago». En realidad, es ese movimiento de lo local a lo global, tan determinante en la vida de un obispo, que favorece que no se despegue de la realidad concreta de cada día, de la gente, de los pobres.
La Iglesia es el pueblo de Dios que peregrina en un lugar determinado. En mi caso, el gran Yungay. Y el pueblo de Dios somos todos, laicas y laicos, religiosas y religiosos, diáconos, presbíteros y obispos. Todos sin excepción y con circularidad. Por tanto, no es que sea importante, sino que no se puede caminar de otra manera si no es con todo el pueblo de Dios. Ese es uno de las motivaciones de mi lema episcopal: Servidor de Dios y hermano de todos, inspirado en san Carlos de Foucauld y la exhortación apostólica Fratelli tutti del Papa Francisco.
También le querría preguntar por los pobres, por los más vulnerables. Cuando fue nombrado obispo, su comunidad le pidió que no se olvidara de ellos. ¿Cómo tiene pensado cumplir esta sugerencia desde su posición de obispo auxiliar?
El domingo pasado la liturgia nos ofrecía varios textos bíblicos muy ricos que ayudan a responder a su pregunta. Si por alguien Dios tiene predilección es por los pobres. Dios tiene cierta parcialidad a favor de los pobres y humildes. En el Ideario Adsis solemos rezar que «la primera oración que llega a Dios es, sin duda, el grito desesperado de los oprimidos». O con palabras de María de Nazaret en el Magnificat, «Dios enaltece a los humildes», y nosotros hemos de caminar siempre con ellos.
Desconozco la misión que Celestino Aós me va a encomendar, pero en todo caso tengo muy presente la figura de Enrique Alvear, el obispo chileno de los pobres, quien rezaba permanentemente. El Evangelio le daba fuerza para su vida y para salir al encuentro de las personas y así solía encontrarse con los pobres, con los sencillos, con los que tenían hambre. Compartía con ellos, acercándose y estando en medio de ellos. Eso es lo que me gustaría hacer con la ayuda de Dios.
Es usted navarro, aunque alavés de adopción. Celestino, el arzobispo de Santiago, también es navarro. ¿Cómo debemos interpretar el hecho, si es que tiene interpretación, de que dos navarros estén al frente de la Iglesia de Santiago de Chile? ¿Cree que tiene algo que ver con la situación, un tanto convulsa, de la Iglesia local?
Es pura coincidencia. Apenas conocía a Celestino. De hecho, me había encontrado personalmente con él en tres ocasiones antes del nombramiento. Santiago es una metrópoli con más de siete millones de habitantes y los reclamos de un arzobispo son infinitos. Además, yo soy nacido en Pamplona, al igual que otros cinco hermanos, pero viví allá hasta los tres años. Luego nos trasladamos a Tenerife y a Badajoz, para regresar finalmente a la tierra de mis padres, Salamanca. Celestino es quien está al frente de la Iglesia de Santiago, y yo, junto a otros hermanos obispos, le auxiliamos.
Pienso que la llegada de Celestino a Santiago ha ayudado a destensar la realidad eclesial, ha traído tranquilidad y sosiego, calma, y creo que ha sido un bálsamo para la Iglesia local. Respecto a mi nombramiento, es mejor que pregunte a quien lo hizo, pues desconozco los motivos. Quiero pensar que me nombraron por ser quien soy y habrán pensado que puedo ser útil a la Iglesia chilena y universal en este tiempo sinodal, profético y esperanzador que estamos iniciando con el nuevo ministerio que se me confirió.
Le ha dedicado mucho tiempo al tema de la educación y la juventud. ¿Cómo ve la situación de los jóvenes de Chile? Se les ha visto protagonizando muchas de las manifestaciones que pedían cambios en el país. ¿Son justas sus reclamaciones? ¿La Iglesia recoge estas reclamaciones de algún modo?
Soy un hermano Adsis y vivo una vocación de presencia fraterna y samaritana con jóvenes y pobres. Los jóvenes han sido, y son, mi pasión y mi dedicación a lo largo de toda mi vida. Inspirado por José Luis Pérez Álvarez, iniciador del movimiento Adsis, he dedicado más de 30 años a trabajar en pastoral juvenil. Los jóvenes de Chile son como todos los demás en otros países, quizás con algunos acentos particulares, pero en definitiva son jóvenes. No conciben un futuro en el que las profundas inequidades sociales que hoy existen se mantengan en el tiempo. Quieren construir una sociedad justa, equitativa y participativa, en la que se sientan verdaderamente representados. Muchas de sus reclamaciones se extienden también a otras generaciones. En la Iglesia no podemos estar ajenos a ellos; más bien al contrario, hemos de caminar con los jóvenes luchando por mejorar las condiciones de vida para las personas y los pueblos, abriendo senderos de vida y esperanza.
Se acaba de celebrar el tercer aniversario del estallido social. Hace poco se rechazó el texto propuesto de una nueva Constitución. ¿Cómo ve la situación del país?
Chile sufrió un clamor popular por una mayor igualdad, justicia social y el fin de los abusos, acompañado de grandes brotes de violencia. Esta fractura social generó mucho dolor y dejó enormes secuelas en la sociedad. Se inició un proceso de redacción de una nueva Constitución, cuyo primer borrador fue rechazado por el 62 % de los votantes en el plebiscito del 4 de septiembre. Actualmente están debatiendo cómo continuar el proceso constitucional y dar respuesta a las demandas y sueño del país, todavía sin respuestas.
Al mismo tiempo, la delincuencia, el orden público y el narcotráfico son las prioridades actuales de la ciudadanía, así como controlar la inflación y abordar el crecimiento económico, la salud, la inmigración, la educación, el medioambiente, etc. Pareciera que los cambios estructurales pierden fuerza frente a las necesidades urgentes del país. Chile busca y quiere soluciones. Y eso requiere grandes dosis de diálogo, consensos y mayorías. Hasta el momento no se ha estado a la altura de las demandas y de los sueños de todo el país. Confío plenamente en el pueblo chileno, quien conseguirá encauzar todas sus energías para responder a las demandas sociales que hizo que más de dos millones de personas salieran a la calle a reclamar más dignidad y mejor vida.
También hubo un «basta ya» contra los abusos en la Iglesia. Algunos llegaron a quemar Iglesias, y los obispos dimitieron en bloque. ¿Qué pasos se han dado para acabar con esta lacra?
La Iglesia de Chile ha sido de las más golpeadas por la situación de los abusos sexuales, de poder y de conciencia del mundo. Hemos vivido situaciones dramáticas y traumáticas, que nos han llevado a tomar conciencia, reconocer y comprometernos a acabar con determinación con esta lacra.
Queda mucho camino por delante. Sin embargo, se ha avanzado mucho, pues está siendo el mayor desafío pastoral, la mayor urgencia para la Iglesia que peregrina en Chile. Recientemente hemos sido testigos de gestos de perdón a víctimas y sobrevivientes de abuso eclesial, agradeciendo su valentía al denunciar y pidiendo a Dios que nos haga más lúcidos, más empáticos, más valientes, para poder volver a encender la llama de la fe que se apagó…. Se está poniendo en práctica ambientes sanos y seguros, con la aplicación del ISE (Integridad en el Servicio Eclesial), la actualización de las buenas prácticas para ambientes sanos y seguros, las nuevas orientaciones dirigido a las autoridades de la Iglesia con el objetivo de proponer herramientas que permitan transitar hacia procesos de reparación de quien han sufrido abuso.
Como nuevo obispo de Chile soy consciente de que la lacra de los abusos me acompañará durante toda la vida episcopal y tengo claro que para prevenir hacia el futuro y reparar hacia el pasado hemos de sostener con determinación esta apuesta eclesial, no relegarla en ningún caso. Más aún, como Iglesia hemos perdido casi toda la credibilidad con los abusos sexuales a menores. Recuperar la confianza depende de la respuesta que demos hoy, que exige sinceridad y coherencia, tomarnos en serio esta tarea, luchar contra la resistencia pasiva y actuar con decisión y sin titubeos.
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