lunes, 21 de noviembre de 2022

Al Evangelio por William Blake y un cura amigo

Fuente: Vida Nueva

(A FONDO. Catequesis de Adultos)
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

Rogelio Arias, conocido artísticamente como Roger de Flor, es un músico y compositor ferrolano que ha publicado discos como Os Silvestres o Apelón. Creación, esta última, en la que ya se bosquejó lo que algunos bautizaron como “pop místico” tras incluir una adaptación del poema Spring, del inglés William Blake (1757-1827), poeta, pintor, grabador y uno de los espíritus más evangélicos, heterodoxos, comprometidos socialmente y libres de su tiempo, lo que le llevó a tener varios choques con las instituciones eclesiásticas de su tiempo.

Aquí conviene retroceder cuatro años y acudir al principio de esta historia de encuentro con Dios: “Tenía un libro de Blake en casa, Canciones de inocencia y experiencia, pero nunca lo había leído. Hasta que una noche, tras llegar de fiesta y una discusión con mi entonces pareja, cogí el libro al azar y me metí solo en la cama. Inmediatamente, en cuanto empecé a leer los primeros versos, sentí que me decían algo. Cada poema me inspiraba y brotaban instintivamente distintas melodías en mi cabeza”.

Unas semanas después, emprendió en solitario un viaje en coche desde Ferrol hasta Italia. Fue un mes de “experiencia mística” en el que, acompañado de la antología de Blake, Ver un mundo en un grano de arena, iba tocando en la calle en cada sitio en el que pernoctaba. Acompañado únicamente de su guitarra, “iba apuntando ideas y sensaciones según iba leyendo. Así, me ocurrió algo increíble: en solo un mes, volví con más de 20 canciones compuestas; había días en los que escribía hasta dos”.

Más allá de la vivencia artística, el viaje le cambió la vida: “Me sentí misteriosamente acompañado en todo momento. Y era una compañía íntima que me cuidaba y me regalaba el calor de su cariño”. Así, cada canción que iba surgiendo lo hacía casi siempre en una situación análoga a la del propio poema que la inspiraba: “Recuerdo un día, viendo una puesta de sol en un parque, en La Toscana… Era idílico. A mi lado había una mujer cuidando y jugando con un niño y una niña. Abrí el libro y eran los versos de la canción La niñera. Otra vez, al cruzar la frontera con Francia, abrí el libro y Blake me decía: ‘Bienvenido, extranjero, a este lugar’. Y así con muchas cosas más. Fue mágico”. Casualidades o no, una noche lo cambió todo: “Tras ir a dormir como siempre al coche, se inició una tormenta brutal. Sentía que el cielo caía sobre mi cabeza. Decidí meterme bajo un túnel. Abrí el libro y apareció el poema El pequeño vagabundo. Todo tenía un fuerte simbolismo y sentía miedo, pánico, a la vez que me fascinaba un espectáculo en el que el poderío de la naturaleza se elevaba sobre la fragilidad del hombre. ´Cayeron unos rayos que sentí como una bomba y ocurrió… Dije: ‘Dios, si salgo de esta, me bautizo’”.

Hombre de honor (“nunca se falta a una promesa, y menos a Dios”), cumplió y, tras dejar pasar un tiempo a su vuelta, “le pedí una señal para que me guiara, pues no sabía cómo empezar. Mi padre es cristiano, pero alejado de la Iglesia institucional, y quiso que mis hermanos y yo decidiéramos de mayores si queríamos bautizarnos o no. Yo jamás había participado en una ceremonia religiosa y estaba perdido. Había tenido interés y leído sobre las otras grandes corrientes espirituales, como el budismo o el islam, pero siempre me había atraído de un modo especial la figura de Jesús de Nazaret”.

Fue entonces cuando llegó el signo buscado: “Vi una entrevista en la TVG al teólogo Andrés Torres Queiruga y encontré que era alguien inspirador. Tras contactar con él, tuvimos varias charlas que me ayudaron a profundizar en mi espiritualidad. Por mi forma de ser, me ofreció conocer al sacerdote santiagués Víctor Blanco Naveira, que tiene un hogar en A Raíña abierto a personas con todo tipo de espiritualidades. Aprendí mucho con él”. Tras seguir con su proceso de búsqueda, conoció a Xaquín Campo Freire, sacerdote muy implicado en la pastoral penitenciaria. Sus encuentros con él “me marcaron y me ayudaron a desmontar ciertos prejuicios religiosos que tenía”. Pero, tras tener que irse a realizar un curso a Madrid, él mismo le presentó a quien sería “mi gran maestro espiritual: Alfonso Gil, muy unido a Cáritas Ferrol y párroco en San Xoan de Figueira. Desde el primer minuto tuvimos una gran sintonía y encontré en él a alguien honesto, imbuido del Espíritu y reflejo de Jesús. Y muy humilde, siendo quien me abrió la puerta a muchas posibilidades para discernir y no dejar de hacerme preguntas”.

 

Un regalo

Para el propio sacerdote la experienciatambién ha sido muy especial: “Durante un año nos reunimos una vez a la semana y eran charlas de una riqueza enorme. Rogelio es un hombre sencillo y con gran capacidad para maravillarse por la naturaleza, buscando en ella la armoníaentre Dios y el hombre. Si le mencionaba a un autor, a la semana siguiente aparecía con un libro suyo… Como sacerdote, acompañarle en este proceso ha sido un absoluto regalo. Uno de los más bonitos que he tenido”.

Vivencia que comparte el artista, para quien Alfonso es “mi maestro, pero sobre todo mi familia. Me gusta seguir yendo cada vez que puedo a la parroquia a escuchar sus homilías y a saludarle. Somos amigos y es un gran ejemplo a seguir”. Un caminar que tuvo su día grande hace tres años, cuando se bautizó en la parroquia. Pese a que Rogelio había pedido “algo sencillo”, el sacerdote “organizó una gran celebración con muchos de los feligreses. También invitó al entonces obispo de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras, quien me bautizó, siendo Alfonso mi padrino”.

Pasado este tiempo, el joven no deja de caminar: “Sigo haciéndome preguntas, discerniendo, pero encontrándome muy cómodo en el cristianismo, al que encuentro muy racional. Me atraen sus valores y su forma de estar en el mundo. Por mi forma de ser, vivo la fe de un modo algo más individualista e íntimo, pero reconociendo siempre la importancia de la comunidad”. Hoy se siente aún más unido a William Blake, su otro gran maestro y compañero de viaje: “Fue un visionario, un místico. Muchos no le comprendieron, pero se comprometió con los más desfavorecidos y denunció lacras como la esclavitud o la pobreza infantil. Chocó con ciertos representantes de la Iglesia, en los que él veía falta de honestidad en el seguimiento del Evangelio. Le veían radical, pero solo fue alguien que alabó a Jesús hasta el momento de su muerte, cuando se despidió de su mujer ‘feliz’ y con la fe de ‘esperar la salvación’ de su alma”. Quien quiera acompañar a Roger de Flor en su viaje místico de la mano de

William Blake, puede sumergirse en Strange Mistery Flower, una serie de diez canciones en las que canta al gigante que escribió esto: “Aquel que desea pero no obra, engendra peste”. Nuestros dos místicos, uno de Ferrol y el otro de Londres, aun separados por dos siglos, han elevado una maravillosa alabanza al Señor de la Vida.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.