La lucha por Ucrania se trata nada menos que de la libertad de Europa. Por eso deberíamos soportar vivir en un hogar más frío, dice Jörg Himmelreich.
Fuente: DW
12/03/2022
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, impuso el martes (08.03.2022) una prohibición a la importación de petróleo ruso, en un intento por asestar "otro duro golpe" a la bárbara guerra de Putin en Ucrania. "Podemos dar este paso cuando otros no pueden”, dijo Biden.
Biden está señalando así a la trampa de suministro autoinfligida de dependencia excesiva de las importaciones rusas de petróleo y gas. La UE, y sobre todo la República Federal de Alemania, han caído en este riesgo desde 1998: los alemanes importan el 55 por ciento de su consumo de gas natural y más del 40 por ciento de su petróleo de Rusia.
Sin cambios a través del comercio
Durante décadas, el lobby de la industria energética alemana ha estado silbando la canción sobre la ausencia de peligro, debido a la dependencia energética mutua con Rusia: el enorme imperio necesita los ingresos del euro con tanta urgencia como Alemania necesita el petróleo y el gas rusos. El viejo eslogan "Cambio a través del comercio" también implicaba que los supuestos intentos de reforma del régimen de Putin serían apoyados. De hecho, el régimen solo fue reconocido para hacer buenos negocios.
Bajo la administración de los cancilleres Gerhard Schröder y Angela Merkel, la política federal alemana bailó a ciegas bajo el son de estas campanas. Los llamados "expertos" del Instituto de Energía de Oxford estrechamente relacionado con la Fundación de Ciencia y Política de Berlín (SWP), vinculada al gobierno, estuvieron de acuerdo, al igual que muchos otros llamados grupos de expertos. Las advertencias de Estados Unidos ya estaban desacreditadas per se por el "antiamericanismo" alemán latente. En cualquier caso, solo sirvieron para promover las exportaciones de energía de EE. UU. en beneficio propio de los estadounidenses.
Las advertencias de los gobiernos de Europa del Este y los pocos científicos independientes fueron rápidamente descartadas como reminiscencias de la "guerra fría" e ignoradas. Alemania está ahora atrapada en la trampa energética de la que se le advirtió durante décadas. Y Estados Unidos necesita sacar las brasas del fuego una vez más.
La venta de petróleo solo financia la guerra
Las exportaciones de petróleo y gas son las principales fuentes de ingresos de Putin para librar esta terrible guerra. Constituyen entre el 30 y el 40 por ciento del presupuesto estatal ruso. Las exportaciones de petróleo hicieron ganar a las empresas estatales de Moscú unos 180.000 millones de dólares en 2021. Y ahora, cada día se suman 500 millones de dólares, debido a la subida de los precios del petróleo. Mientras que las cifras de venta de gas no se quedan atrás, pues el año pasado esta exportación alcanzó los 62.000 millones de dólares, según el Banco Central de Moscú.
La guerra le cuesta a Putin alrededor de mil millones de dólares todos los días. Pero las reservas de divisas del banco central ruso ahora están congeladas, Rusia ya no puede pedir prestamos en el mercado internacional de bonos, sus bonos están a nivel de basura.
"El petróleo proporciona el dinero, el gas proporciona la energía", ha sido durante mucho tiempo el dicho en los círculos energéticos rusos. Entonces, si realmente quiere dañar a Vladimir Putin y su cleptocracia, y no solo a la población, entonces sus ingresos deben reducirse mediante un embargo de petróleo. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha dado el primer paso, y la UE debería hacer lo mismo rápidamente en su cumbre de Versalles.
Técnicamente, un embargo de este tipo sería bastante fácil de sobrellevar. Rusia abastece a menos del 5 por ciento de la demanda mundial. El mercado petrolero mundial está bien integrado: los petroleros pueden descargar su carga en cualquier parte del mundo. Rusia podría vender cantidades parciales a China e India, pero solo con importantes descuentos. Muchas naciones industrializadas también tienen grandes reservas de petróleo, algunas ya han sido liberadas. Estas reservas deberían durar varios meses. Y se persuadirá a varios exportadores de petróleo en todo el mundo para que aumenten sus volúmenes de producción.
Sin embargo, el siguiente paso es que el Gobierno alemán y la UE detengan también las importaciones de gas ruso. Esto perjudicaría aún más a Putin, ya que el gas solo puede desviarse de forma limitada. La Academia Alemana de Ciencias Leopoldina y reconocidos científicos alemanes consideran que una prohibición de importación también es aceptable para Alemania: recomiendan pasar a la adquisición de gas natural licuado (GNL) en el mercado mundial a corto plazo. El aumento de la generación de electricidad a carbón también podría reemplazar temporalmente al gas. En el caso de la calefacción, donde la demanda de gas es particularmente alta, una reducción de temperatura de solo dos grados podría resultar en una reducción significativa en el consumo de gas sin que nadie tenga que morir congelado.
La democracia en Europa está en juego
Por supuesto, los precios del petróleo y el gas subirán en Europa occidental. Por eso hay que apoyar a los ciudadanos de bajos ingresos y hay que eximir de impuestos a las empresas.
En vista de la falta de éxitos militares, Putin bombardeará a la población civil de las ciudades de forma más horrible – como ya lo ha hecho en Grozny y Alepo-. Pero si continuamos financiando esto con nuestras importaciones de gas y petróleo de Rusia, somos cómplices de estos crímenes de guerra. Solo con un rechazo consecuente a las materias primas rusas se podrá derribar el imperio fósil de Putin y su brutal cleptocracia. Las democracias liberales son más poderosas que cualquier autocracia. No hay nada menos que eso en juego. Eso debe valer cualquier precio para nosotros.
El Dr. Jörg Himmelreich es profesor afiliado en la École Supérieure de Commerce à Paris (ESCP), Campus Berlin. Ya en 2007, advirtió por primera vez sobre las acciones de Vladimir Putin en la revista "Internationale Politik" del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores.
(mn/ct)
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