El espejismo del retorno religioso: nostalgia clerical, liturgias pop y misticismo de elites.
Fuente: Religión Digital
07.11.2025
Hay fenómenos con sensibilidad espiritual como lux de Rosalía, el simbolismo del film Los domingos o los masivos conciertos juveniles de Hakuna— que indican que lo religioso conserva una fuerza estética y simbólica en la cultura. Pero esto no significa necesariamente una vuelta a la fe eclesial. Más bien evidencia que el anhelo de profundidad sigue vivo, aunque no encuentre un cauce institucional claro.
Muchos prelados, sin embargo, interpretan estos signos como confirmación de que la Iglesia está recuperando su centralidad social perdida. Pero es una nostalgia engañosa. Se corre el riesgo de confundir un destello cultural con un renacimiento religioso, de ver en cada guiño espiritual un retorno a la “religión de antes”, que "tapa" las incómodas heridas provocadas por la Iglesia, que todavía supuran: imposición violenta de la religión, abusos encubiertos, clericalismo estructural, descarte de mujeres y sacerdotes casados, etc.
La cultura —con sus poetas, músicos y narrativas cinematográficas— está planteando preguntas espirituales, pero no necesariamente está buscando los pastores de siempre con sus respuestas prefabricadas. Dorothee Sölle lo expresó con lucidez: “Cuando la religión institucional deja de hablar el lenguaje del sufrimiento, los artistas y los marginados lo hablan en su lugar.”
La tarea pastoral entonces no consiste en “adueñarse” de estos fenómenos, ni en utilizarlos como marketing proselitista, sino en escucharlos, discernir y aprender. En preguntarse por qué las nuevas generaciones buscan espiritualidad fuera de la religión instituida. Y en asumir que la Iglesia debe convertirse en un espacio donde la sed humana de justicia, belleza y compasión encuentre hogar.
El revival neocon: mística sin conflicto y fe sin pobres
Entre los sucesos más celebrados están Hakuna y movimientos similares. Sus adoraciones luminosas, su estética cuidada, sus cantos de sensibilidad afectiva y disciplina juvenil brindan una imagen atractiva para quienes anhelan ver iglesias llenas de jóvenes “alegres en la fe”. Sin embargo, estos grupos plantean desafíos teológicos y pastorales que no deben ocultarse bajo la alfombra del triunfalismo.
La espiritualidad que proponen es intensa pero políticamente aséptica: mucho brillo, poca carne; mucha emoción, poca compasión estructural. Una fe desconectada del sufrimiento del mundo corre el riesgo de transformarse en mero bienestar religioso, en un refugio emocional que evita preguntas radicales sobre justicia, desigualdad, migración, violencia o pobreza.
Metz definió esta tentación con claridad: “Religión burguesa del sentimiento”, capaz de consolar pero no de transformar. Y Sölle fue aún más incisiva: “Cuando la mística olvida el sufrimiento ajeno, se convierte en narcisismo espiritual”.
Este tipo de revival de -la fe como “experiencia” emocional para jóvenes de clases acomodadas- corre el riesgo de convertirse en la banda sonora religiosa de su statu quo. Es una fe amable, luminosa, pero desencarnada; con lágrimas sinceras, pero sin memoria del sufrimiento; con guitarras, pero sin margen para los crucificados de la historia.
Lucía Caram lo dijo sin rodeos: “La fe de Jesús no es teoría ni refugio emocional; es encarnación en el servicio. “(Religión Digital, 2.11.2025). Una adoración no disruptiva con el orden injusto del mundo termina siendo complicidad piadosa y “opio del pueblo”.
Por eso la Iglesia no puede celebrar estos movimientos como ovejas que vuelven al redil institucional. Más bien debe acompañarlos para que sus búsquedas espirituales se encarnen, tomen conciencia de sus sesgos de clase, se abran al dolor del mundo, abracen a migrantes, mujeres excluidas, pobres y descartados.
El desafío pastoral es profundo: ayudar a transformar una mística de consumo en una espiritualidad de compasión; pasar de las lágrimas ante el Santísimo a las lágrimas compartidas con los crucificados contemporáneos.
El discernimiento: escuchar al mundo antes que celebrarse a sí misma
La tentación clericalista más persistente consiste en interpretar todo fenómeno espiritual como una oportunidad para “recuperar fieles”, “volver a llenar los templos”, “reconquistar influencia” o “restaurar la religión de antes”. Pero la fe cristiana nunca fue una empresa de clientes espirituales. Es acontecimiento, no marketing. Es compasión, no prestigio. Es servicio, no poder.
Zygmunt Bauman definió este proyecto restauracionista como “retrotopía sacralizada”: el intento nostálgico de reconstruir un mundo que el Espíritu ya desmontó.
Por eso la Iglesia debe renunciar a la interpretación triunfalista de estos fenómenos y adoptar una escucha más humilde. En vez de ver en ellos un regreso de la religión institucional, debe preguntarse qué está diciendo el Espíritu a través de la cultura, qué voces emergen en las periferias, qué reclaman los jóvenes, qué heridas necesitan ser cuidadas. Metz decía: “El futuro de la fe no depende de su triunfo, sino de su compasión”.
Y Francisco lo amplía desde una clave pastoral imprescindible: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir que enferma por encerrarse.” (Evangelii Gaudium, 49)
La Iglesia debe escuchar. Necesita dejarse evangelizar por la sed espiritual del mundo actual, por sus luchas sociales, por sus movimientos de justicia, por la voz de mujeres silenciadas, víctimas invisibles de estructuras eclesiales y sociales. El Espíritu, decía Francisco, “llega antes que nosotros a las plazas”, para que no creamos que somos sus dueños.
Estos fenómenos contemporáneos no son un test para medir la salud del catolicismo, ni son la tabla de salvación de la Iglesia. Son llamadas, grietas, susurros. Son el recordatorio de que el mundo sigue buscando. Y la pregunta decisiva es si la Iglesia será capaz de acompañar esa búsqueda con humildad y compasión, o si preferirá reclutarla para un proyecto de restauración identitaria que no conduce al Reino de Dios.
Conclusión: un camino de esperanza — aprender, escuchar, encarnarse
La esperanza no es celebrar “retornos” religiosos que tal vez no existen, ni en instrumentalizar fenómenos culturales para reforzar un clericalismo moribundo. La esperanza nace allí donde la Iglesia se atreve a escuchar sin miedo, a discernir sin triunfalismo y acompañar sin controlar.
Fenómenos, entre muchos otros, como Rosalía, Los domingos o Hakuna no son la tierra prometida para reivindicar el poder perdido, sino oportunidades para abrir los ojos. Son señales de que el alma humana sigue buscando algo más, aunque sea en claves ambiguas o fragmentarias. Y también son reclamos a la propia Iglesia: a purificar su historia, a reconocer sus sombras, a abandonar la retrotopía sacralizada de la religión “de antes”, a renunciar al proselitismo superficial que tantas víctimas ha dejado.
El criterio final del discernimiento no puede ser la estética ni la cantidad de fieles, sino aquello que Jesús mostró como signo más claro del Reino: la compasión y la justicia, el cuidado de los descartados, la cercanía con los migrantes, con las mujeres excluidas, con los rotos del sistema —incluyendo los rotos que la Iglesia produce dentro de sí misma.
Metz nos recuerda que no hay fe sin memoria del sufrimiento. Francisco insiste en una Iglesia que se ensucie en las periferias. Sölle clama contra la mística sin carne. Gutiérrez nos grita desde los pobres que “la teología nace del clamor de los oprimidos, no del aplauso de los poderosos”.”
Por eso el futuro de la fe no pasa por reproducir viejas formas religiosas ni por coronar nuevos festivales devocionales. Pasa por caminar con humanidad, por escuchar donde el Espíritu habla hoy, por acompañar con ternura las búsquedas espirituales de nuestro tiempo sin domesticarlas ni utilizarlas.
Y, sobre todo, pasa por encarnar el Evangelio donde siempre comienza: junto a los crucificados. Allí —y no en los trending topics religiosos— el Reino de Dios sigue abriéndose camino.
poliedroyperiferia@gmail.com
Bibliografía fundamental
Papa Francisco: Evangelii Gaudium, 2013. Contra el clericalismo, el triunfalismo pastoral y la Iglesia autorreferencial. Fratelli Tutti, 2020. Enfatiza el “nosotros” inclusivo frente al individualismo espiritual. Christus Vivit, 2019. Importante para leer críticamente los movimientos juveniles. Laudato Si', 2015. Espiritualidad de justicia social unida a la justicia ecológica.
Teología política, memoria y sufrimiento: Metz, Johann Baptist. Memoria passionis, 2007 (ed. original 1977). Obra clave para comprender la crítica a una religión sin memoria del sufrimiento. Metz, Johann Baptist. La fe en la historia y la sociedad, 1979. Fundamenta la necesidad de una fe históricamente responsable. Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación, 1972. Base para la comprensión del vínculo entre fe, justicia y opción por los pobres. Gutiérrez, Gustavo. Beber en su propio pozo, 1983. Sobre la espiritualidad que brota del compromiso con los oprimidos. Sobrino, Jon. Jesucristo liberador, 1991. Profundiza en la centralidad del crucificado en la fe cristiana. Boff, Leonardo. Iglesia, carisma y poder, 1984. Crítica al clericalismo y a la estructura piramidal de la Iglesia.
Mística crítica y teologías de la resistencia: Sölle, Dorothee. Mística y resistencia, 1997. Obra imprescindible para la crítica a las espiritualidades evasivas. Lash, Nicholas. Theology on the Way to Emmaus, 1986. Sobre el discernimiento comunitario en medio de crisis culturales.
Crítica sociológica a la “retrotopía” religiosa y al triunfo del espectáculo: Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida, 2000. Sobre la inestabilidad y volatilidad de la vida moderna. Retrotopía. 2017. Analiza el deseo contemporáneo de volver a modelos idealizados del pasado. Bauman, Zygmunt. Vidas de consumo. 2007. Sobre la conversión de experiencias humanas en productos emocionales. Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. 1983. Clave para entender el trasfondo de espiritualidades sin densidad social.
Teología pastoral y crítica al clericalismo: Castillo, José María. La humanidad de Jesús, 2011. Para entender la fe desde la compasión y no desde el poder. Martini, Carlo Maria. Conversaciones nocturnas en Jerusalén, 2008. Sobre las crisis de credibilidad eclesial. Scannone, Juan Carlos. La teología del pueblo, 2013. Marco interpretativo para leer la religiosidad popular sin instrumentalizarla.
Abusos estructurales y credibilidad eclesial: Doyle, Thomas; Wall, Patrick; Dominic, Thomas. Sex, Priests, and Secret Codes, 2006. Sobre los mecanismos institucionales que permitieron el encubrimiento. Faggioli, Massimo. Catolicismo y ciudadanía, 2017. Para comprender los desafíos de la Iglesia en la esfera pública actual.Kepel, Gilles. La revancha de Dios, 1991. Aunque anterior, ilumina ciclos de “revival religioso” en clave crítica. Hervieu-Léger, Danièle. La religión, hilo de memoria, 2005. Fundamental para interpretar las espiritualidades líquidas.

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