La consejera de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico desgrana las líneas de acción de su Departamento esta legislatura
Fuente: DEIA
Por Idoia Alonso NTM
19/10/2024
La consejera vasca de Bienestar, Juventud y Reto Demodráfico, Nerea Melgosa. Jose Mari Martinez Bubu
Su aparente fragilidad física –aunque es una buena atleta– enmascara un verbo atropellado pero trabajado y unos firmes principios humanistas. Nerea Melgosa ha trasladado a su labor al frente del Departamento de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico la máxima que aprendió en casa: “No trates a los demás como no quieras que te traten a ti”. El avance de la melonización en la política migratoria de la Unión Europea y el debate casero sobre la distribución de los migrantes de Canarias se cuelan en una conversación que pretendía conocer cuál es la carta de intenciones de Melgosa para esta legislatura.
Aunque es de los pocos rostros que repiten en el Gobierno de Imanol Pradales, estrena cartera: Bienestar, Juventud y Reto Demográfico.
—Hablar de bienestar es una apuesta personal del lehendakari porque, a veces, es un concepto difuso: es todo y es nada a la vez. Hablando de bienestar queremos romper con la estigmatización que, en ocasiones, acompaña a las políticas sociales. Muchos estudios nos dicen que las personas no se acercan a pedir ayuda a un servicio social de base por el qué dirán, pero todo el mundo en un momento vamos a estar en ese punto. Creo que es una decisión acertada porque este enfoque pone a Euskadi, una vez más, en la punta de lanza en las políticas de bienestar.
¿Qué sentido tiene sacar Igualdad de un departamento en el que la labor de cuidados que desempeñan las mujeres tiene tanto peso?
—No creo que sea un problema dónde esté Igualdad en este momento aunque más del 50% de los cuidados recaiga en nosotras, por eso hablamos de un modelo de cuidados desfamiliarizado y feminista. Dicho esto, las políticas de igualdad no solo son cuidados, están presentes en todos los capítulos de la vida. En la familia y en la infancia sí, pero también en la salud, la educación o en lo laboral, donde no tenemos competencias. El lehendakari ha decidido centralizar las políticas de igualdad en Lehendakaritza para que todos los departamentos nos coordinemos y trabajemos de forma trasversal e interseccional como marca la Ley de Igualdad. Bienvenido sea.
“Queremos hablar de bienestar para romper con el estigma que acompaña a las políticas sociales”
Día sí y día también nos desayunamos con alguna tragedia en la Ruta Canaria. ¿Cuál es la postura del Gobierno vasco ante el ‘reparto’ de migrantes?
—Somos súper coherentes con nuestras políticas sociales, incluida la migratoria, ponemos a las personas en el centro. Lo que decimos es que quien tiene las competencias para poner orden en las políticas migratorias, en este caso el Gobierno español, que las ejerza. Lo hemos pedido por activa y por pasiva en el Congreso, en el Senado, a ministros, al presidente Sánchez. Que nos digan cuál es el plan estratégico de migraciones. La semana pasada se lo volví a pedir en persona a la ministra Elma Saiz. A mí me pueden hablar de medidas, pero si no hay planificación ni memoria económica, se apagan fuegos pero no se aborda un problema que no es coyuntural sino estructural.
¿Y por qué ese silencio?
—No lo sé, pero no será por no insistir. Canarias lleva mucho tiempo soportando una gran presión migratoria, pero antes fue Andalucía, Levante… Sabemos perfectamente que el Estado español está situado donde está y sabemos que hay redes que utilizan a estas pobres gentes, cortemos esto. Pero ese control lo debe ejercer quien es competente en la materia porque Euskadi no puede controlar la frontera, ni ordenar el tráfico de los flujos migratorios. Sabemos que necesitamos mano de obra y que todas las personas vienen en busca de una vida mejor tras abandonar sus países empujados por el cambio climático, las guerras, o la pobreza. Hablemos con los países de origen, formémosles allí en función de nuestros nichos de mercado. Y si lo que nos importa es que estos chicos tengan un futuro, jugándose la vida como se la están jugando, sentémonos a hablar del plan de contingencia, porque los gastos de las plazas y el acompañamiento sociolaboral de estos chavales sin referentes familiares los soportan las diputaciones. Hagamos una política de migración sostenible.
Según el último planteamiento del Gobierno Sánchez –cuota de migrantes por volumen de población– Euskadi tendría 500 plazas de más para acoger a estos menores frente a Madrid o Andalucía, que tienen 1.145 plazas y 839 menos de las que las correspondería. ¿Qué le sugieren estas cifras?
—A nosotros no nos han pasado ese documento, ni al Gobierno, ni a las instituciones competentes –diputaciones, Eudel– porque nos lo hubiesen dicho.
Pues se ha filtrado hace unos días.
—No hemos tenido Consejo Sectorial, quizás nos presenten ese documento ahí. Pero desde hace tiempo Euskadi ha planteado un reparto no solo por población, sino también por otros criterios como el PIB o el modelo de acompañamiento de estos críos y crías.
¿Habría que enmarcar en esta filosofía su “disconformidad” al centro de refugiados en la residencia de Arana (Gasteiz) que va a construir el Ministerio de Migraciones?
—Es que no es nuestro modelo, no es el modelo vasco de acogida. El Gobierno vasco se enteró que el Gobierno español iba a dar otro uso a la antigua clínica Arana, en concreto un centro de refugiados y personas en tránsito de 350 plazas. Cualquiera que conozca el modelo vasco de acogida sabe que es mucho más pequeñito, de casitas casi, para acompañar a las personas que han solicitado asilo, para darles un trato más familiar y poder trabajar con ellos en todo el tema de inserción social, formación, salud. Es un proceso mucho más comunitario. Meter a 350 personas cada seis meses, de forma rotatoria, no es nuestro modelo. De hecho todavía no nos han contado qué pretenden hacer ahí.
¿En serio?
—Sé que hay alguna institución que ha podido ir a Alcobendas, un recurso parecido a este pero de 80 plazas, que no tiene nada que ver con 350 plazas. Ese modelo aquí no nos gusta y se lo hemos dicho al ministerio en reiteradas ocasiones.
¿Qué me dice de los jóvenes migrantes ahogados en el río Bidasoa y de los cierres de la muga reinstaurados por Francia contra los que se ha pronunciado hasta el Tribunal de Justicia de la Unión Europea?
—El tema del Bidasoa fue muy duro y quiero mandar todo mi afecto a las familias de estos chavales. El director de Migraciones, Xabier Legarreta, colaboró en la repatriación de los cuerpos. Creo que el trabajo fue impoluto, tanto humana como profesionalmente. Además se ha hablado con las plataformas sociales para que avisen de las corrientes y de los riesgos del Bidasoa, y esperemos que no vuelva a ocurrir nunca más. Y cuando la frontera ha estado cerrada hemos acompañado al alcalde de Hendaia, al de Irun y a la diputada general de Gipuzkoa cuando se han manifestado en contra los cierres porque en la Unión Europea el tránsito de personas es libre.
Pero los aires en Europa soplan en la dirección contraria. El jueves muchos de los estados de la UE se mostraron a favor de deportar a campos de internamiento en terceros países a las personas que rescatan del mar organizaciones como el ‘Aita Mari’, validando así el modelo de Giorgia Meloni.
—Me produce mucha tristeza, primero como ciudadana europea. Cuando la UE se constituyó no creo que fuesen estos los derroteros que tenían que ser. Yo he estado en Lesbos, sé cómo son los campamentos y te puedo asegurar que no es lo mejor para nadie. Estar en Lesbos y ver a cómo estaban los niños, a mujeres que no podían salir porque tenían miedo, a hombres con la mirada perdida porque no sabían qué iba a ser de ellos, si les iban a deportar o no. La verdad es que nadie tiene derecho a hacer eso a otra persona. Sí, creo que hay que tener control sobre la migración, que hay que trabajar en frontera, pero no a costa de todo. Creo que la dignidad humana está por encima de todo. A mí me han enseñado en casa: No trates a los demás, como no quieras que te traten a ti. El Pacto Vasco de Migraciones es lo que dice y creo que por mucho que tengamos una presión migratoria, por mucho que la ultraderecha esté ganando adeptos, tenemos que poner pie en pared frente a la deportación a terceros países. La Europa que soñaron muchos después de la Segunda Guerra Mundial tiene que volver, con la luz de los Derechos Humanos, no con la luz de los barracones.
El declive demográfico se ve eclipsado, en ocasiones, por los grandes temas que copan el debate público como el auge de las extremas derechas, las guerras en Ucrania, Gaza y Libia o la Inteligencia Artificial. ¿Somos realmente conscientes del impacto que el reto demográfico tendrá en nuestras vidas a corto plazo?
—A veces creo que sí y a veces creo que no. La gente es consciente del problema del relevo generacional al que nos lleva una población cada vez más envejecida y no tener hijos, está claro que necesitamos más gente en edad productiva. Pero cuando empezamos a hablar de los cambios que hay que hacer para abrir las ciudades a las personas que protagonizarán ese relevo generacional en cualquier sector o que las personas que ahora cuidan a nuestros mayores son distintas a las que antes, ahí el discurso empieza a cambiar. Hay una dicotomía de discurso, sabemos hacia dónde nos lleva el declive demográfico pero aún no tenemos claro lo que va a acarrear.
¿Y qué va a acarrear?
—La pirámide de población en zigzag que nos enseñaron en la ikastola ahora es un árbol con un tronquito de base que sostiene una gran copa. Eso quiere decir que los gastos y las inversiones de las políticas públicas deben cambiar si queremos que el sistema social del bienestar sea sostenible y sostenido en el tiempo. La generación del Babyboom se va a jubilar ahora, lo que generará unos gastos determinados. Mal iremos si no hacemos un diagnóstico sobre la población, las demandas y las necesidades que surgen para luego hacer esa política pública.
Le he escuchado decir que el reto demográfico es una oportunidad. ¿Optimismo ontológico o hay razones para ver algún lado positivo en el envejecimiento y la crisis de natalidad?
—La palabra reto es positiva en sí misma. Además los y las vascas somos muy de retos, somos emprendedoras por naturaleza. La cuestión en que los retos nos llevan a cambios. Supertramp publicó un álbum titulado Crisis What Crisis? que habla de la potencialidad de la crisis. Lo importante es el diagnóstico, las políticas y sobre todo hacia dónde tenemos que ir. Y ahí, el lehendakari lo tiene claro.
El envejecimiento está en su máximo histórico. En Euskadi hay casi 170 mayores de 65 años de por cada 100 menores de 16 años. ¿Y qué harán para romper con el modelo familiarista de cuidados para transitar hacia otro comunitario liderado desde lo público?
—Hablamos de políticas del ciclo vital porque abarcamos desde la infancia hasta las personas mayores, teniendo en cuenta el mapa competencial de este país: ayuntamientos, prevención; diputaciones, personas mayores y dependencia; y Gobierno vasco que coordina y planifica para hacer las leyes que luego el Parlamento Vasco pueda desarrollar y ejecutar. Lo fundamental en el tema de cuidados es coordinarnos y tener clara la hoja de ruta y su ideario: misión, visión. Y creo que todas las instituciones compartimos ambas cosas. Todos queremos un modelo comunitario de cuidados con un liderazgo público. Los ayuntamientos y las diputaciones ya han hecho mucho trabajo en esa línea. Hay un Pacto Vasco de Cuidados tras el cual hay muchas asociaciones y entidades, está el Pacto de la Mesa Social, el Pacto del órgano consultor de Emakunde y el suscrito con las tres capitales y las tres diputaciones. Eso no quiere decir que no haya que seguir trabajando, pero siempre sumando a personas porque el cuidado es importante en todos los aspectos de la vida.
¿Las residencias entonces son cosa del pasado?
—Euskadi fue la única comunidad autónoma que evaluó el papel de las residencias en la pandemia covid-19 para ver lo que hemos hecho bien y lo que hemos hecho mal para no repetirlo. No obstante, expertos y académicos coinciden en que hay que tender hacia un modelo de residencia más cercano en el que las personas mayores, en este caso, se sientan en su hogar, atendidas y bien cuidadas. Yo no digo que las residencias no lo hagan, lo que digo es que las familias deben tener un mayor protagonismo en el diseño de las residencias, como en el proyecto Gizarea en Araba.
¿Qué medidas proponen para abordar los cuidados de un colectivo con mayor esperanza de vida, pero que quiere ser más autónomo?
—Cuando hablamos cuidados, hablamos del derecho a que nos cuiden y el deber de ser cuidado. Se está trabajando en un nuevo residencial, ahí está el Decreto de Residencias encima de la mesa y estamos estudiando todas las enmiendas para hablar con las diputaciones competentes. Me gustaría dejar una cosa clara. Hay una fijación, quizá sea inercia del pasado, por la que solo se habla de ratios de atención: cuántas cuidadoras, cuántos médicos, cuántas camas debe haber por servicio. Siendo eso muy importante, para nosotros lo es más la calidad, el cómo.
¿Y qué están haciendo al respecto?
—Hace quince días estuvimos en Madrid con el ministro Bustindui y le trasladamos que hay que empezar a trabajar en la calidad de la atención en las residencias y no tanto en los ratios. Es decir, hay que medir si una persona mayor está bien cuidada, que se la quiera, que tenga un buen apego y unas buenas relaciones. ¿Por qué no podemos avanzar hacia otro modelo de medición que en Europa ya se usa? Es interesante abrir el debate y lo abriremos con los colegios profesionales para saber hacia dónde tenemos que ir. En la reunión con el ministro nos dijo que hablásemos la nueva directora general del Imserso María Teresa Sancho, con quien ya hemos trabajado, porque ella también está interesada en este nuevo modelo de medición.
¿Sabe cuánto cuesta contratar de forma digna a dos cuidadoras para atender a una persona que necesite atención 24/7? En mi caso fue un mes y medio de sueldo al mes.
—No voy a valorar situaciones personales, y mucho menos cuando estamos hablando de las personas a las que más amas en este mundo.
Aunque existen ayudas por la dependencia, no dejan de ser un parche en la economía de una familia trabajadora. ¿Cree que los canales de acceso a la información sobre los servicios y apoyos existentes llegan a quienes deben llegar en el momento en el que se precisan?
—Soy una persona muy preguntona, me gusta preguntar todo. Entonces si necesito preguntar muchas cosas es porque realmente no encuentro la información donde la tengo que encontrar. Si yo, mujer de 54 años, digo: ¿Dónde puedo encontrar este servicio? Si quiero una falta, Google te lleva directamente. Pues cuando hablamos de derechos debería ser algo igual. Hemos trabajado muchos años en la Cartera de Servicios y en que los derechos sociales son derechos, por tanto, hay que decirle a las personas cómo acceder a lo que necesitan.
¿Hay margen de mejora?
—Llevamos un tiempo trabajando para un portal para que la gente pueda encontrar lo que necesita y qué institución es competente, introduciendo dos o tres criterios de búsqueda. La idea de este portal es ayudar a la gente a tocar la ventanilla que debe tocar. En estos momentos estamos realizando las últimas comprobaciones con gente de la casa y con usuarios, y lanzaremos esta plataforma cuanto antes.
Le hacía la pregunta anterior no por aludir a una cuestión personal, sino para responder a lo que ha dicho sobre el estigma que aun pesa sobre los servicios sociales. Creo que la sociedad vasca no ve las ayudas de forma asistencialista sino como un derecho, el problema es cómo hacerlo efectivo.
—Sí, sí, le he entendido. Pero he sido concejala del Ayuntamiento de Gasteiz y allí los servicios sociales están dentro de los centros cívicos y es así por algo. Porque cuando una persona entra a un centro cívico a nadie le importa si va a la piscina, a la biblioteca o a la asistente social. A mí siempre me han dicho que los servicios sociales son como el médico de atención primaria, después están las diputaciones-hospitales y luego el Gobierno vasco. Las personas tienen toda la dignidad para acudir donde tengan que acudir, luego hay que explicar bien y que la información sea accesible. Eso es lo que vamos hacer.
Por fin una ‘ventanilla única’ on line.
—Para evitar la brecha digital de algunas personas mayores, vamos a trabajar esta cuestión con los centros de mayores y otras fórmulas. Bueno, aunque hay personas que se acaban de jubilar que tienen una experiencia y un know how mucho mejores que el mío.
¿Qué van a hacer para incentivar la natalidad?
—Vamos a empezar a enfocar bien el debate, porque igual hay mujeres que no tienen hijos porque no quieren. Una de las últimas encuestas del Observatorio de la Juventud apunta a que quizás estemos también ante un cambio de valores. Hay que darle una vuelta a los estudios sobre el reto demográfico desde una perspectiva de género porque si a ti o a mí nos preguntasen por qué no queremos tener hijos, la respuesta seguramente sería distinta si se la hiciesen a nuestros compañeros, sobre todo dependiendo del momento de nuestra vida profesional, académica o incluso de vida.
¿Habrá ayudas?
—Seguiremos con ayudas de 200 euros a las familias con hijos e hijas a cargo en la etapa de 0-3 años extendiéndolas de forma progresiva a los 7 años, y a los 10 años para las familias numerosas y monoparentales y de 100 euros en la etapa 4-7 en terceras y sucesivas hijas e hijos. Luego estarían los permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles que se subirán de las 18 o 20 semanas, según convenio, hasta las 24 semanas.
¿Cuándo entrará en vigor?
—El año que viene aprobaremos la Orden y entrará en vigor a lo largo del año que viene.
Precariedad laboral, alquileres demenciales … ¿Qué acogida está teniendo Emantzipa, las ayudas a la emancipación juvenil?
—Vamos a facilitar que más jóvenes tengan acceso a una vivienda, impulsando mejoras en el programas Emantzipa, que da 300 euros al mes durante dos años a los jóvenes entre 25 y 29 años para pagar el alquiler o la hipoteca. Entre otras medidas incrementaremos el límite del importe de los ingresos anuales hasta 30.000 euros. Es verdad que son unas ayudas que llevan poco tiempo, que ha habido un incremento de la demanda y que hay que evaluar su funcionamiento.
¿Han detectado si estas ayudas han provocado una subida de los precios de los alquileres?
—Vamos a evaluar cómo están funcionando las ayudas y si inciden o no en el mercado de alquiler porque poner muchos productos sobre la mesa sin valorarlos no tiene sentido y menos en un sector, como el inmobiliario, tan cambiante.
Las ayudas están genial, qué duda cabe. Pero, ¿qué puede hacer el Gobierno vasco para combatir la falta de oferta de vivienda?
—Nadie puede desarrollar un proyecto vital si no tienes una vivienda, esto es como los pájaros, necesitas un nido. Creo que el consejero de Vivienda ya ha anunciado un parque de vivienda para personas jóvenes, nosotros tenemos el programa Emantzipa y los ayuntamientos tienen muchas herramientas en sus manos en materia urbanística a través de los PGOU, la declaración de zona tensionada, el IBI. Se están dando pasos. También estamos trabajando en viviendas intergeneracionales en distintas ciudades, como KUBU. En la política de vivienda hay que ser creativos.
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