El presidente de la Conferencia Episcopal Española alerta de un «proyecto desfamiliarizador» y neopagano, «teledirigido» por las élites del «capitalismo neoliberal global», «el giro individualista del Estado del Bienestar» y «el progresismo cultural». Y pide volver «a la Alianza con Dios»
Fuente: El Debate
12/05/2024
Nos encontramos en una gran mutación social», que no es un fruto espontáneo de las «transformaciones tecnológicas y económicas» de las últimas décadas, «sino impulsado por un intento deliberado de deconstrucción o desmontaje de la cosmovisión cristiana», a través de «un guion bien trazado, con calendario y finalidades tremendas». Esta es la denuncia que ha expresado monseñor Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española, a través de las páginas del último número de La Antorcha, la revista por suscripción gratuita que edita la ACdP.
Intento decidido de transformación
En un artículo titulado «Ante la desvinculación, una propuesta de Alianza», el también arzobispo de Valladolid apunta que hoy asistimos a un «intento decidido de transformación antropológica, que hace juego con el sistema económico dominante y con una propuesta de estilo de vida y de organización de la convivencia que hace posible dicha transformación».
Así, monseñor Argüello repasa cómo hoy «el nihilismo crece» y, «en consecuencia, se hacen muy difíciles los compromisos estables y la vivencia de la fe». De este modo, «la vida humana queda desarraigada, sin ningún anclaje divino ni verdad absoluta; la norma suprema del comportamiento llega a través del consenso social positivista, y todo queda a merced de los intereses de quienes pueden imponer su voluntad».
En línea con la cultura del descarte tantas veces denunciada por el Papa Francisco, el recién elegido presidente del episcopado Español lamenta que en la nueva estructura social que se pretende imponer «los más débiles y pobres quedan excluidos y no son tenidos en cuenta» y «los jóvenes experimentan un extraño malestar, pero no saben bien por qué». Y en mitad de «esta incertidumbre, el nuevo imperio digital, que quiere borrar la distinción entre lo verdadero y lo falso, la realidad y la ficción, el bien y el mal, se ofrece como guía que perfila nuestro rostro y calcula nuestras decisiones».
Una propuesta neopagana
«Todo este proceso de transformación no ocurre solo de manera automática como consecuencia de transformaciones tecnológicas y económicas, sino que es impulsado por un intento deliberado de deconstrucción o desmontaje, en concreto, de la cosmovisión cristiana», señala monseñor Argüello. Más aún, insiste en que «pareciera que hay un guion bien trazado con calendario y finalidades tremendas», puesto que «emerge, teledirigida, una propuesta neopagana que pretende construir una sociedad nueva, para lo cual es preciso deconstruir».
Así, en palabras del arzobispo vallisoletano, «asistimos a un constructivismo antropológico en las muy extendidas corrientes ideológicas de género y en la aceptación social del aborto y la eutanasia; un constructivismo histórico y también pedagógico, reforzado con el dominio de la escuela». Y «todo ello ocurre de manera indolora, pues la cultura de masas, basada en emociones y sensaciones, está logrando que este proceso de derribo se viva de manera casi indiferente, más aún como un logro de la libertad», apunta el prelado.
La consecuencia de todo ello, según apunta el prelado, es «la desvinculación y la desconfianza, la fragmentación de las vidas, la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista de relaciones efímeras» hasta el punto de llegar a «la desvinculación respecto del propio cuerpo, de la realidad, del otro y de Dios».
En palabras del nuevo presidente del Episcopado, esta ruptura de los vínculos «genera desesperación y desconfianza», y está detrás de «muchas de las actitudes reactivas que sufrimos hoy en día». Y cita, por ejemplo, «los populismos, los particularismos nacionalistas, el individualismo, los radicalismos de la ideología de género, el fundamentalismo, la xenofobia o la aporofobia».
Corrientes anti familia
Este intento deliberado por propiciar un cambio social y antropológico afecta de un modo destacado tanto a la familia como a la Iglesia, señala monseñor Argüello, puesto que «la crisis familiar y la creciente secularización se apoyan la una a la otra».
Mientras que «en la familia se recibe la vida y en ella se inician experiencias elementales e integrales de la vida humana: amar y ser amado, hacer y colaborar, el descanso, la fiesta y el duelo», hoy, «la nueva comprensión de la persona y de la familia, inseparable del sistema de producción y consumo, afectan a la vida, los afectos, el trabajo y el descanso», apunta.
Así, «estas nuevas corrientes antropológicas, económicas y políticas prometen una libertad igualitaria, pero generan un malestar que quiere ser satisfecho con más y más derechos, que en nombre de la no discriminación y la igualdad van haciendo surgir populismos e identidades de todo tipo, que quieren saciar la sed que el propio proceso está provocando», apunta.
Capitalismo neoliberal, individualismo y progresismo cultural
Como denuncia el arzobispo vallisoletano, «en este proyecto «afamiliar» o «desfamiliarizador» de la vida en sociedad convergen el nuevo capitalismo neoliberal global, que redefine la familia como contrato libre y temporal entre individuos; el giro individualista del Estado del Bienestar, dirigido a liberar a los individuos de las dependencias que generan los otros; y el progresismo cultural, que pretende la destrucción de vínculos familiares y comunitarios elementales desde el empoderamiento de individuos y colectivos identitarios diversos».
Ante semejante radiografía social, el presidente del episcopado español reclama, en primer lugar «generar ámbitos adecuados para la acogida y desarrollo de las personas y la imprescindible amistad civil para organizar la convivencia», reivindicar «la importancia de la vida familiar y comunitaria que la Iglesia propone y precisa» y, ante todo, volver los ojos a Dios, de un modo singular, a la presencia de Cristo en la Eucaristía.
La necesidad de volver a Dios
«Ante la desvinculación –señala Argüello–, queremos poner el acento en la alianza que Dios sella con la humanidad; en la alianza matrimonial y en las alianzas entre las personas y los pueblos. Todo ello, iluminado en la Alianza nueva y eterna que Jesucristo sella con su sangre, rompiendo los 7 sellos que parecían cerrar el libro de la historia en el abatimiento y la desesperanza».
Y concluye: «Acogida esta Alianza, es posible perder el miedo a los vínculos y generar alianzas, desde la matrimonial a la social y comunitaria, que reviertan la deriva individualista y de deconstrucción que amenaza nuestra convivencia, e impulsen un proyecto de familia de familias que contribuya a la convivencia fecunda y al bien común».
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