170 sacerdotes alemanes desafían el Magisterio
Valerio Gigante
36732. Friburgo-Adista
Los divorciados “viven plenamente en la iglesia”, ha manifestado Benedicto
XVI en Bresso, el pasado 3 de junio, durante la misa final conclusiva del VII
foro mundial de las familias. Declaración de alcance, recogida por los
periódicos y las televisiones. Pero de ninguna importancia práctica. Que los
divorciados formen parte de la Iglesia, en cuanto bautizados, es algo que nadie
puede negar, incluso entre los prelados más conservadores.
Sobre todo, si,
después de dar por finalizado el matrimonio, no han contraído otro. La cuestión
-la que sigue en pie- es la posibilidad de que los divorciados que se hayan vuelto
a casar, o que convivan, puedan participar en la eucaristía y en los demás
sacramentos.
Sobre este punto el Papa ha reiterado lo que la Iglesia jerárquica nunca ha
querido cuestionar, a pesar de las solicitudes y las presiones que proceden desde
su mismo interior, y ya no sólo desde la base eclesial, sino también desde
amplios sectores del clero (especialmente en las diócesis del centro y norte de
Europa, además de América del Norte), así como de varios teólogos, obispos y
cardenales. Por ejemplo, el cardenal Carlo Maria Martini que, en varias
ocasiones, ha deseado que se adopten decisiones más abiertas en este sentido.
Pero no es una mera coincidencia que Ratzinger haya hablado de este asunto precisamente
en Milán. En esta diócesis hay, en efecto, una fuerte sensibilidad sobre el
tema, dado el alto número de separaciones y divorcios, a diferencia del resto
de Italia. Además, como en su día informó Adista (Adista noticias n. 13/12), durante
el Consejo presbiteral diocesano del 30 de enero pasado (sobre cuyo contenido no
se ha difundido ninguna nota o comunicado de prensa), Don Aristide Fumagalli
propuso que se debatiera la situación de los divorciados vueltos a casar y la
prohibición que pesa sobre ellos de acceder a los sacramentos. Sin embargo, el
cardenal Angelo Scola expresó su rotunda negativa, incluso a la misma
posibilidad de que se abriera un debate sobre el tema. La moción, retomada por
otro sacerdote, Mons. Juan Giavini (un anciano biblista muy conocido en la diócesis),
fue sometida a votación y rechazada con 13 no, 7 sí y 27 abstenciones. Un
resultado que impedía que se abriera el debate, pero que mostraba también el limitado
consenso del que goza el nuevo Arzobispo ante los exponentes más
representativos del clero diocesano.
En nuestros días, un grupo de sacerdotes y diáconos de la diócesis de
Friburgo (Alemania) ha reabierto la cuestión publicando a finales de mayo un
manifiesto en Internet (http://www.memorandum-priester-und-diakone-freiburg.de/?page_id
273) titulado “Divorciados vueltos a casar en nuestra Iglesia”, que ya ha
alcanzado las 170 firmas. En el documento se afirma que el tema de los
divorciados vueltos a casar se ha convertido actualmente en “particularmente
urgente” y “no consiente más retrasos”.
Los sacerdotes y los diáconos citan diversas publicaciones que en el mundo
eclesial alemán han planteado la cuestión de una readmisión a los sacramentos de
los divorciados vueltos a casar. Entre ellas se encuentra también el memorándum
“Por una inflexión necesaria” promovido en febrero de 2011 por 143 teólogos de
lengua alemana, suscrito finalmente por más de 300 académicos de facultades
católicas (Adista núm. 12, 15 y 17/11) y firmado también por diversos
representantes del clero de Friburgo (http://www.memorandum-priester-und-diakone-freiburg.de/?page_id
13).
La acción pastoral con los divorciados vueltos a casar, según los
sacerdotes y diáconos de la diócesis de Friburgo, debe estar presidida por la
caridad, desde el momento en que la salvación de las almas constituye la ley
suprema (“salus animarum suprema lex”, escriben, citando el último canon, el
1752, del código de Derecho canónico). Por eso, aunque son conscientes de “actuar
contra las normas canónicas actualmente vigentes en la Iglesia católica romana”,
los firmantes sostienen que en sus comunidades “los divorciados vueltos a casar
comulgan y reciben los sacramentos de la reconciliación y de la unción de los
enfermos, con nuestro consentimiento”. Pero hay más. “También participan en el Consejo pastoral
parroquial, en la catequesis y en otros servicios pastorales”. “Hasta ahora -explican
los firmantes- hemos vivido esta situación en la esperanza de que en breve se adoptase
una decisión gracias a la cual estas personas tuvieran, oficialmente y sin
discriminaciones, un papel en nuestra Iglesia en conformidad con el Evangelio. Consideramos
urgentemente necesaria una nueva normativa canónica para ellos y para nuestra
Iglesia y no queremos apoyar durante más tiempo esta contradicción”.
Entretanto, una nota de la archidiócesis de Friburgo ha catalogado la
iniciativa de los sacerdotes y diáconos
de Friburgo como “no útil y no constructiva”, además de indebidamente “amplificada
por los medios de comunicación”. Si es cierto que un sacerdote está facultado
para adoptar “en conciencia” una elección “responsable y fundada” en algunos
casos concretos, sin embargo, es inaceptable que se convierta en una praxis
“general e indiferenciada”.
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