FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI, DIA DE LA CARIDAD
(10 de Junio de 2012)
BUSQUEMOS EL BIEN DE TODOS
Celebramos la solemnidad del Corpus Christi y, en
ella, el Día de la Caridad ya que el Cuerpo entregado y la Sangre derramada
del Señor constituyen para nosotros a través de la historia, el mismo y único
sacrificio redentor de Jesucristo, que es la manifestación mayor de su amor a
los hombres.
En la Eucaristía «la unión con el Señor nos lleva al
mismo tiempo a la unión con los demás a los que él se entrega»[1] y «nos hace
testigos de la compasión de Dios» por cada hermano y hermana[2]que sufre. Por eso, al contemplar en esta festividad el
misterio de la vida entregada por amor, que es la Eucaristía , nuestra
mirada y nuestro corazón de pastores se dirigen a todos los hermanos que sufren
cualquier necesidad en su cuerpo y en su alma. Para todos ellos tuvo Jesucristo
gestos de atención y de ayuda.
En estos años se hacen más perceptibles las carencias personales a causa de la crisis que estamos sufriendo. De una forma u otra todos tenemos presente el drama de la pobreza, el hambre y la exclusión social. A las víctimas de estas situaciones queremos ofrecer la entrega solidaria y el mensaje de esperanza que nacen del amor de Dios. Él es la fuente de la caridad fraterna. Queremos también manifestar nuestro agradecimiento sincero a todos los que ponen sus bienes, su tiempo y su esfuerzo al servicio de los pobres, de los marginados y de los más desposeídos. Agradecemos, también, las oraciones de quienes encomiendan a Dios los hermanos que sufren necesidad, para que les fortalezca en los trances difíciles.
En estos años se hacen más perceptibles las carencias personales a causa de la crisis que estamos sufriendo. De una forma u otra todos tenemos presente el drama de la pobreza, el hambre y la exclusión social. A las víctimas de estas situaciones queremos ofrecer la entrega solidaria y el mensaje de esperanza que nacen del amor de Dios. Él es la fuente de la caridad fraterna. Queremos también manifestar nuestro agradecimiento sincero a todos los que ponen sus bienes, su tiempo y su esfuerzo al servicio de los pobres, de los marginados y de los más desposeídos. Agradecemos, también, las oraciones de quienes encomiendan a Dios los hermanos que sufren necesidad, para que les fortalezca en los trances difíciles.
Somos conscientes, además, de que el mandamiento
del amor al prójimo no se reduce a la atención de los más pobres y desposeídos,
sino que se refiere a todos los hombres y mujeres. Por ello, sentimos la
responsabilidad de orar, también, por quienes causan estos desórdenes y por
quienes los consienten con su actitud pasiva desde puestos de responsabilidad.
Pedimos al Señor que les ayude a tomar conciencia de su error y les conceda luz
y fuerza para superarlo.
La pobreza y la exclusión social crecen entre nosotros de manera
alarmante
Los efectos de la crisis[3]están afectando de manera dramática a un número creciente de
personas. Baste recordar algunos de los datos que nos ha dado Cáritas
Española en el último informe sobre
exclusión y desarrollo social en España durante los
últimos cuatro
años[4]. La tasa de desempleo en España durante el año 2011
fue la más alta de todos los países de la Unión Europea ,
alcanzando niveles insostenibles del 23% de la población activa, y situando al
49% de los jóvenes sin acceso al trabajo. Uno de cada cuatro españoles está en
situación de riesgo de pobreza y exclusión social, consecuencia, en muchos
casos, de la pérdida de la vivienda y del trabajo. El número de hogares con
todos sus componentes activos en paro ha alcanzado la cifra de 1.425.000, y de
ellos 580.000 tampoco reciben ingresos de prestaciones sociales. Por otra
parte, la precariedad laboral está generando un sentimiento de temor a perder
el trabajo. El Papa Benedicto XVI, reflexionando sobre este problema dice: “El estar sin trabajo mucho tiempo,
o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la
libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales,
con graves daños en el plano psicológico y espiritual”.[5]Consiguientemente una pobreza de orden material genera otra
de orden espiritual. La necesidad de las personas, entonces, es mayor; y su
solución más compleja y urgente; “como
consecuencia, se producen situaciones de deterioro humano y de desperdicio
social”[6].
La pobreza en sus distintas formas se
ha hecho más extensa, más intensa y más crónica. Mientras tanto, estamos dando paso a
una sociedad más injusta en la que la brecha entre ricos y pobres se hace cada
vez más profunda, y aumenta entre nosotros más que en el resto de Estados de la Unión Europea. Ello
hace que, un tercio de la población declare tener dificultades para llegar a
fin de mes, mientras que otros servicios de lujo han aumentado sus beneficios.
Por otra parte, abriendo la mirada a la realidad mundial, no podemos olvidar
que una de cada seis personas no sabe si comerá hoy[7].
En este contexto, en que muchos cristianos, y
hombres y mujeres de buena voluntad, se preguntan angustiados qué podemos
hacer, nuestra mirada se dirige a Jesucristo presente en la Eucaristía. En este
sacramento se manifiesta especialmente el amor de Dios que estimula en nosotros
el ejercicio de la caridad en la forma y grado que a cada uno corresponde.
Ante las necesidades ajenas, Jesucristo se
conmueve y muestra su rostro compasivo. Su ejemplo nos enseña que la verdadera
compasión comienza por estar solícitamente atentos a las necesidades de
los otros y hacer todo lo posible por remediarlas. Cuando Dios se conmueve ante
el drama social, político y religioso de su pueblo, actúa también y mueve
su brazo salvador por medio de Moisés[8]. Jesucristo, con palabras y gestos, lleva a cumplimiento y
plenitud la compasión operante de Dios. Y, queriendo contar con los suyos, dirá
a sus discípulos «dadles
vosotros de comer»; aunque sabe que aquello con lo que cuentan
resulta insuficiente para la gran masa hambrienta y necesitada.[9]Jesucristo, en este signo eucarístico nos muestra muy
claramente que la primera obra de caridad es manifestar a las gentes la verdad
de Dios, el rostro de Jesucristo[10]. De modo inseparable nos enseña a salir al paso de las
necesidades materiales del prójimo. Pero, sobre todo, nos da a entender que “el pan de Dios es el que baja del
cielo y da vida al mundo…” (Jn
6, 33). Y cuando le pidieron de ese pan, Jesucristo contestó: “Yo soy el pan de vida. El que
viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” (Jn 6, 35).
En la multiplicación de los panes y los peces y
en las palabras que Jesucristo dirige a quienes, por ello, querían proclamarle
rey, quedan establecidas las condiciones o intenciones fundamentales de la Caridad cristiana. La
verdadera caridad mira también el alma; y, en la forma oportuna, incluye, por
ello, también la intención evangelizadora. El testimonio de la entrega de sí
mismo que hace Jesucristo abre el corazón a la esperanza en la vida eterna. Por
eso puede decirnos: “el pan
que yo os daré es mi carne para la vida del mundo”.[11]“El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de
caridad, justicia, paz y desarrollo, forma parte de la evangelización, porque a
Jesucristo que nos ama, le interesa todo el hombre”.[12]
No olvidemos que “para que el don no humille al
otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser parte del
don como persona”.[13]
Jesús «bendice» y «parte», los alimentos, en clara referencia a la Eucaristía ; y los
discípulos fueron los encargados de repartirlos. Todos comieron y todavía sobró.
La compasión de Jesús se ha traducido en partir y repartir el pan. Así, el
signo de la multiplicación de los panes anticipa el verdadero milagro, el de la Eucaristía , en que
Jesús se nos da a sí mismo como pan partido y repartido, como vida totalmente
entregada para la vida del mundo. Lo poco, por la acción del Señor
todopoderoso, ha sido más que suficiente para muchos. Y Jesús, al darnos su
Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía , no sólo nos
enseña a compartir el pan, sino a hacer de nuestras vidas una mediación de su
amor a los más desposeídos. El Señor ha querido necesitarnos para llevar la luz
y la vida a los que carecen de ella; luz que nos permite conocer la verdad, y
vida que, como el agua prometida por Jesús a la Samaritana , salta hasta
la vida eterna.[14]No podemos olvidar que la Eucaristía nos abre al
conocimiento y a la experiencia de Dios que es nuestra mayor necesidad; por
tanto, la más importante obra de caridad.
No busquemos nuestro propio interés, sino el bien de todos
En momentos difíciles tenemos la tentación de refugiarnos cada uno en nuestra
seguridad y ceder al “sálvese quien pueda”, o caer en actitudes fatalistas[15]. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante la situación
de extrema necesidad que viven muchos hermanos nuestros, pensando que no
podemos hacer nada con nuestras limitadas fuerzas.
«Que nadie
busque su interés, sino el del prójimo»,[16]sabiendo que buscar el bien de todos por encima del propio
implica hoy tres urgencias o llamadas que nos atrevemos a proponer. Tengamos en
cuenta que el Señor, para llevar a término su plan de salvación ha querido
necesitar nuestra colaboración libre y sincera.
Es hora de pasar de la compasión a la acción
No es posible vivir ajenos a los cinco millones y
medio de hermanos nuestros que no tienen trabajo; a las miles de empresas
abocadas a reducir plantillas o a cerrar las puertas; al millón y medio de
familias con todos sus miembros en paro. Tampoco podemos ser insensibles ante
algunas formas de actuar de personas e instituciones que, llamadas de un modo
especial a orientar sus proyectos y acciones con justicia y transparencia
no son ejemplares en el ejercicios de estos deberes. “Se requiere que las finanzas
mismas, que han de renovar necesariamente sus estructuras y modos de
funcionamiento tras su mala utilización, que ha dañado la economía real,
vuelvan a ser un instrumento encaminado a producir mejor riqueza y desarrollo”[17]. Por la misma razón, “la
gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus
propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen a la
vida de la empresa: trabajadores, clientes, porveedores de los diversos
elementos de producción, la comunidad de referencia”.[18]Sin pretender alusiones a personas o instituciones concretas
deberemos tener muy en cuenta para la reflexión de todos los interesados que “el desarrollo es imposible sin
hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan
fuertemente en su conciencia la llamada al bien común”.[19]
Es tiempo de convertirnos pasando de la compasión
a la acción, y asumiendo un claro compromiso en favor de los más necesitados.[20]Nuestra preocupación por los pobres y los que sufren «debe
traducirse, a todos los niveles, en acciones concretas hasta alcanzar
decididamente algunas reformas necesarias».[21]Debemos vencer la tentación de crear necesidades para
promover principalmente el desarrollo económico. Por el contrario, ha de
procurarse satisfacer necesidades de las personas para promover su desarrollo integral.
Es imprescindible mirar a la persona como sujeto de desarrollo, miembro de la
comunidad humana, y no como simple consumidor. Hay que lograr que las
relaciones de mercado estén sujetas a las exigencias morales de reciprocidad
solidaria, como demanda una justa economía social de mercado.[22]
Cada uno debemos asumir sinceramente nuestra responsabilidad
“Defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y
testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad”.[23]El Señor nos enseña y nos invita a hacernos
cargo del otro. Hoy sigue Dios pidiéndonos que seamos responsables de nuestros
hermanos.[24] Aquella pregunta
con la que Dios pide
cuentas a Caín sobre su hermano, es la pregunta que se nos hace a todos
nosotros en este momento histórico: ¿Tú, financiero, empresario, funcionario,
sindicalista, empleado..., qué has hecho de tu hermano? Y no vale responder
como Caín: “¿Soy acaso guardián de mi hermano?”.[25]No vale decir: yo me ocupo de lo mío y nada tengo que ver con
mi hermano, “Al conformarse
con Cristo redentor (como se
nos ofrece en la Eucaristía ),
el hombre se percibe como criatura querida por Dios y eternamente elegida por
El, llamada a la gracia y a la gloria en toda la plenitud del misterio del que
se ha vuelto partícipe en Jesucrito. La configuración con Cristo y la
contemplación de su rostro infunden en el cristiano un insuperable anhelo por
participar en este mundo, en el ámbito de las relaciones humanas, lo que será
realidad en el definitivo, ocupándose en dar de comer, de beber, de vestir, una
casa, el cuidado, la acogida y la compañía al Señor que llama a la puerta (Mt
25, 35-37)”.[26]
Todos estamos llamados a compartir haciendo
verdad en nuestra vida el lema de Cáritas en este año para el Día de la Caridad : «Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan
vivir».
Debemos dar cabida a la gratuidad
Esto requiere gran dosis de generosidad; por eso hacemos una última llamada a
la gratuidad. Trabajemos por la justicia para que todos vean respetados sus
derechos. Pero, si de verdad queremos y buscamos el bien de todos,
especialmente de los más pobres, habrá que sobrepasar, muchas veces, la
justicia legal con la gratuidad propia de la caridad cristiana. La debilidad de
unos, la torpeza de otros y las limitaciones de todos, pronostican la presencia
de los pobres a través de los tiempos haciendo necesario el ejercicio de la
caridad en aras de la justicia social y del bien común. Jesucristo ya nos
advirtió que los pobres los tendríamos siempre entre nosotros. (cf. Mt 26, 11).
Nuestras decisiones y opciones en el campo
económico, social y político no se deben sustentar
sólo «en relaciones de
derechos y deberes sino, antes y más aún, en relaciones de gratuidad, de
misericordia y de comunión»[27].“Es importante urgir una reflexión sobre los deberes que los
derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario”.[28] Ello supone que esta
reflexión debe hacerse teniendo en cuenta la opción cristiana por los
pobres y la realidad de los más débiles y desposeídos.[29]
Conclusión
Que Jesús Eucaristía, vida gratuitamente
entregada para que todos vivamos, nos ayude a hacer de nuestras vidas una
entrega generosa y gratuita, como don de nosotros mismos. De este modo
lucharemos contra la crisis; no nos cerraremos cada uno en nuestro propio
interés, sino que buscaremos juntos lo que es mejor para todos en coherencia
con la lógica del bien común y de la comunicación cristiana de bienes.
Y a cuantos sufrís de manera más viva e intensa
los efectos de la crisis, queremos manifestaros nuestra cercanía y afecto; al
mismo tiempo nos ponemos a vuestra disposición para apoyaros en vuestros
legítimos derechos. Deseamos ayudaros en la medida de nuestras posibilidades, y
animaros a mantener la esperanza en la divina Providencia. Por ello imploramos
la ayuda del Señor, que es el único capaz de alentar esa esperanza frente a
toda desesperanza.
Manifestamos, también, nuestra valoración de
cuanto se hace por los pobres desde las instituciones caritativas y desde la
realidad familiar, parroquial y apostólica. Animados por ello pedimos al Señor
que estimule y bendiga la generosidad sincera y gratuita.
Madrid 18 de mayo de 2012
[3] Sobre ella y las
múltiples dimensiones que encierra reflexionábamos ya en nuestro Mensaje del Corpus
Christi del año 2009
[4] Cfr Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en España. Análisis y Perspectivas, 22 de Febrero de
Christi del año 2009
[4] Cfr Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en España. Análisis y Perspectivas, 22 de Febrero de
2012
[9] La mayoría de
los relatos hablan de «cinco
panes y dos peces» o«siete
panes y unos peces» en los
otros.
En cualquier caso, una cantidad insuficiente para la gran masa hambrienta y necesitada: «cinco mil hombres
sin contar mujeres y niños» «cuatro mil hombres», «una multitud».
[12] BENEDICTO
XVI,Encíclica Caritas in
veritate, n. 15En cualquier caso, una cantidad insuficiente para la gran masa hambrienta y necesitada: «cinco mil hombres
sin contar mujeres y niños» «cuatro mil hombres», «una multitud».
[13] BENEDICTO XVI,Encíclica Deus caritas est, n. 34
[14] Cf. Jn 4, 14
[15] Cfr BENEDICTO XVI,Encíclica Caritas in veritate, n. 42.
[16] 1Cor 10,24.
[17] BENEDICTO XVI,Encíclica Caritas in veritate, n. 65
[18] BENEDICTO XVI,Encíclica Caritas in veritate, n. 40
[19] BENEDICTO XVI,Encíclica Caritas in veritate, n. 71
[20] Cfr. JUAN PABLO II, Encíclica Sollicitudo rei socialis, nn.38 y 39.
[21] Ibid n. 43.
[22] Cfr. Declaración de los obispos dela COMECE , El objetivo de una economía de
mercado competitiva y
[22] Cfr. Declaración de los obispos de
solidaria, 27 de octubre de 2011.
[23] BENEDICTO
XVI,Encíclica Caritas in
veritate, n. 1
[24] Cfr BENEDICTO XVI, Mensaje de Cuaresma 2012, «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la
caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24).
[27] Ibid n. 5.[24] Cfr BENEDICTO XVI, Mensaje de Cuaresma 2012, «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la
caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24).
[28] BENEDICTO XVI,Encíclica Caritas in veritate, n. 43
[29] Cfr JUAN PABLO II, Encíclica Sollicitudo rei socialis, n. 42.
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