martes, 12 de junio de 2012

“Nosotros damos la comunión a los divorciados vueltos a casar”


 170 sacerdotes  alemanes desafían el Magisterio
Valerio Gigante
36732. Friburgo-Adista

Los divorciados “viven plenamente en la iglesia”, ha manifestado Benedicto XVI en Bresso, el pasado 3 de junio, durante la misa final conclusiva del VII foro mundial de las familias. Declaración de alcance, recogida por los periódicos y las televisiones. Pero de ninguna importancia práctica. Que los divorciados formen parte de la Iglesia, en cuanto bautizados, es algo que nadie puede negar, incluso entre los prelados más conservadores. 

Sobre todo, si, después de dar por finalizado el matrimonio, no han contraído otro. La cuestión -la que sigue en pie- es la posibilidad de que los divorciados que se hayan vuelto a casar, o que convivan, puedan participar en la eucaristía y en los demás sacramentos.


Sobre este punto el Papa ha reiterado lo que la Iglesia jerárquica nunca ha querido cuestionar, a pesar de las solicitudes y las presiones que proceden desde su mismo interior, y ya no sólo desde la base eclesial, sino también desde amplios sectores del clero (especialmente en las diócesis del centro y norte de Europa, además de América del Norte), así como de varios teólogos, obispos y cardenales. Por ejemplo, el cardenal Carlo Maria Martini que, en varias ocasiones, ha deseado que se adopten decisiones más abiertas en este sentido.

Pero no es una mera coincidencia que Ratzinger haya hablado de este asunto precisamente en Milán. En esta diócesis hay, en efecto, una fuerte sensibilidad sobre el tema, dado el alto número de separaciones y divorcios, a diferencia del resto de Italia. Además, como en su día informó Adista (Adista noticias n. 13/12), durante el Consejo presbiteral diocesano del 30 de enero pasado (sobre cuyo contenido no se ha difundido ninguna nota o comunicado de prensa), Don Aristide Fumagalli propuso que se debatiera la situación de los divorciados vueltos a casar y la prohibición que pesa sobre ellos de acceder a los sacramentos. Sin embargo, el cardenal Angelo Scola expresó su rotunda negativa, incluso a la misma posibilidad de que se abriera un debate sobre el tema. La moción, retomada por otro sacerdote, Mons. Juan Giavini (un anciano biblista muy conocido en la diócesis), fue sometida a votación y rechazada con 13 no, 7 sí y 27 abstenciones. Un resultado que impedía que se abriera el debate, pero que mostraba también el limitado consenso del que goza el nuevo Arzobispo ante los exponentes más representativos del clero diocesano.

En nuestros días, un grupo de sacerdotes y diáconos de la diócesis de Friburgo (Alemania) ha reabierto la cuestión publicando a finales de mayo un manifiesto en Internet (http://www.memorandum-priester-und-diakone-freiburg.de/?page_id 273) titulado “Divorciados vueltos a casar en nuestra Iglesia”, que ya ha alcanzado las 170 firmas. En el documento se afirma que el tema de los divorciados vueltos a casar se ha convertido actualmente en “particularmente urgente” y “no consiente más retrasos”.

Los sacerdotes y los diáconos citan diversas publicaciones que en el mundo eclesial alemán han planteado la cuestión de una readmisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar. Entre ellas se encuentra también el memorándum “Por una inflexión necesaria” promovido en febrero de 2011 por 143 teólogos de lengua alemana, suscrito finalmente por más de 300 académicos de facultades católicas (Adista núm. 12, 15 y 17/11) y firmado también por diversos representantes del clero de Friburgo (http://www.memorandum-priester-und-diakone-freiburg.de/?page_id 13).

La acción pastoral con los divorciados vueltos a casar, según los sacerdotes y diáconos de la diócesis de Friburgo, debe estar presidida por la caridad, desde el momento en que la salvación de las almas constituye la ley suprema (“salus animarum suprema lex”, escriben, citando el último canon, el 1752, del código de Derecho canónico). Por eso, aunque son conscientes de “actuar contra las normas canónicas actualmente vigentes en la Iglesia católica romana”, los firmantes sostienen que en sus comunidades “los divorciados vueltos a casar comulgan y reciben los sacramentos de la reconciliación y de la unción de los enfermos, con nuestro consentimiento”. Pero hay más.  “También participan en el Consejo pastoral parroquial, en la catequesis y en otros servicios pastorales”. “Hasta ahora -explican los firmantes- hemos vivido esta situación en la esperanza de que en breve se adoptase una decisión gracias a la cual estas personas tuvieran, oficialmente y sin discriminaciones, un papel en nuestra Iglesia en conformidad con el Evangelio. Consideramos urgentemente necesaria una nueva normativa canónica para ellos y para nuestra Iglesia y no queremos apoyar durante más tiempo esta contradicción”.

Entretanto, una nota de la archidiócesis de Friburgo ha catalogado la iniciativa  de los sacerdotes y diáconos de Friburgo como “no útil y no constructiva”, además de indebidamente “amplificada por los medios de comunicación”. Si es cierto que un sacerdote está facultado para adoptar “en conciencia” una elección “responsable y fundada” en algunos casos concretos, sin embargo, es inaceptable que se convierta en una praxis “general e indiferenciada”.

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