Fuente: settimana news
Por: Lorenzo Prezzi
12/06/2023
Cuando Jean-Marc Sauvé el 5 de octubre de 2021, después de presentar el inquietante número de abusos eclesiásticos en el Informe Final de la Comisión Ciase, puso los muchos volúmenes de la investigación en manos de los principales líderes de obispos y religiosos, parecía que ese peso los aplastaba.
El presidente de la Conferencia Episcopal, Eric de Moulins-Beaufort (MB) y especialmente el Sr. Veronique Margron (VM), pálida y con rasgos dibujados, parecía tener en sus manos una sentencia de condena inapelable.
Casi dos años después de aquel acontecimiento, los dos protagonistas fueron entrevistados por A. Bevilacqua y C. Henning de La Croix (10 de junio) y, en términos tranquilos pero firmes, responden sobre algunos de los puntos críticos que actualmente complican la continuación de la obra de renovación eclesial entonces iniciada.
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En primer lugar, sobre el necesario cambio de cultura. Las denuncias nos obligaron a "reconocer que toda posición de autoridad puede experimentar una perversión" (MB). Frente a los delitos que tienen un "carácter sistémico, la respuesta debe ser sistémica y requiere transformación" (VM). Se trata de poner bajo análisis todas las dimensiones eclesiales, porque todas han sido funcionales a la ceguera colectiva.
En la raíz del abuso sexual y mucho más allá de estos están los abusos de poder y espiritualidad. Existe una dificultad objetiva para definir este aspecto de manera precisa y jurídicamente convincente. Especialmente porque los obispos y superiores no tienen las herramientas de investigación y las habilidades para identificarlos.
Pero la intención fundamental es animar a todos, "incluidos los fieles, para que tengan un sentido de libertad espiritual" para dar testimonio de que "la Iglesia es sobre todo una tierra de libertad" (MB). "¿Quién puede preguntar con competencia y autoridad? Es posible recibir testimonios, consultar a las comunidades que sin embargo siguen siendo autónomas. Es esencial apelar a los demás, recurrir a las instituciones públicas, a la justicia, a la sociedad civil" (VM).
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Con respecto a la reiterada indicación sobre la excesiva sacralización del sacerdote, es urgente reconocer que, en la Iglesia, hay un ejercicio de poder "que se ignora porque siempre hablamos de 'servicio'. El poder no se reconoce con lucidez" (MB). En la vida religiosa, los votos deben proponerse de tal manera que no repriman derechos fundamentales como el acceso a la correspondencia, la libertad de conciencia, la libertad de voto" (VM).
En algunas partes hay un debilitamiento del compromiso, como una especie de fatiga. La gente "es lenta para moverse, pero lo importante es que se muevan. Es nuestra responsabilidad y la de nuestros sucesores alimentar el movimiento, dejándonos herir por la violencia que nos han contado las víctimas" (HM). "Solo el futuro nos dirá si realmente habrá cambios generales. Ciertamente, la escucha auténtica e impactante de las víctimas crea un movimiento no compresible" (VM).
Algunos comentaristas han señalado la diferente velocidad de los religiosos y obispos a este respecto. Los primeros parecen ser más decisivos y equipados sobre el tema. Margron enfatiza la diferente responsabilidad y la mayor facilidad para las personas consagradas a nuevas direcciones. "Que la vida religiosa vaya más allá, más rápido, que sea más exigente, es muy bueno!... Me alegra que las congregaciones y las órdenes religiosas estén implementando las decisiones apropiadas. Ayudarán a todos los demás".
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¿Existe peligro de desánimo? "Debemos estar a la altura de la confianza de los fieles que trabajan con nosotros, la gran mayoría de los cuales son laicos. Se quedaron en el bote. Es un gran estímulo y, al mismo tiempo, una petición para nosotros".
Se anuncia que, en breve, se lanzará una ayuda informativa, firmada por obispos y religiosos, sobre la lucha contra el abuso: ¿Qué hace la Iglesia contra la violencia sexual?. Las tres partes se pueden resumir de la siguiente manera: acoger, reconocer, reparar; alertar y actuar; impedir.
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