De viaje en España, el filósofo y teólogo Wilhelm Danca analiza la situación religiosa que se vive en el continente en pleno auge del conflicto entre Rusia y Ucrania.
Revista 21 Agosto-Septiembre
FOTOS: José Luis Gómez
Galarzo
Analizar
la situación actual del cristianismo en Europa y el mundo, compartir
experiencias de diálogo, comunicación y participación social y potenciar la
presencia del hecho religioso en la sociedad catalana. Estos son los objetivos
de la Tribuna Joan Carrera, impulsada por el Grup Sant Jordi de Defensa i Promoció
dels Drets Humans y el diario El Punt-Avui. La segunda edición de esta iniciativa,
que cuenta con el apoyo de una veintena de entidades de Iglesia en Cataluña,
contó con la ponencia del padre Wilhelm Danca, filósofo y teólogo, decano de la
Facultat de Teología de Bucarest, quien durante un almuerzo coloquio celebrado
en Barcelona el pasado mes de junio examinó los aspectos clave del factor
religioso en la guerra de Ucrania.
Sostiene que una de las características del contexto religioso de la guerra entre Rusia y Ucrania es que ambos son repúblicas ex soviéticas que quisieron “erradicar el sentido de lo sagrado y construir un mundo sin Dios”. Esta idea viene de lejos porque ya a finales del siglo XIX Dostoievski escribió que “si Dios no existe, todo está permitido”.
Cierto.
Ya desde esa época existía una lucha contra el modernismo y un influjo de la
filosofía subjetiva que llegaba a Rusia a través de la educación que las élites
proporcionaban a sus hijos. Los niños y jóvenes que eran enviados a estudiar a
Occidente volvían impregnados de las ideas de la filosofía individualista
subjetiva y nihilista, una filosofía que podía prescindir de la existencia de
Dios. Esta provocación a la tradición cultural rusa fue desarrollada por
Dostoievski pero sobre todo por Vladímir Soloviov y su Relato del Anticristo.
Las ideas de estos dos escritores acerca de esa “sociedad sin Dios” fueron de
alguna manera proféticas porque anticiparon lo que llegó en 1917 con la
revolución bolchevique. Este es un resumen rápido de una situación compleja,
porque había otras causas dentro de la misma sociedad rusa, marcada por la
separación entre el pueblo y la Iglesia. También había una ruptura entre la
nobleza, la familia real del zar y el pueblo, que denunciaba esta hipocresía,
falsedad o deseo de riqueza de los poderosos a expensas de la población
sufriente. Todos estos factores han contribuido al auge del comunismo
bolchevique, cuyos errores han sido muchos y se pueden resumir en uno: buscar
la construcción de un mundo o una sociedad sin Dios.
Eso
explica el hecho de que en Rusia y Ucrania quedaran tan pocos sacerdotes
ortodoxos, católicos y protestantes tras la Segunda Guerra Mundial.
En
efecto, y no solo menguó el número de sacerdotes, también fueron destruidos
iglesias, monasterios, incluso la vestimenta litúrgica: quisieron eliminar
cualquier vestigio religioso en la sociedad. Cuando se abrió la política rusa
hacia la Iglesia ortodoxa en 1943, lo hicieron con un interés militar, porque
necesitaban su apoyo para movilizar a la juventud. Desde entonces, la Iglesia
ortodoxa rusa siempre ha sido dependiente del poder político. De hecho, todavía
hoy Putin se sirve de ella para movilizar a los jóvenes. Se dice que esta
guerra es una causa santa, que se lucha por la patria, por los valores, por la
identidad rusa y ortodoxa, que coinciden. La política de hoy instrumentaliza la
religión, lo que provoca el mismo efecto: una ruptura entre la Iglesia y los
jóvenes y entre la Iglesia y la élite cultural. El porcentaje de la práctica
religiosa es muy bajo, solo el dos por ciento de una población de 144 millones
de habitantes. De modo que el 98 por ciento de la población vive como si Dios
no existiera.
¿Por
qué el papa Francisco pone tanto empeño en mantener el diálogo con el patriarca
Kirill?
El
Papa cree que Kirill podría hacer que se acabara la guerra, que podría hablar
con Putin para que retire el ejército y encontrar otra vía para resolver el
conflicto, una vía a través del diálogo entre la Iglesia ucraniana y rusa. Pero
el problema se ha desarrollado también dentro de la ortodoxia ucraniana y es
muy difícil encontrar una vía de paz con una iglesia dividida. Algunas personas
creen que la solución podría ser un milagro, incluso el Papa. De ahí que haya
organizado unos días de plegaria para la reconciliación entre estos dos pueblos
y sus iglesias. La posición del Papa es contraria a cualquier tipo de guerra,
mientras que Kirill está a favor de la guerra santa, y encuentra que esta
invasión de Ucrania está plenamente justificada porque se está luchando por los
valores de la Iglesia ortodoxa rusa. El Papa tiene programado ir a Moscú y a
Kiev, en cierto modo ha entrado a Moscú habiéndose presentado en la embajada
rusa ante la Santa Sede, y en Ucrania a través de sus cardenales Czerny
y Krajewski. Estos gestos demuestran la voluntad de alcanzar la paz no
solo a través de la diplomacia sino también de la oración.
En
junio estuvo en Barcelona el padre Cyril Hovorun, que fue secretario personal
de Kirill durante una década. Como colaborador cercano, en su día criticó al
patriarca por sus ideas acerca del papel de la Iglesia ortodoxa en Rusia. Sin
embargo, Kirill no escuchó. Al igual que Putin, el patriarca parece ser alguien
poco dado a escuchar.
Kirill
y Putin hacen la misma política, son amigos y se apoyan mutuamente en sus
respectivos proyectos, lo que lleva a Kirill a introducir cambios eclesiales
que respaldan la política de Putin. Esto se ve, por ejemplo, con la creación de
tres diócesis en la región de Crimea tras la adhesión de esta península a
Rusia. Los lazos entre ambos son ante todo de naturaleza política, pero también
económicos y financieros: Putin sostiene con dinero las iniciativas de la
Iglesia ortodoxa, no solo en Rusia, sino también en el “mundo ruso”, donde
Kirill quiere recuperar territorios canónicos, y Putin territorios políticos y
civiles.
Otro
ejemplo significativo de esta colaboración es la participación del patriarca de
Moscú en las actividades de la fundación “Russkiy Mir”, que fue constituida por
decreto de Vladimir Putin en 2007 y financiada por el Gobierno. Es una
fundación que coopera estrechamente con la Iglesia Ortodoxa Rusa para promover
la lengua y la cultura rusa, así como los valores de identidad rusa opuestos a
la tradición cultural de occidente. Putin y Kirill comparten intereses y por
tanto no escuchan a quienes no comparten sus ideas.
El
metropolita Hilarión de Volokolamsk, Jefe del Departamento de Relaciones
Exteriores del Patriarca Kirill, ha sido sustituido por Anthony Sevryuk, de
Europa Occidental. ¿A qué cree que se debe este relevo?
Sencillamente
porque Hilarión mantiene profundas discrepancias con Kirill con respecto a la
guerra de Ucrania. Este desacuerdo se debe principalmente al hecho de que Hilarión
está mucho más atento que Kirill de la población y sus necesidades. Cuando en
1991, en Estonia, un grupo de jóvenes se rebelaron contra el poder soviético y
pidieron la independencia, la revuelta fue reprimida con violencia por parte
del ejército ruso, pero Hilarión se puso de parte de los jóvenes. Esto es una
señal de su apertura a las esperanzas del pueblo. La política de Kirill, en
cambio, está más centrada en el pasado y los valores identitarios
tradicionalistas y nacionalistas ortodoxos. De hecho, el Patriarca ha
transformado la ortodoxia en ortodoxismo, es decir, una ideología.
El
papa Francisco está haciendo esfuerzos por preservar la relación con Kirill,
pero al mismo tiempo no puede negar que se lleva mucho mejor con Bartolomé,
Patriarca Ecuménico de Constantinopla. Esto supone un complicado esfuerzo de
equilibrio.
Ciertamente.
Hay que tener en cuenta que el patriarca Bartolomé estudió Teología en la
Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Es muy afín al Papa no solo con su
responsabilidad como Patriarca sino también desde un punto de vista teológico y
espiritual. Hay una relación de amistad entre ambos y pienso que el Papa hará
todo para salvarla. Y le gustaría poder introducir a Kirill en esta amistad, lo
cual es muy complicado teniendo en cuenta la tensa relación entre el
Patriarcado de Moscú y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla después de
que este reconociera en 2019 la autocefalia de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania.
Por tanto Kirill es reticente a entrar en esta relación de amistad a tres
bandas. Creo que este tipo de comportamiento por parte del Patriarca ruso es
una traducción de su conciencia personal, que le lleva a entender que el
interlocutor del Papa con el mundo ortodoxo debería ser él y no Bartolomé.
Tras
la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia católica tuvo un papel clave en la
construcción de Europa. Actualmente, en medio de un mundo globalizado y controlado
por grandes potencias como Rusia, China y EEUU, ¿qué puede aportar el
cristianismo en el viejo continente?
El
cristianismo puede aportar muchas cosas. En primer lugar, hace falta una nueva
lengua para evangelizar a través de los nuevos canales de comunicación.
Evangelizar quiere decir, ante todo, reconocer el valor de lo humano, de modo
que la Iglesia puede contribuir a humanizar los medios de comunicación social,
y después añadir el valor cristiano. Luego está el campo de la educación, donde
la Iglesia tiene una gran experiencia y puede innovar con lenguajes nuevos
siempre dando prioridad al mensaje humano y cristiano. Hace falta poner el foco
en la educación para promover lo humano de un modo integral, integrando cuerpo,
alma y espíritu. La Iglesia tiene la misión de ser una madre que educa a la
sociedad en la humanidad. El otro reto, y acaso el más importante, consiste en dar
apoyo a esta lucha por preservar la dignidad humana, que el hombre, sea cual
sea su condición, debe ser respetado a causa de su apertura a lo trascendente.
Por eso la Iglesia debe entrar en diálogo con la sociedad, acercarse físicamente
a ella buscando un contacto abierto y sincero.
Andrea
Riccardi, que ha publicado recientemente el libro La Iglesia arde, asegura que
existe “como un fuego que consume a la Iglesia. Una Iglesia estancada en una
Europa estancada”.
Estoy
de acuerdo con esta afirmación aunque no he leído el libro del profesor
Ricardi. El título es sugerente y da que pensar. En primer lugar, me hace
pensar que tanto la Iglesia como Europa atraviesan un momento de cansancio que
se manifiesta por una falta de visión o de valor profético. Luego, en sentido
positivo, diría que el futuro de Europa está estrechamente ligado al futuro de
la Iglesia en Europa: están llamados a vivir juntos para bien o para mal. Por último,
el espíritu de renovación debe verse primero no en el mundo político europeo,
sino en la Iglesia. Y si no se ve, ¿quién tiene la culpa? ¿El que está dentro
de la Iglesia y que puede estar equivocado o el que asume la posición de
espectador? Tenemos que cumplir nuestro papel ahora y aquí y la Iglesia se hará
más viva y también Europa.
Últimamente
se ha especulado insistentemente acerca de una eventual renuncia del papa Francisco,
de hecho, se dice que estamos en un clima de preconclave. ¿Cree que este
Pontificado puede dar todavía mucho de sí?
Un
Pontificado no acaba cuando muere el Papa o se retira. Son tantas las
iniciativas que el Papa dirige al mundo católico a través de sus cartas
encíclicas, que los efectos de estas se ven con el tiempo, no durante el
Pontificado. ¿Sabes cuál es la diferencia entre el Presidente de una nación y
un Papa? Pues que el primero trabaja para un mandato de 4 u 8 años, mientras
que el segundo trabaja para un periodo de mil años. No desaparece el
Pontificado cuando muere el Papa, porque su trabajo está asistido por el
Espíritu Santo y hace que estas palabras y teorías fructifiquen más allá de la
vida del Papa. Hay que tener fe en el Espíritu Santo, que es quien dirige la
historia de la encarnación de Jesucristo en la Iglesia de hoy y de mañana.
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