Jesús Martínez Gordo
El Diario Vasco
20/05/2022
Para algunos curialistas vaticanos, los obispos y católicos alemanes —habiendo puesto en marcha conjuntamente un “Camino Sinodal vinculante”— estarían aprovechándose del llamado Informe MHG sobre la pederastia eclesial y, a la vez, rompiendo con el modelo de Iglesia que —durante siglos— ha venido siendo tradicional, así como arriesgando su unidad con las cerca de 6.000 diócesis dispersas por el mundo. Para otros, menos temerosos, es cierto que en dicho “Camino Sinodal vinculante” se están debatiendo, votando y aprobando importantes propuestas que, de hecho, suponen una redefinición del sacerdocio; de la presencia de la mujer en la Iglesia; del poder y de su ejercicio en el seno de la institución y también de la moral sexual. Pero no peligra, de ninguna manera, la comunión de esta Iglesia, sencillamente porque tienen muy claro que hay resoluciones que —si son aprobadas— pueden ser implementadas en las respectivas diócesis o por la Conferencia Episcopal del país sin comprometer, para nada, dicha unidad. E, igualmente, que hay otras que, referidas, por ejemplo, al celibato opcional de los curas, a la homosexualidad o al sacerdocio de las mujeres han de ser debatidas y, si fuera el caso, votadas de nuevo en otro foro en el que se encuentren —al menos, representadas— todas las diócesis del mundo. Ello explica que los obispos alemanes se hayan comprometido a presentar y defender en el próximo Sínodo Mundial, a celebrar en Roma, durante el mes de octubre de 2023, estas u otras propuestas, en el caso de que sean admitidas por el “Camino Sinodal” que, previsiblemente, se clausurará el próximo mes de septiembre en Frankfurt.
¿Qué ha pasado o está pasando en Alemania para que, cinco siglos después de la reforma luterana, vuelvan a sonar tambores en estas tierras, según unos, de una posible separación cismática y, según otros, de la ineludible e imperiosa superación de un modelo de Iglesia que, heredado del concilio de Trento (1545-1563), resulta irrelevante para la causa del Evangelio?
La respuesta es, por mucho que pueda disgustar a no pocos, el Informe que, encargado en 2014 por la Conferencia Episcopal Alemana a las universidades de Mannheim, Heidelberg y Giessen –y conocido como MHG, por las iniciales de tales universidades— tenía que investigar la implicación de sacerdotes, diáconos y religiosos varones en el abuso sexual de menores de 1946 a 2014. Los obispos alemanes, encomendando esta investigación a un equipo externo, buscaban obtener una información, lo más veraz posible, sobre este lado oscuro de la Iglesia, tanto por el bien de los afectados como para tomar —una vez detectados los errores cometidos— las decisiones que fueran necesarias y evitar que se repitieran dichos comportamientos. Los resultados son de sobra conocidos. En el Informe, publicado después de cuatro años de investigación, se identificaron a 1.670 clérigos abusadores sexuales de menores (el 4,4 % de todos los de ese período) y a 3.677 víctimas.
Y, continuando con la tarea asignada, indicaron, como causas de tales delitos, en primer lugar, el clericalismo que, activado y facilitado por un “sistema jerárquico-autoritario”, lleva al dominio de los consagrados sobre los no consagrados y los sitúa en una posición de superioridad, siendo el abuso sexual una consecuencia extrema de ello. Una Iglesia con este perfil, se sostiene en el Informe, sanciona o traslada a los culpables y encubre u oculta los hechos, bloquea su divulgación y no tiene en cuenta a los menores abusados. Procediendo de esta manera, no solo estamos ante comportamientos equivocados de individuos aislados, sino ante un problema estructural y sistémico que urge atajar.
Y, en segundo lugar, la moral sexual, sobre todo, en lo referente a la homosexualidad y a la disciplina del celibato. Si bien es cierto, se puede leer, que ni la disciplina del celibato ni la homosexualidad son —a la luz de la investigación realizada— factores de riesgo de abuso sexual, también lo es que urge reconsiderar la postura, fundamentalmente adversa, de la Iglesia Católica ante la ordenación de hombres homosexuales y propiciar la creación de un ambiente abierto y tolerante, así como cuidar, mucho mejor que hasta el presente, la voluntariedad y madurez de quienes optan por llevar una vida célibe.
He aquí los datos y causas más importantes que, con una batería de recomendaciones, se encuentran en el origen del llamado “Camino Sinodal vinculante” alemán, acordado en julio de 2019 por la Conferencia Episcopal Alemana y el Comité Central de los Católicos Alemanes e inaugurado el 1 de diciembre del mismo año. Desde entonces, se viene debatiendo y formulando propuestas sobre el desmantelamiento de las estructuras de poder y clericales de la Iglesia; la participación equitativa de laicos y personas consagradas en su dirección; la abolición del celibato obligatorio o el acceso de las mujeres a todas las funciones eclesiásticas para colocarlas en igualdad de condiciones con los varones y un largo etcétera.
¿Se imagina el lector un Informe y una respuesta parecida en la Iglesia española?
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