miércoles, 25 de junio de 2025

El riesgo de Irán: ¿Y si se unieran los conflictos de Ucrania-Rusia, Irán-Israel y China-Taiwán?

Fuente:   Cristianisme i Justícia

Por   Jaume Flaquer

23/06/2025

 


«Licencia para matar»

Israel no está atacando a Irán para garantizar su propia seguridad sino para garantizar que, con seguridad, pueda continuar haciendo limpieza étnica en Gaza y en Cisjordania. Hace tiempo que renunció a toda solución dialogada con los palestinos. Después de haber debilitado a Hezbolá, de haber neutralizado a Hamás, y de la caída de Bashar al-Asad en Siria, era demasiado tentador intentar acabar (¿definitivamente?) con el régimen de Irán.

Israel busca vecinos sumisos o débiles. Por ello está interesada también en un troceamiento de facto de Siria: apoya a los kurdos en el norte, a los drusos en el sur, y que Rusia vuelva a entrar como actor para que el país no sea un satélite de Turquía sin matices.

Las incertidumbres en la que nos encontramos son inmensas. Rusia se beneficia, mientras tanto, de la subida del precio del petróleo para financiar su invasión e Israel puede continuar con su política en Gaza y Cisjordania. Netanyahu, por su parte, sabe que seguirá en el poder mientras su país esté en guerra.

Arabia Saudí se ha apresurado a condenar el ataque a Irán: quiere evitar que Irán ataque sus pozos petrolíferos. Este podría también cerrar el estrecho de Ormuz, pero podría desatar una guerra abierta. Su cierre afectaría a la economía mundial, pero estrangularía especialmente a China, que depende enteramente del petróleo que por ahí es exportado. China entraría necesariamente en el juego.

El peor escenario sería que China invadiese Taiwán aprovechando la distracción americana. De esta manera se unirían tres conflictos en una sola Tercera Guerra mundial: el de Ucrania contra Rusia, el de Irán contra Israel y el de China contra Taiwán. Recordemos que la Segunda Guerra mundial se produjo cuando se unieron tres conflictos existentes: el europeo, el de Japón con China y el de Japón contra EEUU. Es un escenario poco probable pero no descartable.

 

Irán: una fascinante cultura milenaria

Irán es una tierra fascinante, un verdadero cruce de culturas y civilizaciones, el puente entre el Extremo Oriente y Occidente. Fue el lugar de paso necesario para que las lenguas indias dieran lugar a las lenguas indoeuropeas y para que antiguos elementos de la sabiduría india llegasen a Grecia. Pero también al revés, una tierra que después vio a Alejandro Magno pasar por ella y llegar al valle del Indo.

Irán es heredera de una cultura milenaria, la persa, que tuvo diversos momentos de esplendor. El primero fue en su fundación por Ciro el Grande, en el 550 a. C., y el segundo durante el imperio sasánida (224-651 d. C.), cuando rivalizó con el Imperio bizantino. Fue la cuna de la religión Zoroastra (con un fuego permanente en sus templos todavía existentes), la del maniqueísmo (con su inextricable dualidad entre el bien y el mal (s. III d. C.), y, más recientemente, la de la fe Bahá’í, injustamente perseguida desde hace 200 años.

Esta rica historia le otorga una gran diversidad étnica: 61% son persas (y emparentados con ellos, los luros), 24% de grupos túrquicos (la mayoría azeríes y un grupo minúsculo turcomano), 9% kurdos, 3% árabes, 2% baluchíes, y un 1% de cristianos armenios y siríacos, además de un resto de judíos mizrajíes antisionistas.

 

Un pueblo irreductible

Es una tierra mucho más culta y formada que la de sus vecinos y muy consciente de su historia. Tiene algo de irreductible y lo continuará siendo ahora. A pesar de estar frente a Arabia y de ser islamizada desde los inicios del islam (al colapsar por su guerra contra Bizancio), mantuvo el persa como lengua. Los árabes consiguieron imponer su lengua en otros lugares del Imperio, pero no aquí. El persa conservó siempre una identidad diferencial a la árabe que explica una parte de su rivalidad perenne con Arabia Saudí. Incluso, una parte secularizada de la población —desde una perspectiva nacionalista— ve al islam como una religión del invasor árabe.

Las particularidades culturales de Irán explican también una evolución del islam diferente a los demás territorios conquistados, dando lugar al principal país chií del mundo. Si el país fue irreductible en el pasado, podemos esperar que lo siga siendo hoy en día, sea con este régimen o con otro que surja. En cualquier caso, la democracia no surgirá a partir de bombas lanzadas desde el exterior. Con ellas puede caer el régimen, pero el caos daría paso, en el mejor de los casos, a una autocracia.

 

La contraproducente fusión entre religión clerical y Estado

Irán es un fascismo teocrático que quedó alineado con el eje comunista como rechazo al golpe de Estado contra Mohammad Mosaddeq en 1953 organizado por británicos y estadounidenses. Sin embargo, culturalmente se trata de un país mucho más cercano a Occidente que Arabia Saudí. Es más «constitucional», menos autócrata y mucho más plural.

El alejamiento de los jóvenes del régimen, la vulneración de las libertades y la imposición de una moral dictada ha provocado en muchos de ellos un doble rechazo: al régimen y a la religión. La unión de un chiismo clerical con el poder —de manera análoga a la connivencia Iglesia-Estado que vivimos con Franco— lleva a muchos a rechazar la religión a la vez que se rechaza el régimen político. Por ello, Irán es el país islámico donde más progresa la secularización y también donde más personas buscan refugio en otras religiones como el cristianismo. En Europa, la iraní es la nacionalidad mayoritaria entre los musulmanes que piden el bautismo. Paradójicamente, Irán ofrece una larga historia de profunda espiritualidad y mística, pero al mismo tiempo la ahoga con imposiciones morales y vestimentarias.

Una gran parte de la juventud busca sin duda una reforma del régimen, pero no van a aceptar un poder nuevamente impuesto desde fuera. 

[Imagen de Blondinrikard Fröberg en Flikr]

 

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