Fuente: Noticias Obreras
26/01/2024
La institución que ahora preside, y que celebra su 30 aniversario, ha ido cobrando relevancia en los últimos años, en parte, por su presencia en diferentes foros y debates sociales y eclesiales como la urgente necesidad de la igualdad de las mujeres en la Iglesia y en el mundo de la teología.
¿Cómo vives esta nueva responsabilidad?
Con sorpresa y con alegría, porque la ATE es un espacio de pensamiento teológico muy diverso, que está asentándose. Este año celebramos nuestros primeros 30 años y gracias a muchas mujeres teólogas que han trabajado estos años anteriores, nos atrevemos a mirar al futuro desde otras perspectivas eclesiales que coinciden, en la Iglesia católica, con el tiempo sinodal que estamos viviendo. En él percibimos que la Iglesia está demandando teologías elaboradas desde las epistemologías en las que nosotras venimos profundizando. Gracias al esfuerzo teológico de muchas mujeres estamos empujando ese tiempo eclesial que estamos viviendo.
¿Cómo afrontáis el futuro de la ATE?
Se trata de un tiempo en el que seguir consolidando el trabajo realizado, como las metodologías teológicas, los lenguajes o las perspectivas bíblicas que se han abierto y que, gracias a teólogas de la ATE, se han puesto en marcha en España. Nos gustaría seguir invitando a muchas mujeres que están acabando sus carreras teológicas a que se puedan sentir implicadas en la Asociación. Y tenemos el compromiso de dar a conocer las teologías en las que estamos implicadas y llevarlas a lugares que consideramos “periféricos” y que son aquellos espacios en los que nos gustaría que la teología pudiera dar esperanza a muchos hombres y mujeres que no se sienten iglesia, o se sienten alejados del pensamiento teológico.
Otros espacios con los que nos gustaría crear sinergias son las Facultades de Teología, para que en ellas se visibilice y potencien las teologías feministas. Muchos colegas teólogos piensan que estas solo afectan a mujeres, pero nosotras creemos que, por el contrario, aumentan la calidad de nuestra teología. Aun la teología feminista no se enseña en las facultades, no hay cátedras de teología feminista, ni esta forma parte de las bibliografías en los planes de estudio. ¡Ni siquiera hay rectoras mujeres en las facultades de Teología españolas! Lograr todo ello serían muestras de que estamos caminando en la igualdad académica y de que a los teólogos les preocupa trabajar en la justicia epistémica.
¿Qué teologías son esas en las que trabajáis las teólogas españolas?
Siguiendo las hermenéuticas feministas, hay toda una corriente teológica de madurez que está cuestionando nuestro pasado colonial o cómo hemos elaborado nuestro conocimiento religioso… Las teologías de la colonialidad y las teologías poscoloniales son, en estos momentos, un gran ámbito académico que está posibilitando estrechar lazos con teólogas y teólogos latinoamericanos, o filipinos, por ejemplo. También hay otros ámbitos académicos, muy asentados, especialmente en Europa, que tienen que ver con el conocimiento bíblico y las conexiones que se establecen con las disciplinas sociales como, por ejemplo, aquellas teologías que se valen de metodologías sociales con las que arrojan nuevas luces al conocimiento bíblico.
Otro ámbito teológico que está adquiriendo fuerza es el que comparte espacios de investigación con la Historia. Hasta el momento, la historia eclesiástica era la que había elaborado nuestra propia memoria eclesial. Pero ahora, estas disciplinas que pertenecen al ámbito social están haciendo mucha investigación en torno a qué ha pasado en la Iglesia católica y van logrando aportar perspectivas muy diversas. Al unirse esas dos disciplinas, surgen nuevas formas de comprensión y conocimiento sobre nuestro propio pasado como Iglesia, del que debemos responsabilizarnos para fortalecer nuestra democracia.
¿Cómo ves el presente y futuro de la Iglesia católica?
Estamos afrontando un futuro eclesial muy importante, porque intentamos comprender qué supone la sinodalidad, ya que es una invitación que atraviesa cualquier espacio, forma y modo de ser Iglesia. Estamos tratando de comprender cómo vivirnos y cómo ser hoy una Iglesia sinodal. Hasta el momento no habíamos tenido esa experiencia, porque la Iglesia había tenido espacios de decisión en las que, ni el laicado, ni las mujeres teníamos apenas relevancia.
Sin embargo, en este pontificado de Francisco se nos invita a repensar una categoría que viene desde Vaticano II, que es la de Pueblo de Dios y que supuso una transformación total para la Iglesia. Esto supone que debemos averiguar qué cambios estructurales tenemos que poner en marcha, qué lugares han de ser creados y cuáles son los caminos que queremos recorrer como Iglesia. Pero, además, un detalle que resulta muy revelador, para hacer camino, es que en el sínodo hemos visto que una clave decisiva es que tenemos que pararnos y aprender escuchar. Esto no resulta sencillo porque se trata de una conversión personal que exige que cambiemos lenguajes, perspectivas y paradigmas que tenemos muy asentados, pero también es un cambio comunitario, en el que tenemos que crear nuevas formas litúrgicas, de celebración, de acogida, de encuentro, etc. Además, el camino sinodal exige también que cambien nuestras teologías. No siempre las teologías que hemos hecho han sido de la Misericordia, o en clave sinodal y ni siquiera eran teologías que propiciaran o llamaran a la caridad política.
Tenemos una Iglesia que está sufriendo la polarización social, está generando, dificultando o, incluso, impidiendo, la creación de puentes, de diálogo, de formas de encuentro como las que hemos visto en este sínodo —al sentase en círculo, para que todas las personas tuvieran la palabra y pudieran ser escuchadas—. Descubrimos en muchos ámbitos de nuestra iglesia española a personas o instituciones que siguen alimentando el odio social, el desencuentro, o que sueñan aun con formas de un pasado no demasiado lejano.
¿Cómo puede ayudar la teología y las teologías feministas a crear esos otros espacios necesarios?
Una de las labores fundamentales de la teología es tratar de interpretar o acercarnos a aquello que Dios va haciendo en la humanidad: cómo Dios se va haciendo posibilidad en el mundo que nos circunda. La teología también trata siempre de poner la mirada en lugares en los que hay incomprensión, injusticia, indiferencia… y al mismo tiempo, siempre es una tarea de actualización de un mensaje esperanzado y liberador, capaz de traer la luz al mundo. Por eso, las teologías feministas siempre han estado ligadas a esos lugares en los que hay injusticia y falta de equidad; o donde las personas son violentadas, abusadas, silenciadas, etc. Así, la teología feminista siempre ha mantenido su compromiso por establecer las genealogías y ver la presencia continuada de las mujeres en ella.
También ha puesto en evidencia que las mujeres siempre hemos estado presentes en la Iglesia, que la formamos desde su mismo inicio. No podemos olvidar que el Evangelio se inicia con la figura de María y acaba con la de María Magdalena. La teología feminista subraya que hemos desarrollado una teología patriarcal, ligada a los ámbitos de poder, que no ha tenido en consideración las experiencias y los cuerpos de las mujeres, y eso tiene que cambiar.
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