lunes, 13 de septiembre de 2021

¿Jóvenes violentos y ruptura generacional?

Por Javier ELZO

Catedrático Emérito de Sociología. Universidad de Deusto

Donostia San Sebastián

08/09/2021

 


Los hechos violentos de las últimas noches, algunos con agresiones graves a personas por parte de un reducido número de jóvenes, y la alarma y exigencia de mano dura por parte de la población adulta, podrían hacer pensar que estamos ante una ruptura generacional. Pues no. Los cambios sociales y de valores no afectan solamente a los jóvenes sino a toda la sociedad.

Avanzo tres afirmaciones: que no hay juventud, sino jóvenes; que los jóvenes son como son en razón del contexto en el que han crecido y, tercera, la capital importancia de los agentes de socialización, que hoy, por espacio, no abordaré.

Respecto de la primera ya dijo Pierre Bourdieu, que “la juventud no es sino una palabra”, aunque la juventud es una etapa de la vida. Lo que Bourdieu quería decir es que la juventud, como tal, no es una categoría de análisis, pues la juventud no es uniforme sino tan plural como la sociedad misma. Durante mi vida profesional he llevado a cabo investigaciones en torno a los jóvenes, violencias, el alcohol y las drogas. Perdonen la inmodestia de citar dos de mis primeros trabajos “Juventud Vasca 1986” y Jóvenes vascos 1990”, y que señalé haber realizado muchas tipologías de jóvenes según sus valores. La última en 2019.

Mi segunda afirmación recuerda a Karl Mannheim cuando decía que “solo la vivencia de experiencias compartidas daba lugar a situaciones generacionales”. Los adolescentes y jóvenes son hijos e hijas de nuestra opulenta sociedad (Galbraith), aunque ahora padecemos una crisis interminable por la pandemia, tras otra financiero-económica en 2008, aunque no todos, jóvenes y mayores, la padecen de la misma manera.

La mayoría de los jóvenes de hoy son hijos únicos. Viven con naturalidad que sus madres y sus padres trabajen, y penan cuando se separan o divorcian, aunque sufren más todavía cuando están en pelea constante.

La generación de sus padres fue la protagonista de los años 80 y 90 cuando se aplicó en España la máxima de mayo del 68 del “prohibido prohibir”. Fueron quienes conquistaron la calle para el uso y disfrute de las noches de los fines de semana y como espacio propio de la juventud. 

Aquellos adolescentes y jóvenes son los padres y madres de los actuales, por lo que el comportamiento de sus hijos no les es ajeno. Muchos se sienten identificados con ellos. Esto explica la existencia de cierta connivencia social con el consumo de alcohol de los menores, por qué existen dificultades para hacer cumplir una legislación por la salud de todos, por qué a pesar de las prohibiciones, de las campañas preventivas, de los esfuerzos gubernamentales y de muchas entidades sociales, el alcohol de borrachera participa de la cultura de algunos adolescentes.

Hace años, los grises perseguían manifestantes. En la actualidad, los jóvenes violentos se enfrentan, insultan y lanzan objetos contundentes, a la Ertzaintza y a la Policía Municipal. Han perdido el miedo y el respeto a la autoridad del poder. Antes se luchaba por la libertad, por la democracia, por el autogobierno vasco. Los jóvenes de hoy ya han nacido en una sociedad libre, en democracia y en un autogobierno como nunca hemos tenido, aunque es legítimo luchar por más libertad (eclipsada por la seguridad), mejor democracia (hoy en manos de las cúpulas de los partidos y de los jueces), y otro autogobierno en la era europea y digital. 

Vivimos, sí, en la sociedad de la queja continua, en la crítica por todo. Hago mía la reflexión de Eugenio Ibarzabal en el Prólogo de su reciente libro "Xabier Lete, de un tiempo, de un país", cuando escribe que "la expresión ´iniciativa privada´ ha sido una de las expresiones que de manera más planificada, sistemática y malintencionada ha sido degradada en nuestro país en estos últimos años, hasta ser considerada, por principio, como sospechosa, cuando ha sido gracias a ella que gentes, de ideas bien diferentes entre sí, han sentado las bases de buena parte de lo que hoy tenemos y disfrutamos".

Hay que repetir una y mil veces que la sociedad de la queja, de la crítica negativa, de la apuesta por la exigencia al poder que nos resuelva todos los problemas en vez de la iniciativa personal, la capacidad de crear y emprender, es el caldo de cultivo de todas las dictaduras, de todos los extremismos, sean de derechas o de izquierdas.

Ahora, ante el vandalismo de un muy reducido número de jóvenes, se impone el ejercicio de la autoridad. De los padres, la policía, los jueces, etc. Analizar su perfil sociológico y que los más violentos pasen por programas de reinserción. La sociedad tiene derecho a vivir y disfrutar en paz, y a dormir por las noches. Parece mentira que haya que reivindicar esto.

 

 

 


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