Fuente: Diario Vasco
FERNANDO REINARES
Director del Programa sobre Radicalización Violenta
y Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano
27/08/2021
Cómo entender los atentados yihadistas en la capital de Afganistán, si los talibanes se han hecho con el poder en el país apelando a la yihad - en la acepción belicosa del término- y si además tienen como aliada a Al-Qaeda? Puede parecer paradójico, incluso un contrasentido, pero no es ni lo uno ni lo otro. Para entender esos actos de terrorismo es necesario tener presente que el yihadismo global se encuentra actualmente escindido en dos bloques. Uno de ellos tiene como organización de referencia a Al-Qaeda; como ya he señalado, estrechamente relacionada con los talibanes. El otro tiene como organización de referencia a Estado Islámico. La división se produjo en 2013, en el contexto de la guerra en Siria, cuando la rama iraquí de Al-Qaeda fue expulsada de esta estructura global para configurarse al año siguiente como Estado Islámico y proclamar un califato hoy extinto. Desde entonces, Estado Islámico rivaliza con Al-Qaeda por la hegemonía del yihadismo global.
Aunque Al-Qaeda y Estado Islámico comparten en lo fundamental una misma ideología, el salafismo yihadista, difieren marcadamente en algunos importantes aspectos. Uno de ellos se refiere al distinto alcance con el que se arrogan la capacidad de negar a otros musulmanes la condición de tales, declarándolos apóstatas y justificando religiosamente que sean penalizados con la muerte. Aun cuando parezca una distinción sorprendente, hablando de organizaciones conocidas por practicar sistemáticamente el terrorismo yihadista, ocurre por ejemplo que mientras Al-Qaeda apoya a los talibanes, estos son considerados como apóstatas por Estado Islámico.
Ocurre asimismo que Al-Qaeda, como los talibanes, elude afectar con sus atentados a la población chií, mientras que Estado Islámico considera a los chiíes un blanco preferente. En Afganistán, Estado Islámico ha dirigido gran parte de su violencia precisamente contra la minoría religiosa adherida a esa corriente del islam que existe en el país. Así viene ocurriendo desde 2015, cuando el núcleo dirigente de Estado Islámico, entonces ubicado en la ciudad siria de Raqqa, decidió establecer una demarcación operativa para Asia Central y el Sur de Asia, a la que denominaron Jorasán. Pero la espectacularidad de los atentados contra afganos que se congregaban junto al aeropuerto de Kabul tratando de abandonar el país hacia el mundo occidental -comportamiento que, por cierto, los convierte en apóstatas para Estado Islámico- oculta que los miembros de esta organización en Afganistán no superan los 2.000 y que sus atentados se concentran en la capital y otros dos núcleos del país.
Esos atentados se producen en un momento muy significativo y concitan una atención internacional que los anteriores no tuvieron. Pero son parte de la campaña mediante la que Estado Islámico compite con Al-Qaeda, también en Afganistán e incluso con los talibanes en el poder, por la hegemonía del yihadismo global. Yihad contra yihad.
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