Marco Burini
Foglio Quotidiano, 21 de julio 2013
A medida que pasa el tiempo, aumentan las resistencias
contra la acción de gobierno de Francisco. En los pasillos de los edificios vaticanos se oye un incontenido runrún contra
este Papa “que ha perdido la cabeza”, absolutamente atípico y en continuo
movimiento. Quizás porque los viejos zorros de la burocracia vaticana han
entendido que Bergoglio, en lugar de iniciar reformas o de amenazar con revoluciones,
está abandonando a su suerte costumbres y estructuras anacrónicas. Y quizá porque
sus primeros gestos no fueron fruto de una improvisación gratuita e ingenua (la
propia de un “outsider” que llega sorpresivamente a la cumbre y hace alguna
locura que todos le perdonan de buena gana sabiendo muy bien que no durará en
tal empeño), sino los de una persona que emite las primeras señales de tener un
proyecto orgánico y meditado.
Entre los aliados y consejeros fiables con
quienes Bergoglio puede contar, se encuentra, indudablemente, el cardenal
alemán Walter Kasper, reconocido teólogo, que ha dirigido durante unos cuantos años
el dicasterio vaticano para la
Unidad de los Cristianos; un asunto que inquieta de manera particular
a Bergoglio. Le hemos pedido que nos ayude a comprender qué está pasando en el
seno de esta vieja institución de dos mil años, capaz todavía de sorprendernos.
¿Según un Vd. entre el pontificado de Benedicto y el de Francisco
se está asistiendo a un cambio de época?
“Efectivamente hay un cambio
de época, pero no empieza con el Papa Francisco. Al principio del siglo XX,
sólo 25 % de los católicos no vivía en
Europa. A finales del siglo solo el veinticinco por ciento de los católicos es
europeo, mientras que la gran mayoría de ellos vive en el hemisferio sur. En
Europa, la iglesia da señales de estar cansada, mientras que en África y en
Asia crece, es joven y vital. Por otra parte, el eurocentrismo también está
acabado tanto desde el punto vista político como económico. Evidentemente, esto
no quiere decir que la iglesia europea ya no cuente para nada. Roma sigue
siendo el centro visible de la iglesia católica y el mundo globalizado de
nuestros días tiene sus raíces cristianas en una Europa que se ha secularizado.
También hemos exportado esto… Europa tiene que despertarse. De todas formas, creo
que seguirá siendo un punto de referencia”.
Benedicto ha sido un Papa europeo, un platónico, un agustiniano
“Cierto –contesta
Kasper- estudió a Agustín que en algún sentido ha sido el padre del pensamiento
europeo occidental. Y luego, a Buenaventura. Conoce la teología medieval y ahí
descansa su perspectiva teológica, su “Denkform”. Y luego tenemos la elección
del nombre, Benedicto, el padre del monaquismo que tuvo una enorme influencia
en la cultura y en la historia europea. Ahora, con Francisco, llega el
hemisferio sur y la iglesia latinoamericana que representa casi la mitad de los
católicos; pero también está creciendo mucho la iglesia en África y en Asia. Es
más, creo que ahora Asia es el gran desafío, y con China, va camino de
convertirse en un centro del poder económico-político. No hace mucho que he
estado en Corea del sur y me he encontrado con una comunidad católica muy viva.
Hay muchísimas conversiones. Y otro tanto está sucediendo en China, a pesar de
las dificultades que todos conocemos. También allí está aumentando el número de
los católicos”.
Pero, de hecho ¿en qué consiste el “cambio de época” del
Papa Francisco?
Kasper sostiene que “no
es posible encuadrarlo en el clásico debate europeo entre conservadores-progresistas.
Es un esquema agotado. Francisco no es un conservador ni un progresista. Quiere
una iglesia pobre y de los pobres. Tiene muy presente que la mayor parte de los
hombres vive en la miseria y creo que cambiará la agenda de la iglesia. El
modelo de la civilización occidental ya no funciona. Y, además, somos una
minoría. La iglesia tiene que tomar más en serio no los problemas del, así llamado,
Tercer mundo (expresión que ya no dice nada), sino del nuevo mundo, de todos
los países que no forman parte de occidente. Muchos van a quedar decepcionados
por Francisco. Los conservadores ya lo están porque no tiene la altura
intelectual de Benedicto y porque, además, ha clausurado la corte pontificia (una
decisión por la que le estoy agradecido. Era un barroquismo anacrónico). Pero
también los progresistas van a quedar decepcionados: es cierto, ha cambiado el
modo de ser Papa, pero no cambiará los contenidos. Entre él y Benedicto hay una
continuidad en lo doctrinal: no cambiará el celibato de los curas y no abrirá la
puerta a la ordenación de las mujeres y a todas esas propuestas de los
progresistas”.
En efecto, si nos fijamos en la biografía de Bergoglio no
deberíamos esperar revoluciones doctrinales
“Hay quienes piensan que
quizás al haber cambiado el modo de vivir, también acabe cambiando el modo de
abordar determinadas cuestiones. Pero no será así, nos dice el cardenal
alemán. Y esto es algo que podría
convertirse en un problema para él. Muchos se manifiestan ahora entusiasmados: es
un verdadero pastor, tiene un gran encanto y una sintonía inmediata con las
personas, además de un lenguaje directo y comprensible. Hay quien le acusa de ser
showman. Yo creo que su testimonio es auténtico: vive lo que dice”.
Bien, es un jesuita. Tiene un cierto sentido de la
escenificación, y es buenísimo estando tanto en el palco como en la platea. Sin
embargo, no le falta sustancia.
“Y, además, está el
hecho de que lleva una vida sencilla. Esto es algo que le carga de credibilidad.
No vive como un príncipe. También Benedicto era una persona sencilla, pero se había
acomodado a ciertas formas que Francisco rechaza”, añade Kasper
¿Y si la reforma de Francisco fuera más estética que
política? Muchos se preguntan quién será el nuevo Secretario de Estado, qué nombramientos
va a hacer y si respetará los procedimientos habituales.
“Sobre todo, está
trabajando la mentalidad de la curia: no tiene que ser una mentalidad de poder
y burocracia, sino de servicio a la iglesia universal y también a las iglesias
locales, un asunto en el que insiste mucho”.
No se puede olvidar que, en su primera aparición pública, se
presentó como obispo de la iglesia de Roma.
“Esto es algo necesario
en una realidad plural, observa Kasper.
Nosotros, los católicos tenemos un centro. Y esto es un bien. Pero
centro no quiere decir centralismo curial. Además, es preciso un cambio a nivel
institucional. Éste fue el deseo casi unánime de los cardenales la víspera del
Cónclave. Por otra parte, es incuestionable que hay algo que no funciona en la
curia. No es un secreto”.
¿Pero cuál es el obstáculo mayor?
“El déficit de
comunicación, responde decididamente Kasper. Es preciso reunirse, hablarse. Los
jefes de los dicasterios tienen que verse frecuentemente, al menos una vez al
mes, y han de poder acceder directamente al Papa, sin pasar por la Secretaría de Estado
que, últimamente, ha funcionado como un órgano de gobierno intermedio”.
Por otro lado, la Secretaría de Estado, tal y como está
estructurada en el presente, es una herencia residual de una época ya pasada, la
de los estados soberanos.
“El título de Secretario
de Estado ya no tiene sentido, reconoce Kasper. Es suficiente con el de moderador.
En todo caso, el nombre no es fundamental. Lo importante es que exista una
mejor moderación de la curia, habida cuenta de que ahora no hay comunicación”
¿De veras, cree Vd. que la curia es reformable?
Habrá dificultades, como
se dan en todas las grandes instituciones, admite Kasper. Son estructuras pesadas, pero este Papa está
muy decidido: sabe lo que quiere, y lo que quiere, lo hace. Habrá resistencias,
es normal, pero una reforma de la curia es necesaria, tanto en lo tocante a la
mentalidad de sus miembros como en lo referente a las estructuras. Además de
ejecutar la voluntad del Papa, la curia podría ser un lugar de intercambio de
experiencias entre las iglesias, de información y de consulta”.
[1] Nota de los Editores: por su interés, publicamos completa la
entrevista concedida por el cardenal W. Kasper a “Il Foglio Quotidiano” el
pasado 21 de julio de 2013
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