Como sacerdote, Francisco está llamado a construir “una relación humana” con todos los seres humanos, lo cual de ninguna manera implica aprobar sus conductas. Acaso su error fue haber sido demasiado osado o imprudente.
Fuente: T N
Por Sergio Rubin
17/07/2022
Cada tanto alguna afirmación o gesto del Papa Francisco levanta polvareda. Particularmente, aquello que tiene o puede tener voltaje político. El ejemplo más reciente es de hace pocos días cuando le dijo a dos periodistas mexicanas que lo estaban entrevistando que tiene “una relación humana” con el expresidente de Cuba Raúl Castro.
Esta afirmación suscitó la inmediata crítica de exiliados cubanos de Estados Unidos, entre otras voces que se alzaron en ese y otros países -especialmente en la Argentina- por entender que el hermano de Fidel, como parte de una cruel dictadura, no merece la menor consideración.
Por supuesto que esto debe enmarcarse dentro de quienes consideran que Francisco simpatiza con los regímenes autoritarios de izquierda. Y hasta no faltan aquellos que creen -entre ellos algunos católicos- que “les guarda la plata a Cristina (Kirchner) y a (Nicolás) Maduro en el Vaticano”, como acaba de señalarlo el arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández, muy cercano al pontífice.
Por no hablar de la acusación tan en boga de fomentar el pobrísimo, pese sus reiteradas críticas a los populismos y el hecho de que destaca la importancia central del trabajo para salir adelante.
Más allá de que al Papa -obviamente- se lo puede criticar como a cualquier otro mortal, que puede gustar o no su pensamiento y sus actitudes y, en fin, que a veces dice o hace cosas no fáciles de entender, hay una cuestión básica que no siempre o, mejor dicho, casi nunca es tenida en cuenta: su doble condición política y religiosa.
Política, porque es un jefe de Estado al frente de 1.300 millones de creyentes en todo el mundo. Y religiosa porque es un sacerdote. Para los católicos su significación espiritual es superlativa: es el Vicario de Cristo en la tierra.
Esta doble condición implica que muchas cosas que puede decir o hacer Francisco -este Papa u otro Papa- no se comprenden si solo se las considera desde su dimensión política (como también, aunque ocurre mucho menos, sí solo se lo viera como un ser espiritual).
Es cierto que es más fácil para el creyente -o debería serlo- apreciar su dimensión religiosa que para quien no lo es. Además, la prensa no confesional -como es lógico- toma todo lo que tiene -o cree que tiene- voltaje político. Pero la doble dimensión sigue existiendo.
El caso de la afirmación de que tiene “una relación humana” con Castro es muy demostrativo. Desde el punto de vista político es totalmente entendible que resulte incomprensible y hasta repudiable.
¿Cómo se puede admitir un vínculo personal con un exponente de una ominosa dictadura? Pero si se lo ve desde la dimensión religiosa es irreprochable. Como sacerdote, Francisco está llamado a construir “una relación humana” con todos los seres humanos, lo cual de ninguna manera implica aprobar sus conductas.
Hay un ejemplo que puede resultar muy clarificador. Los capellanes de las cárceles -al igual que los voluntarios carcelarios- visitan frecuentemente las unidades penitenciarias siguiendo el mandato de Jesús en el Evangélico -”estuve preso y me visitaste”- y muchas veces establecen “una relación humana” con asesinos y violadores, pero eso no implica que estén de acuerdo con el delito que cometieron. Su misión es ofrecerles una asistencia espiritual por la sencilla razón de que son personas.
Por lo demás, en aquellas declaraciones, Francisco también dijo que Cuba “es un símbolo”, no “un ejemplo”. Y, efectivamente, Cuba es un símbolo. Para muchos, de una inhumana opresión que se prolongó demasiado en el tiempo y de la resistencia heroica de un pueblo. Para otros, de la construcción del paraíso comunista en combate contra el imperialismo capitalista. Acaso el error de Francisco es haber sido demasiado osado o imprudente, sabiendo que es un tema muy sensible.
De todas maneras, en un libro que escribió en 1998 sobre la visita de Juan Pablo II a Cuba (“Diálogos entre Juan Pablo II y Raul Castro”), Jorge Bergoglio -tras destacar la persecución que sufrió la Iglesia en los primeros años de la Revolución- señala que “el socialismo ha cometido un error antropológico al considerar al hombre sólo en su rol de parte en el entramado del cuerpo social”, mientras que “para la concepción cristiana, la sociabilidad del hombre no se agota en el Estado”.
Entre otras cosas, Bergoglio subraya en el libro “la firmeza” del Papa polaco al demandar “libertad, dignidad y democracia” en la isla. Y señala la importancia de que Cuba venza el aislamiento autoimpuesto, como también que los Estados Unidos deje de lado el embargo porque sus motivos “se encuentran totalmente superados”. En ese sentido, cita la famosa frase que allí pronunció Juan Pablo II: “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”.
En fin, Francisco tiene un perfil como todo Papa lo tiene. Y a algunos les gusta su perfil. A otros no y prefieren el de otro Papa. Es natural que así sea. Además, se equivoca como todo ser humano. Pero las cosas empiezan a complicarse cuando se parte de prejuicios ideológicos. Y se complica aún más cuando nos quedamos solo con su dimensión política y no tenemos en cuenta su dimensión religiosa.
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