NOTA: En el equipo de mantenimiento del BLOG hemos llegado a entender que, en las circunstancias que nos envuelven (el CONFINAMIENTO POR «COVID-19») bien podríamos prestar el servicio de abrir el BLOG a iniciativas que puedan redundar en aliento para quienes se sientan en soledad, incomunicadas o necesitadas de expresarse.
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Por J. ELZO (Sociólogo)
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La crisis del Covid 19 no va a suponer el
fin de la Iglesia. Tampoco el de la Iglesia de masas. Es un paréntesis que se
observa en todo acto multitudinario, hasta el punto que hay regiones en España
que han prohibido reuniones de más de diez personas. El Covid ha pillado a la
Iglesia en un momento de profundos cambios. En una mutación histórica. Los que
tenemos ya una edad avanzada hemos nacido y hemos vivido la adolescencia
todavía en el estado de cristiandad. Valga un dato: la iglesia llena de jóvenes
los primeros viernes de mes. En la década de los 60 del siglo pasado irrumpe,
de forma abrupta la secularización, con un descalabro en la práctica dominical.
Primero como un hecho incuestionable, después como una ideología de futuro. La
secularidad deviene, entonces, secularismo en determinados colectivos muy
influyentes en la sociedad. Pero pronto la secularidad muestra sus límites y,
en la actualidad, en los círculos intelectuales europeos es más objeto de
historia de las ideas que de sociología del hecho religioso actual. Que está
dando paso a la era post-secular, con una pléyade de sacralidades, muchas de
ellas de matriz originaria secular, ya en competencia con la sacralidad de
matriz religiosa.
Por otra parte, junto al descalabro de la
práctica dominical, vemos mantenerse en algunos lugares (Andalucía por ejemplo)
y emerger en otros lugares, un doble movimiento: el auge de la religiosidad
popular con peregrinaciones a lugares emblemáticos, marchas, como el Camino de
Santiago, a caballo entre lo espiritual secular y lo espiritual religioso, por
un lado y, por el otro, la efervescencia de pequeños colectivos, movidos por
una fe viva en Jesús de Nazaret, que se reúnen en oración y estudio, a lo largo
y ancho de la geografía española, aunque todavía no hay un estudio serio que
pueda dar fe de su existencia, diversidad y vitalidad.
En este contexto irrumpe el virus. En su
lucha, se ha privilegiado la razón sanitaria, pues es la causa de la epidemia,
pero no se ha subrayado suficientemente sus consecuencias: laborales,
psicológicas, relacionales, espirituales, etc. En las tomas de decisiones,
precauciones y prohibiciones, los lobbies son capitales. El gran musico Daniel
Barenboim se quejaba de que, en Berlín, donde reside, los restaurantes estén a
rebosar mientras que en las salas de ópera y conciertos haya restricciones que
pueden acabar con la programación de un año, como ha sucedido en el MET de
Nueva York, donde han anulado la temporada 2020 - 2021. El lobby hostelero es
mas fuerte que el musical. Y no digamos si lo comparamos con el religioso,
inexistente. Se dirá que, en misa, y en la ópera y música clásica, se ven
muchas canas y calvas, como si las canas y calvas no llenaran los restaurantes
de postín. Y no se anularan, también, los conciertos de música electrónica, a
donde acuden muchos jóvenes.
El futuro de la Iglesia está, y estará, en
manos de los creyentes. Ahora no toca grandes manifestaciones. Pero hoy la
Iglesia, los cristianos, tenemos otra prioridad: acompañar a los enfermos de
Covid, muchos ancianos viviendo solos, y a los que se queden sin trabajo porque
le cierren sus empresas: Corintios 13.
Donostia San Sebastián 7 de septiembre de
2020
Javier Elzo
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