Se
puede afirmar que, entre los cristianos católicos, hay una aspiración bastante
generalizada a una reforma profunda de la Iglesia. Lo que uno ve es que no se
ha pensado en los laicos para esa deseada reforma. Es cierto que, cuando hay
basura, y basura contaminante, es más urgente deshacerse de ella que cualquier
otra urgencia. Pero ¿debe esta urgencia llevarnos a esperar ad kalendas graecas
para que la reforma de la Iglesia alcance también al ámbito de los laicos? Y
¿para que los laicos sean agentes de esa reforma? Ya nos hemos acostumbrados a
ver a los laicos muy activos en las tareas eclesiales, bajo la dependencia del
clero.
Nuestra
mente tiene ligada la imagen del laico comprometido a su presencia
intraeclesial, que también pueden realizar ellos, pero que no es lo nuclear de
la vocación laical. Sin embargo, no siempre ha sido así. Todavía son bastante
recientes en América Latina las persecuciones contra campesinos cristianos, que
corrían a enterrar sus biblias bajo tierra, perseguidos por fuerzas
gubernamentales.
Tampoco
queda tan lejos el tiempo de Monseñor Romero, nuestro querido beato, en el que
invitaba a los cristianos a organizarse socialmente. Y tenemos vivo el recuerdo
de su magnífico discurso en Lovaina para recibir el doctorado honoris causa.
Ese discurso es un testimonio excepcional, no solo de Romero, sino de los
cristianos que se comprometían con su estímulo. Y es además un programa de
formación y acción para los laicos comprometidos en el mundo desde el mundo;
testimonio comunitario de una Iglesia martirial. Así, pues, no siempre el
laicado activo ha sido como el actual.
Tenemos
noticias de otro tipo de laico. Propiciado por la Iglesia, cierto, pero que
luchó en el mundo desde el mundo, en organizaciones civiles. También en Europa
hubo laicas y laicos militantes, y todavía los hay, a pesar de la crisis
eclesial. ¿Qué ha pasado en la iglesia para que los laicos hayan dejado la
misión en el mundo? Ha ocurrido algo sencillo, pero grave: que la fracción
eclesial contraria a la misión en las estructuras sociales en favor de la
justicia, fue la que quedó vencedora en la Iglesia. Esta situación ha dominado
abiertamente en los dos pontificados anteriores al actual. Este dominio se ha
extendido incluso a los nombramientos de Obispos y otros altos cargos. Hubo
muchas acusaciones contra los laicos que empezaron a comprometerse en las
estructuras. Se les llamó comunistas. Era la acusación más fácil y frecuente de
los católicos e instituciones que tenían –y tienen- intereses contrarios al
compromiso estructural por la justicia.
Con esa
descalificación, muchos grupos comprometidos perdieron el apoyo de la Jerarquía
católica y fueron desapareciendo. Así, por ejemplo, las comunidades eclesiales
de base. Y otras han tenido dificultades para crecer. Es cierto que los papas
han hablado del compromiso transformador en el mundo, en textos inolvidables.
Pero después de publicar cosas realmente importantes, se nombraban obispos
contrarios a tales planteamientos evangélicos, que nunca iban a permitir su
expansión, sobre todo si pertenecían a instituciones económicamente poderosas.
Y las
abundantes referencias que se hacían al concilio, quedaban sin efecto por
orientaciones que iban en otra dirección. Ha habido una progresiva dedicación
de los laicos a tareas intraeclesiales, hasta hacerse ampliamente mayoritaria,
en contra de enseñanzas importantes de la Iglesia, como la Evangelii nuntiandi
de Pablo VI. A ello hemos de añadir que muchos sacerdotes –poco a poco la
mayoría de ellos- han buscado seglares para cubrir las necesidades de las
parroquias, que son muchas e importantes.
Los
seglares se han sentido satisfechos de recibir estas responsabilidades, que
–dicho sea de paso- son además mucho más gratificantes que los compromisos en
el mundo, tantas veces hostil.
Hay que
reconocer también que algunos católicos comprometidos en el mundo fueron
demasiado lejos en sus relaciones con movimientos no-creyentes. Y hubo algunos
abandonos. Aunque estos casos fueron minoritarios, produjeron un gran recelo
frente al compromiso sociopolítico. También tuvo algo que ver la poca
espiritualidad que se ha dado a veces a los cristianos comprometidos. Y ¿qué es
lo que pueden aportar los laicos a la reforma de la Iglesia? Mucho depende de
lo que entendamos por Iglesia. ¿Es la Iglesia solamente o sobre todo su
interior o incluye también su misión en el mundo civil?
(Patxi Loidi, en RD)
¿Quién firma este artículo, o de dónde está tomado?
ResponderEliminarTxo
ResponderEliminarPido perdón. Por despiste, he obviado especificar el recado recibido. Pero creo que lo acabo de subsanar.