martes, 12 de agosto de 2014

Gritad, hermanas, gritad

Hna. Joan Chittister
 
No hace mucho tiempo en el mundo las monjas pasaban desapercibidas y cuando aparecían lo hacían de forma anónima o estereotipada. 

Hoy no pasa un día sin que el mundo descubra su presencia. La ironía es palpable, cuando aparecíamos como “monjas” no se nos veía y ahora que somos simplemente nosotras, todo el mundo conoce lo que hacemos. Está claro que el testimonio es, al menos, tan poderoso como los hábitos. Y las religiosas han dado claro ejemplo de contemplación, igualdad y justicia en estos últimos años. El problema con esta forma de pensar es que las personas que se consideran adultas plenas empiezan a actuar como si lo fueran. Pero con sus consecuencias.



La próxima semana la LCRW tomará decisiones que moverán el tema de la actuación de las mujeres en una iglesia de varones, hacia delante o hacia atrás. Aunque parezca mentira en el siglo XXI el problema estriba en si las mujeres son capaces de escuchar a varios conferenciantes y continuar siendo católicas. El problema estriba en si las mujeres pueden discutir diversos puntos de vista sobre temas candentes y seguir siendo fieles católicas. El problema estriba en si las mujeres son capaces de manejar sus propias organizaciones y seguir siendo católicas. La respuesta vaticana es negativa pero en los últimos 45 años la respuesta de la LCRW a estas mismas preguntas ha sido un claro y pertinente sí.

Los hombres y las mujeres del mundo entero están viendo como se mueve la sociedad, buscan modelos para resolver los problemas, buscan guía espiritual para manejar sus frustraciones. La hermana benedictina Mary Lou Kownacki escribe en su blog Old Monk’s Journal:
“Ya hemos escuchado suficientes exhortaciones para permanecer calladas. Gritad con mil lenguas. Veo al mundo podrido por causa del silencio” escribió Catalina de Siena. Esta cita es la que su blog medita ante la asamblea de la LCRW en Nashville, en agosto del 12 al 16. El silencio ante la injusticia es un crimen, un pecado, un acto horrible que ha utilizado la autoridad eclesial, a lo largo de los siglos, para matar preguntas, nuevas ideas y castigar a los que se atreven a cuestionar.

Me rompió el corazón el comentario de Tom Fox, editor del National Catholic Reporter sobre la próxima asamblea de la LCRW “Este grupo que se había vanagloriado de tener un liderazgo sin miedo y una transparencia inmejorable se ve ahora restringido ante los medios, como ninguna otra organización católica incluyendo a los obispos de los EEUU”.

Es este tipo de intimidación con el que cuenta la Iglesia, guardar los abusos en secreto, tras puertas cerradas. Mary Lou Kownacki reza y pide para la LCRW: “Queridas hermanas, no habéis hecho nada malo. Es vuestra obligación como religiosas preguntaros las cuestiones que necesitan ser oídas. Es la santa obligación de los religiosos defender a los más desfavorecidos. Estad orgullosas de las preguntas que os habéis hecho, de los conferenciantes que habéis invitado a vuestras asambleas, de las cuestiones que habéis planteado, de las liturgias que habéis celebrado. Id al micrófono y decid: Creemos en la teología feminista y en la ordenación femenina, creemos en los derechos de los homosexuales, gays y lesbianas de manera que continuaremos a hablar de estos temas. Con todo respeto no obedeceremos la orden de dar la lista de los conferenciantes a nuestra asamblea anual al Vaticano para su aprobación. Si eso quiere decir que la LCWR no será reconocida como asociación católica, mala suerte. Hemos entregado nuestras vidas a la Iglesia pero no hemos dado nuestras conciencias a nadie, sino a Dios. Reconocemos la legitimidad de la ley eclesial pero creemos que en ocasiones entra en conflicto con el evangelio y nuestros corazones, desde nuestra juventud, han ardido con el mensaje radical y la vida de Jesús de Nazaret. Obrar de otro modo afectaría a nuestra integridad. Como miembros de la LCWR estamos de acuerdo con nuestra hermana Catalina de Siena recordando a los fieles: “Ya hemos escuchado suficientes exhortaciones para permanecer calladas. Gritad con mil lenguas. Veo al mundo podrido por causa del silencio”.

Desde mi lugar, me parece que si la cantidad de medios de tinta y de artículos aparecidos nos dicen algo es que hay muchas personas a las que les importa que se mantengan fuertes las voces de las religiosas de USA.

Hna. Joan Chittister  -  NCR
Traducción de Isabel Gómez Acebo

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