He leído el
libro de D. José Maria Cirarda y me ha
hecho revivir acontecimientos en los que me tocó ser protagonista directo. Por
supuesto que no los tenía olvidados, pero el paso del tiempo los había ido
relegando a un lugar no primordial entre mis vivencias y recuerdos. Sin
embargo, al comprobar el tratamiento que D.
José Maria Cirarda da a los
mismos, me he sentido muy dolido y, una
vez más, decepcionado. En esta situación, quiero exponer mi experiencia directa
de ellos, con toda honradez.
Martin Orbe
A
PROPÓSITO DEL LIBRO RECUERDOS Y MEMORIAS (DE MI AYER A NUESTRO HOY) JOSE
MARIA CIRARDA
He leído el
libro de D. José Maria Cirarda y me ha
hecho revivir acontecimientos en los que me tocó ser protagonista directo. Por
supuesto que no los tenía olvidados, pero el paso del tiempo los había ido
relegando a un lugar no primordial entre mis vivencias y recuerdos. Sin
embargo, al comprobar el tratamiento que D.
José Maria Cirarda da a los
mismos, me he sentido muy dolido y, una
vez más, decepcionado. En esta situación, quiero exponer mi experiencia directa
de ellos, con toda honradez.
Dice Mons.
Cirarda: “Lo hago punto menos que
presionado por obispos a los que estimo y quiero, y por sacerdotes amigos, algunos de ellos historiadores y otros
periodistas de pluma fácil. ... Dios quiso que estuviera Vd. en el vértice
de no pocos acontecimientos eclesiales de las últimas décadas y aun de algunos sociopolíticos con repercusión eclesial. Si
Vd. no nos cuenta su visión de los
mismos, otros lo harán desde otra perspectiva. Faltará su testimonio sobre los
mismos. Tiene Vd. obligación moral de
contar cómo los vivió” (pag. 5).
Y
tambien: “Todo lo que escribo es verdad. Lo cuento como lo viví y como lo
recuerdo. Otros, ello no obstante, pueden tener una visión diversa de los
mismos hechos por haberlos contemplado desde una perspectiva distinta a la mía”
(pag. 6).
En mi caso,
me limitaré principalmente a aclarar la visión que en el libro se da sobre todo
lo relacionado con la cárcel de sacerdotes de Zamora. Soy, efectivamente, de
los que pueden tener una visión diversa
de los mismos hechos, - insisto, en los que se refieren a dicha cárcel- pero
no por haberlos contemplado desde una
perspectiva distinta sino por haberlos vivido y sufrido en mi propia carne.
Tanto el Boletin
Oficial del Obispado de Bilbao (num. 624. maiatza . 2011 . mayo) como el boletin Presbiterium (2011 . 23) se hicieron
eco, en su día, de la presentación del libro. Ambos lo hacen en un tono
complaciente tanto para la labor pastoral de Mons. Cirarda como para el reflejo
de la misma expuesta en el libro. Este hecho me ha supuesto un motivo
sobreañadido para poner en su justo medio todo lo relacionado con la cárcel deZamora.
Confieso que
siendo ya difunto D. José María Cirarda, me siento incómodo a la hora de tener
que rebatir valoraciones y datos expuestos en el libro. A pesar de todo, me he
decidido a hacerlo porque en vida tampoco rehuí la confrontación sobre temas
muy relacionados con la estancia en la cárcel. Efectivamente, en unas jornadas
organizadas en la diócesis de Bilbao -
desgraciadamente no recuerdo las fechas exactas- sobre la actuación de la Iglesia de Bizkaia en los
últimos años del franquismo fuí invitado a participar, junto a D. José Maria
Cirarda y otras personas referenciales de aquellos años, en una mesa redonda
que se celebró en el Colegio de los Escolapios de Bilbao. Antes del citado
acto, y a petición de los organizadores, tuve una entrevista con Mons. Cirarda
ya jubilado. Él mismo abordó en aquella entrevista problemas como el de la
tortura. Yo, por mi parte, le dije que no tenía ningún interés en personalizar
el problema, pero le aporté datos que conocía de primera mano sobre la
persistencia de la tortura, y le expuse
la actitud poco comprometida de la
Iglesia sobre este problema y sobre la represión y opresión
de Euskal Herria en general. A su vez, en el desarrollo de la mesa redonda,
salió el tema de la cárcel y tambien la convicción que D. José María Cirarda tenía de que sacerdotes
e iniciativas promovidas por personas de un determinado ámbito se hallaban en
cuanto a su ortodoxia “como en el filo de la navaja”. Naturalmente, debatimos
sobre esos temas; con mutuo respeto, pero debatimos.
Reitero,
pues, que habiendo fallecido ya D. José María Cirarda, sería deshonesto por mi
parte el hacer juicios de valor de su actuación pastoral y de la visión de la
misma que ofrece en el libro. Me limitaré, fundamentalmente, a hacer una relectura de lo escrito sobre la
cárcel de Zamora, bien comparando diversos párrafos de los textos del libro o
bien aportando hechos e informaciones que se omiten en el mismo.
Nota: Al ser un testimonio extenso lo iremos publicando por capítulos los lunes, miércoles y viernes.
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