Cada unas de las 35 mesas donde se estudia el instrumentum laboris del Sínodo cuenta con un facilitador que reparte juego y un relator que recoge las conclusiones
Fuente: Alfa & Omega
Por Rodrigo Moreno Quicios
12/10/2023
Los participantes del Sínodo reunidos en una de las sesiones en el Aula Pablo VI del Vaticano. Foto: Reuters / Guglielmo Mangiapane
María Luisa Berzosa es consultora de la Secretaría General del Sínodo, pero no tiene derecho a voto en la síntesis final que se presentará el 29 de octubre. Es facilitadora y su rol consiste en garantizar una conversación profunda en los círculos menores, como se llama a cada una de las 35 mesas del Aula Pablo VI que abordan las cuestiones planteadas en el instrumentum laboris. «El primer día nos presentamos, tenemos una oración y empezamos con el tema que toque», cuenta a Alfa y Omega. De momento ya ha pasado por dos círculos y cada semana coordinará un grupo nuevo.
Berzosa ha dirigido grupos con nuncios, obispos, cardenales, religiosas, un superior general e incluso un laico casado. La jesuitina insiste en la importancia en que se traten como iguales, algo que no es siquiera necesario señalarles. «Se va creando un ambiente de libertad, respeto y acogida fundamental», explica. Pronostica que cada semana las deliberaciones serán más rápidas debido a la comunión que surge entre los participantes, quienes se van conociendo y cada vez tienen más papeletas para reencontrarse en un nuevo círculo menor. «El primer día nos estamos presentando tímidamente y el viernes ya estamos contando chistes», celebra.
Aunque pueda parecer informal, reivindica con fuerza esa familiaridad. «Allí nadie está por su rol; el mayor responsable de todos es el Papa y es al que se ve más relajado», sentencia. Cuenta que, en su silla de ruedas, Francisco dedica gran parte de su tiempo en el Aula Pablo VI a acercarse a los círculos menores «y tomarnos el pelo». Y, como está convencida de que todo se decidirá por consenso e iluminado por el Espíritu Santo, añade: «¿Para qué apurarnos?». Esa es precisamente la inspiración con la que abordó el retiro en Sacrofano previo a la apertura del Sínodo. «Eran días para cuidar a las personas, no su rol ni su función; por tanto, lo primero era la oración y el descanso».
La oración es la principal herramienta con la que se cuenta para sembrar la unidad en los círculos: «Nos damos la mano para rezar el padrenuestro y estamos toda la sesión mirándonos a los ojos». Considera clave esta atención para desarrollar lo que llama «conversación en el Espíritu», en la que cada uno debe «enfrentarse a su propia responsabilidad, lo que siente y lo que trae de su contexto». «Nadie va a señalarte lo que tienes que decir, eres tú el que está representado», advierte. Aunque ejerza de árbitro, el rol de María Luisa Berzosa no es el de representante. Para eso cada círculo menor elige en secreto a un relator que redacta las propuestas del grupo en un documento que debe ser aprobado por mayoría absoluta. Después se lee a todos los participantes en las congregaciones generales. «Cuando hacemos nuestra primera redacción y después escuchamos a otros relatores nos damos cuenta de cuánta sintonía hay. Hay temas que se repiten en un contexto y en el siguiente y en el otro», recalca la religiosa.
Formación y vocación
Uno de los temas que más se ha tratado en el Módulo A, la sección del instrumentum laboris correspondiente a la primera semana del Sínodo, es la formación en los seminarios. «Es algo que viene saliendo desde la etapa diocesana, desde abajo», recuerda Berzosa, quien desearía que recibieran «formación humana, afectivo-sexual y de relaciones interpersonales desde la libertad». Unas materias que podrían recaer en profesoras, para «tener las dos miradas que en la vida pastoral se van a encontrar».
Por su parte, el cardenal Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinsasa, ha recalcado en las conferencias organizadas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede la importancia de los laicos y su vocación sacerdotal, aunque no estén ordenados. Y ha subrayado que los miembros del Sínodo «tienen autoridad por el bautismo, no por haber sido nombrados».
Finalmente, Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación, se ha pronunciado respecto a los dubia elevados por cinco cardenales con sus reservas por el Sínodo y las críticas del cardenal Gherard Ludwig Müller en televisiones estadounidenses. «No va a haber ningún policía que lo castigue. Esta es una asamblea de hermanos que se han dado un tiempo de reflexión y el discernimiento depende de cada uno», ha sentenciado.
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