Ocurrió en el
mes de Enero, ¿lo recuerdan? Unos descerebrados,
con un motivo pretendidamente religioso, entraron en el corazón de la redacción
del semanario satírico Charlie Hebdo
y dispararon contra los trabajadores del medio. 12 personas cayeron asesinadas
derramando la sangre víctimas del fanatismo de unos tipos que arguyeron
justificaciones pretendidamente religiosas para ejecutar su macabra acción.
El Charli Hebdo había publicado años antes
unas caricaturas de Mahoma que ofendieron a la población islámica. Esta
publicación ignoró el código religioso musulmán y ofendió a muchos islámicos
que vieron cómo, desde el acomodado mundo occidental, la burla a la religión
tenía una patente de corso extraordinaria para llegar hasta donde quisiera so
pretexto de la libertad de expresión.
El fanatismo
islamista terminó con el debate. Cierto, no se puede faltar al respeto de las
convicciones religiosas, es una indecencia burguesa propia de la prepotencia
occidental. Pero utilizar la violencia como respuesta a esta befa da razón a
los autores de la ofensa, porque no hay nada más sagrado que la vida humana.
A los pocos
días fueron varios millones los que se manifestaron en París. Muchos hombres y
mujeres reivindicaron la libertad de expresión luciendo carteles en los que se identificaban
con las víctimas. A la manifestación (que convocó a casi cinco millones de
personas) no faltaron intelectuales, artistas y políticos de todos los colores
que lucían el eslogan “Je
suis aussi Charlie Hebdo” reivindicando la libertad de
expresión como un derecho inalienable del ser humano y condenando el fanatismo
religioso como una perversión ética indigna de cualquier ser humano.
Y
a mí la manifestación me pareció muy bien. Estoy convencido que quien defiende
con las balas cualquier idea es un fanático, un inculto o un pobre hombre
peligroso. La religión no necesita estos defensores. La Historia ha dado buena
cuenta de que, cuando uno considera a Dios como una propiedad y lo defiende con
violencia, la barbarie se convierte en blasfemia y la guerra, en un negocio con
justificantes piadosos. Líbrenos Dios de los que le defienden. El mismo Jesús
murió asesinado en nombre de Dios y quienes perpetraron tal atrocidad no
quisieron entrar en casa de Pilato porque, al ser la Pascua, se podían
contaminar con una impureza religiosa pisando el patio de un infiel.
Pero
también me parece provocador y fanático ofender las convicciones religiosas de
los demás. Publicar caricaturas de Mahoma es sencillamente perverso. No tiene
nada que ver con la libertad de expresión. La ofensa y burla de las
convicciones religiosas (no de los abusos de los representantes de la religión)
son un insulto a la inteligencia y a la tolerancia. Urge reflexionar sobre los
límites de una pretendida libertad de expresión que, parece, sólo está en poder
de los poderosos.
Pero
he aquí que desde hace unos meses volvemos a ver a los fanáticos actuar en los
medios degollando, quemando, asesinando a cientos de personas por el mero hecho
de que se declaran cristianos. Y así una infame rama islamista, que tiene la
osadía de invocar a Dios para justificar sus atrocidades, aterroriza a una
población empobrecida y ejecuta públicamente a los cristianos ante la
parsimonia de un primer mundo que mira hacia otro lado cuando las víctimas son
seguidoras de Cristo.
El
papa Francisco habla repetidamente de la globalización de la indiferencia. Es
cierto, nuestro mundo organiza manifestaciones protestando contra el sacrificio
del perro de una enfermera víctima del ébola a la que se le ofreció un Hospital
entero para su recuperación. Mientras en España se clamaba por el derecho a la
vida del animal, en África morían por el
ébola cientos de personas ante el silencio y la complicidad farmacéutica
internacional. Mientras los más demócratas, modernos y librepensadores se
colgaban el cartel “Je suis Charlie Hebdo” miles de cristianos eran
perseguidos ante la parsimonia y el silencio internacional. Parece que condenar
la persecución religiosa contra los cristianos debe de ser facha o carca o vaya
usted a saber.
No
creo que sea una cuestión de izquierdas o de derechas (temas, por cierto,
cansinos y obsoletos). Creo que lo que está en juego es la libertad y la
decencia. Defender a los cristianos perseguidos y clamar contra la chapuza
internacional me parece de sentido común.
Así
que permítanme que les diga que, ante tanta hipocresía en nombre de la
democracia, ante tanta prepotencia en nombre de la libertad, quiero manifestar
mi solidaridad con esas víctimas y, con tantos musulmanes amigos y buenos que
ven horrorizados lo que está pasando. Déjenme, pues, proclamar con la cabeza
bien alta «Je suis aussi un chrétien».
JOSAN MONTULL
Huesca
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