El Comité Permanente y los obispos chilenos tienen la obligación moral de persuadir a su hermano en el episcopado, Mons. Juan Barros Madrid, para que desista de aceptar...
El
Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile ha emitido una
Declaración pública el 18 de Marzo de 2015, en respuesta a “las diversas
manifestaciones que ha rodeado el nombramiento de Mons. Juan Barros Madrid como Obispo diocesano de Osorno”.
En dicho documento se expresa adhesión al Papa Francisco y
se deja constancia de la responsabilidad pontificia en dicho nombramiento.
También manifiesta cercanía a la Iglesia de Osorno unida al pastor impuesto.
Finalmente, compromete oración para que los fieles y el Obispo “caminen en
fidelidad al mandato del Señor”.
En vista de los
hechos señalados, es oportuno manifestar que:
- Llama la
atención que el Comité Permanente se vea en la obligación de tener que declarar
lo que es obvio canónicamente, en el sentido de expresar su adhesión al papa
Francisco. Si bien el nombramiento del nuevo Obispo de Osorno ha tensionado la
vida de la Iglesia, nada hace presumir que ello pueda lesionar los vínculos
jerárquicos con el papa.
- La declaración
episcopal radica en el papa Francisco la responsabilidad del nombramiento de
Mons. Barros como Obispo de Osorno. Ello se interpreta como una evasión de la
responsabilidad que le cabe al episcopado chileno en la tarea de aconsejar al
papa en los nombramientos de obispos. Esa responsabilidad no puede ser rehuida
sin afectar el principio de lealtad que debe regir siempre la relación con los superiores
jerárquicos, con mayor razón cuando el episcopado chileno tiene mayor
información que el papa en relación con la trayectoria del Obispo propuesto y
nominado para Osorno.
- La declaración
omite toda referencia a la persona del nuncio apostólico, Mons. Ivo Scapolo,
quien tiene la grave responsabilidad de presentar la propuesta de nombramiento
a la Congregación para los Obispos en Roma, cuyo Prefecto es el cardenal Marc
Ouellet. Dicha omisión es indebida porque responsabiliza al papa de un nombramiento,
cuyo proceso está confiado primeramente a un conjunto de obispos y cardenales
que, al no asumir responsabilidad alguna, terminan comprometiendo la imagen del
papa ante los fieles católicos y ante la opinión pública chilena por la
decisión a la que fue inducido.
- A la hora de
informar debidamente, el Pueblo de Dios y la opinión pública chilena tiene
derecho a conocer la sigilosa actuación del cardenal Francisco Javier Errázuriz
Ossa en este engorroso proceso.
- La expresión de
cercanía del Comité Permanente a la Iglesia de Osorno no puede ser condicionada
a la comunión con un Obispo impuesto, especialmente porque dicha comunidad ha
expresado legítimamente, y en comunión con la
Iglesia, su rechazo justificado de acoger a don Juan Barros como pastor
por no ser "irreprochable".
- La fidelidad
al mandato del Señor, de manifestar unidad en la Iglesia, se construye con
actos y gestos cotidianos de respeto, de consideración, de coherencia, de
participación real y de transparencia, que manifiesten un empeño serio por
colaborar en ese deseo que expresamos en la liturgia eucarística, cuando
clamamos a Dios, a través de las palabras del presbítero, diciendo: “Que tu
Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y
de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”
(Plegaria eucarística V/b del Misal Romano). Hoy más que nunca necesitamos dar
un testimonio público de verdad, de amor, de libertad, de justicia y de paz,
para que todos encuentren en nuestra Iglesia chilena un motivo para seguir
alimentando la esperanza.
Comprendemos que el papa ha sido aconsejado indebidamente y
que el mismo no puede revocar, sin comprometer su autoridad, lo que previamente
fue instruido como un “acto pontificio”. Por ello, el Comité Permanente y los
obispos chilenos tienen la obligación moral de persuadir a su hermano en el
episcopado, Mons. Juan Barros Madrid, para que desista de aceptar la gran
confianza que el papa Francisco depositó en él, reparando así el grave daño
provocado a la Iglesia y a la persona del papa.
Asimismo, el Obispo Barros debe aquilatar en su conciencia
de cristiano el gran ejemplo del papa Benedicto XVI, que procurando ante todo
el bien superior de la Iglesia, y por razones diferentes, presentó su renuncia
a la grave responsabilidad de guiar a la Iglesia Católica como pontífice.
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