Jean-Louis de la Vaissiere (AFP)
Ciudad del Vaticano
Lucetta Scaraffia manifiesta una gran admiración por Benedicto XVI y se presenta como “feminista”. ¿Su combate? Que los hombres en la iglesia cedan una parte de su poder a las mujeres, que “tantas riquezas” han aportado al cristianismo durante dos mil años.
Esta mujer vivaz de 64 años, con profundos ojos grises, eminente historiadora, es una militante feminista que se jacta de contar con el apoyo de Joseph Ratzinger.
Editorialista en el “Osservatore Romano”, el periódico del Vaticano, y en muchos otros periódicos italianos, manifiesta sin remilgos lo que le más repugna de la Iglesia : la ambición, la corrupción del sexo y del dinero. Consagrada en cuerpo y alma a la institución, sabe que con estas declaraciones no hace otra cosa que granjearse enemigos.
Con el apoyo del Papa (“fue él, dice, quien decidió que debía haber mujeres en el Osservatore Romano”) ha puesto en circulación el mes pasado “L’Inserto”, un suplemento femenino mensual del periódico del Santa Sede.
Es la primera mujer en la historia de la iglesia con una responsabilidad de este alcance, algo inimaginable hace diez años. En su apartamento repleto de libros en el barrio de Parioli, esta esposa de un periodista italiano cuenta con humor cómo reaccionan algunos hombres en el Vaticano a su suplemento: “Los hay que dicen: no lo he leído”. No es correcto manifestar: no me parece bien. Por eso, vienen a decir: “no me interesa”. La indiferencia, es terrible”.
“En la Iglesia hay misoginia. Es, además, un mundo cerrado en el que siempre se está a vueltas con el problema del poder. Son personas, sobre todo entre el clero, que temen que si las mujeres asumen responsabilidades, es muy probable que haya menos puestos para ellos”, explica Lucetta Scaraffia.
Este sistema tiene que cambiar, “¡todas las mujeres están molestas y enfadadas con la iglesia!”, manifiesta echándose a reír. Sólo dos mujeres tienen alguna responsabilidad (números tres en el escalafón) en los ministerios del Vaticano y no se puede encontrar a ninguna entre los puestos más elevados.
Según ella, el interés por hacer carrera “también puede explicar el Vatileaks”, el escándalo provocado por la fuga de documentos confidenciales.
“Si las mujeres hubieran estado en el centro del poder de la iglesia, nada hubiera salido de la Secretaría de Estado. Las mujeres son más libres, sencillamente porque no se mueven por el ansía de acumular poder”, sostiene dando la impresión de ser una ocurrencia.
Según Lucetta Scaraffia, “la pedofilia ha sido casi exclusivamente un escándalo masculino. En general, las mujeres tienen un mejor control. ¡Si hubieran habido mujeres en los centros de poder, no habrían tolerado semejantes comportamientos!”
Esta historiadora se ha posicionado a favor de que las mujeres puedan enseñar en los seminarios masculinos. También es partidaria de que los seminaristas conozcan el día a día de una sociedad crecientemente profana y de que los formadores les proporcionen “los verdaderos antídotos”, es decir, las adecuadas “respuestas culturales” que les permiten vivir con soltura su celibato.
“¡Las mujeres han sido consideradas como un peligro sexual! Pero ya se ha visto que este ‘peligro’ son también los hombres y los niños...”, suspira.
Su “feminismo” difiere del de otras feministas laicas: está en contra del aborto, defiende el celibato de los sacerdotes y se opone a la ordenación de las mujeres porque entiende que tienen una vocación diferente a la del sacerdocio.
La periodista sostiene que Benedicto XVI se encuentra “muy solo y está teniendo un pontificado muy difícil porque están explotando todos los problemas que se habían escondido... Problemas muy arraigados en la iglesia desde hace 30 ó 50 años”.
“Tiene el coraje de ver las cosas tal y como son. Por eso, deja que estallen los escándalos. Jamás los ha escondido. También en el caso del Vatileaks. Está decidido a dejar que las cosas salgan y se conozcan”.
“Muchas personas piensan que sería preferible esconderlo todo. Él les dice: la Iglesia no está protegida por el silencio. Piensa que, para que haya una auténtica purificación, es necesario sentir vergüenza”.
Para esta historiadora, es indudable que “las mujeres han ocupado un lugar muy importante en el cristianismo, desde los mismos orígenes”. “Es la primera religión en la que se ha dado la paridad espiritual. Rápidamente hubo mujeres santas, algo que fue auténticamente revolucionario. En la Iglesia las mujeres no han sido forzadas a vivir en conformidad con su destino biológico, sino que han podido vivir para Dios”.
“Es la primera religión que ha sostenido que la mujer tenía los mismos derechos que el hombre. La mujer ha podido exigir la fidelidad a su marido. En los primeros siglos, las mujeres eran el grupo más numeroso de los nuevos cristianos convertidos”, constata la señora Scaraffia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.