A propósito de las declaraciones de mons. Joseba Segura
Fuente: Religión Digital
18/08/2024
En una anterior aportación decía haber leído que mons. Joseba Segura, obispo de Bilbao, en la homilía del día dela Asunción, el 15 de agosto, en la basílica de Begoña (Bilbao), había sostenido que uno no puede “construir su identidad, ser hombre o ser mujer, o cualquier cosa intermedia o ninguna de ellas, a voluntad, sin referencia al cuerpo con el que hemos nacido”. Y también, que había leído algunas reacciones muy críticas con este posicionamiento.
Indicaba, igualmente, que, con la intención de propiciar un diálogo lo más objetivo y sereno que fuera posible, me permitía exponer, en primer lugar, los términos escriturísticos más importantes del debate que, en la actualidad, se estaba desarrollando en el seno de la comunidad católica sobre las personas trans y la llamada “ideología o teoría de género”. Con estas líneas, abordo el segundo aspecto del actual debate en el seno de la Iglesia católica: el magisterial y doctrinal.
Una vez publicada la Declaración “Dignitas Infinita” del Dicasterio para la Doctrina de la Fe el pasado 8 de abril, tuvo cierto eco mediático la respuesta del Papa Francisco a la carta de la religiosa estadounidense Jeaninne Gramick, responsable de un grupo católico de apoyo a personas LGTBQ. En este cruce epistolar, la religiosa reprochaba al Papa y al Dicasterio no haber superado la llamada “ideología de género”, heredada y repetitiva, del magisterio de sus predecesores. “Estoy muy triste desde el 8 de abril de 2024, cuando el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano promulgó “’Dignitas Infinita’, la Declaración sobre la Dignidad Humana”. He sentido el inmenso dolor existente entre las personas LGBTQ y sus familiares y amigos. Este documento expone muchas verdades hermosas y esenciales, pero la sección sobre la “Teoría de Género”, que condena la 'ideología de género', está perjudicando a las personas transgénero que amo”.
En su respuesta, el Papa Francisco, abundando en lo que entiende por “ideología de género”, sostuvo que se trataba de un movimiento “de cancelación de diferencias” en un mundo en el que el secularismo se impone a quienes creen en la moralidad tradicional y que, por ello, iguala a todos sin respetar la historia personal. Es lo que denominó, en otro pasaje, “colonización ideológica” que se recrea en suprimir las diferencias entre personas. Por eso, sostuvo seguidamente, “la ideología de género es algo más que las personas homosexuales o transexuales ya que iguala a todos sin respetar la historia personal. Entiendo la preocupación por ese párrafo de “Dignitas Infinita”, pero no se refiere a personas transgénero, sino a la ideología de género, que anula las diferencias. Las personas transgénero deben ser aceptadas e integradas en la sociedad”.
Jeaninne Gramick volvió a escribir al Papa para decirle que en Estados Unidos (y en otras muchas partes del mundo), lo que se llama “ideología de género” no es lo que él entiende como igualación o anular o no respetar las diferencias, sino todo lo contrario: es “sentir que vives en un cuerpo con una identidad contraria a como crees que Dios te creó en tu alma”. Cuando ello sucede, lo normal es que la persona transgénero no decida “sin motivo, que su identidad de género difiere de su apariencia corporal”. Es más, frecuentemente, toma la decisión de cambiar de sexo “después de un profundo examen de conciencia, reflexión, angustia y dolor. La Iglesia debe ayudar a eliminar el dolor, para que la persona pueda volverse una en mente y cuerpo, como Dios quiere”.
En definitiva, le respondió Jeaninne Gramick a Francisco, las teorías de género -en contra de la igualación que él condena- se refieren, más bien, a las diferencias constatables y, por ello, tienen como objetivo aceptar la diversidad radical que da forma a las personas. Por tanto, no se pretende crear un nuevo ser humano, sino encontrar palabras para sí mismas sobre la forma en que se entienden a sí mismas y cómo se encuentran a sí mismas. Así entendida, es la interpretación romana de la antropología de género la que niega las diferencias al hablar de “la” mujer (y madre) y “el” hombre. Y concluyó esta segunda carta con las siguientes palabras: “espero que miles (no, millones) de católicos que aman a sus familiares y amigos transgénero les digan a sus seres queridos, a sus párrocos, a sus obispos y a todos los que quieran escuchar que el Papa Francisco desea que las personas transgénero sean 'aceptadas e integradas en la sociedad'”.
En la correspondencia recensionada entre Jeaninne Gramick y el papa Francisco quedan recogidos los términos del debate doctrinal y magisterial provocado por la Declaración en lo referente a las personas trans y a la llamada ideología o teoría de género y el limitado desarme que ha experimentado el magisterio eclesial con respecto al de Juan Pablo II y Benedicto XVI, gracias al actual Papa. La verdad es que me cuesta reconocer en las palabras de mons. J. Segura las matizadas consideraciones recogidas en esta relación epistolar y echo muy de menos la invitación de Francisco a que las personas transgénero sean “aceptadas e integradas en la sociedad”. Y, también, por supuesto, en la Iglesia; incluida, obviamente, la de Bilbao.
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