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en las circunstancias que nos envuelven (el CONFINAMIENTO POR
«COVID-19») bien podríamos prestar el servicio de abrir el BLOG a
iniciativas que puedan redundar en aliento para quienes se sientan en
soledad, incomunicadas o necesitadas de expresarse.
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Fuente: DW
Autor/a: Barbara Wesel
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Tras el reciente asesinato de un profesor, París está reaccionando con mano firme contra los presuntos islamistas involucrados. Pero Macron necesita paciencia y persuasión, además de dureza, opina Barbara Wesel.
A
finales de septiembre, un grave ataque con cuchillo contra transeúntes frente
al antiguo edificio de la revista satírica Charlie Hebdo en París consternó a
los franceses. Después de unos meses de calma, el espectro del islamismo
violento había vuelto. Poco después, el presidente Emmanuel Macron dio un
discurso sobre cómo piensa combatir la violencia islamista. Este fue un
discurso matizado, sin una retórica de derecha o, incluso, islamófoba. Pero con
240 muertes en ataques islamistas en los últimos cinco años, Macron sabe que
tiene que emprender la lucha.
Bajo presión para actuar
El
espantoso asesinato del maestro Samuel Paty prueba una vez más que se ha
extendido una clandestinidad islamista en Francia que hasta ahora ha sido capaz
de escapar de la mirada y el control del Estado. "Separatismo
islamista" es como llama Macron a este fenómeno que se ha extendido desde
el ataque al World Trade Center en Nueva York en 2001 y el surgimiento de la
organización terrorista Estado Islámico y los gobiernos autoritarios islamistas
en Oriente Medio.
El de
Egipto es uno de ellos, al igual que el del presidente turco Erdogan, que hace
un mal uso de la religión como instrumento de opresión y retención del poder, y
muchos otros. Allí, los asesinos siguen encontrando protección, así como apoyo
ideológico. Con su nueva y firme postura contra las acciones agresivas de
Erdogan en el Mediterráneo oriental, por ejemplo, Macron demuestra que ve esta
situación en un contexto mundial.
Sin
embargo, debe liderar la lucha principalmente en suelo francés. Mucho de lo que
el gobierno está haciendo ahora es correcto: ordenar la formación de
predicadores musulmanes en el país, hacer cumplir la escolaridad obligatoria
también para los niños musulmanes, deportar a los islamistas de línea dura y
controlar estrictamente las asociaciones culturales y de otro tipo que toleran
a los predicadores de la violencia en sus filas. Nadie debería tener la
posibilidad de promover la islamofobia en Francia; estas organizaciones han
tenido años para terminar con la tolerancia o el apoyo a la violencia en sus
filas.
La
dureza política es solo un medio
Sin embargo, la dureza política es solo un medio para combatir a la violenta sociedad islamista paralela que se ha desarrollado en las ciudades francesas y entre algunos inmigrantes. En el mejor de los casos, puede lograr éxitos a corto plazo y tranquilizar a los votantes.
Los
observadores de todas las tendencias políticas en Francia saben que el problema
es mucho más profundo. El presidente abordó abiertamente dos de las causas: el
pasado colonial no resuelto del país, en particular la guerra en Argelia, y la
miseria social y económica en los suburbios franceses. El propio Estado francés
ha creado estos guetos y es en parte responsable del "separatismo"
que se ha desarrollado allí. Llevará generaciones eliminarlo. Y esto no
funciona con presión, requiere dinero, educación, vivienda e infraestructura -
la lista es interminable.
Hace
veinticinco años, la película "La Haine", que mostraba la vida de los
habitantes de los suburbios, causó sensación. Este año, del mismo modo,
"Los Miserables" llegó a las pantallas y la Francia burguesa se
sorprendió al ver lo poco que ha cambiado.
Este
será un enorme trabajo para Emmanuel Macron, que tendrá que presentarse a la
reelección en poco más de un año. Macron podría iniciar desde ya una
confrontación honesta con el pasado. Esto podría costarle votos de la derecha,
pero sería una tarea históricamente importante.
Paciencia
y persuasión
El
rígido laicismo del Estado francés, con la exclusión total de la religión en
las funciones públicas, contribuye también a la agudización del debate actual.
Por un lado, el gobierno exige, con razón, que la población musulmana se adapte
a las leyes y normas del país. Por otro lado, casi no da lugar a la expresión
religiosa. Tal vez la clase política en Francia tendría que cuestionarse si la
veneración de las propias tradiciones seculares sigue siendo la base correcta
en un presente multiétnico y multirreligioso.
Bárbara Wesel.
Además,
está el fracaso del Islam organizado en Francia. Y el número de víctimas del
terror islamista en los últimos años prohíbe cualquier otra excusa. Hay
admirables predicadores en el país que luchan por la tolerancia. Pero junto a
ellos, florecen salafistas clandestinos y otros de línea dura, que siguen
propagando la violencia contra los "infieles". Un vistazo en las
redes sociales de los involucrados en el asesinato de Samuel Paty deja a
cualquiera sin aliento.
El presidente Macron necesitará paciencia y persuasión, así como también dureza y flexibilidad si quiere ganar terreno en esta lucha: no puede ganarla, porque Francia ha reprimido este lado de la sociedad durante demasiado tiempo. Al final, se necesita más que un simple jefe de gobierno. También significa que la Francia burguesa debe finalmente enfrentar los errores del pasado.
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