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(En settimananews.it)
Gabriele Passerini
Habría pasado sin pena ni gloria, si
la carta no hubiera sido aplaudida y relanzada con un tweet del presidente estadounidense Donald Trump.
Mons. Carlo Maria Viganò, ex
secretario de la Gobernación, ex nuncio en Washington, ex moralizador, se
dirigió al zar de Occidente, el 11 de junio pasado, para reconocerle el título
de hijo de la luz, intrépido luchador contra los ejércitos de Satanás y paladín
de la libertad de culto.
Unos mensajes que nos remiten al ruido
de la batalla de Armagedón (Ap. 16,16), al enfrentamiento con el Anticristo y a
la resistencia puesta en marcha por una civilización que se niega a ser
disuelta.
Sucede que unas fuerzas
internacionales indeterminadas (un supuesto nuevo orden mundial), desprovistas
de cualquier principio moral y ávidas de dinero y poder, están atentando contra
los valores de la patria, de la familia y del pueblo.
Trump encarna la resistencia, y sus
críticos no son más que sirvientes del poder oculto.
Es el choque entre Dios y Satanás.
El contexto de la pandemia es la ocasión
propicia.
En realidad, no
se trata de una pandemia (ni contagiosa, ni peligrosa ni resistente), sino de
una "colosal operación de ingeniería social" en beneficio de unos
pocos y contra la voluntad de los pueblos.
Las reglas de confinamiento y
distancia socavan los principios fundamentales de la libertad y la democracia.
Al Estado democrático se está enfrentando
un superestado presidido por un mundo sin libertad.
La épica batalla tiene una réplica clara
en la tensión dentro de la Iglesia y contra las Iglesias, entre los
"pastores fieles que cuidan el rebaño de Cristo" y los
"mercenarios que buscan dispersar al rebaño" y matar la fe.
La señal de todo ello ha sido la
facilitada por la disidencia intolerable del obispo de Washington, Mons. W.
Gregory, y otros obispos norteamericanos con ocasión de la "visita
electoral" de Trump (2 de junio) al santuario dedicado a Juan Pablo II,
construido y dirigido por los Caballeros de Colón, la parte más conservadora
del catolicismo estadounidense. El día anterior, el presidente Trump había agitado
la Biblia frente a la Iglesia Episcopaliana de la ciudad (con el rechazo de sus
responsables).
La exposición más amplia de la
visión de Viganò se encuentra en un documento fechado el 7 de mayo en el que,
después de argumentar el proyecto político mortífero vinculado a la supuesta
pandemia, invita a los pastores a "reclamar firmemente su autonomía de
gobierno, culto y predicación" contra las disposiciones ilícitas de la
sanidad y gobiernos de los diversos países.
También aquí se recuerda la elección
que está en juego: "con Cristo o contra Cristo".
Algunos de los firmantes del
documento del 7 de mayo son bien elocuentes de la caravana que integran los
partidarios de Viganò. Desde los anti-islámicos (Christian Allam, Guy Pages) hasta
los antieuropeos (Jean-Pierre Maugendre); desde los antisemitas (Massimo
Viglione) a los anti-todo (Vittorio Sgarbi); desde los “no virus” (Stefano
Montanari) a los no pol(itica) (Claudio Messora); desde la pro-derecha (André
Bonnet) a los anti-Vat(icano).
Entre ellos se encuentran los ya clásicos
anti-Francisco: cardenales Zen y Müller, monseñores, Lenga, Gracida, Laun, Negri
y Schneider.
Ahora se ha unido también Trump que,
finalmente, ha encontrado su Rasputín.
Espero que le aguarde mejor suerte
que al mentor del místico ruso, el último zar Nicolás II.
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