D. S.
La reorganización pastoral que llevará adelante la archidiócesis de Viena en los próximos diez años es, según la presentación que de la misma ha realizado el arzobispo cardenal Christoph Schönborn el pasado 19 septiembre, “la más profunda desde la activada por el emperador José II, hace más de doscientos años”.
Se culmina así un largo proceso iniciado en 2010 con la intención de presentar los Hechos de los Apóstoles de manera moderna, convencidos de que la Iglesia tenía que abrirse audazmente a las necesidades del hombre contemporáneo.
El proyecto de reorganización pastoral ha estado presidido por dos puntos fundamentales: por un lado, la centralidad del bautismo en la identidad cristiana y, por otro, los necesarios cambios estructurales para dotar de entidad a las comunidades cristianas del futuro, implicando, para ello, a todas las parroquias e instituciones pastorales de la diócesis.
Las líneas fundamentales de la reforma diocesana se debatieron el pasado mes de junio, en el transcurso del “Día de los consejos”, participando en el mismo cerca de 250 representantes de los diferentes organismos diocesanos.
Modelo Sur del mundo. La restructuración prevé que en el curso de los próximos diez años se reduzca el número de las parroquias, que actualmente son 660: “Muchas ‘comunidades filiales’ locales dirigidas por laicos forman conjuntamente una nueva parroquia, animada por un equipo de curas y laicos, al frente de la cual hay un párroco como responsable último”, ha afirmado el cardenal Schönborn (www.themakirche.at,19.9.2012). Cada parroquia tendrá a su servicio –según el volumen de la misma- de tres a cinco curas. Los laicos asumirán responsabilidades voluntariamente, contando, para ello, con el servicio de colaboradores con dedicación plena a la parroquia: sacerdotes, diáconos, asistentes pastorales y personal administrativo.
El objetivo perseguido no es el de suprimir las comunidades, sino, más bien, el de buscar que “en la nueva parroquia nazcan y se desarrollen cada día más grupos vivos”, y que la Iglesia vuelva a ser, de esta manera, misionera y capaz de estar cercana a las personas allá dónde viven.
Además de la misa dominical, ha de existir también la posibilidad de que los pequeños grupos de cristianos y cristianas se reúnan para la celebración de la palabra de Dios en las llamadas “comunidades filiales”. El modelo explícitamente invocado es el de los “pequeños grupos cristianos” que se ha desarrollado, sobre todo, en las Iglesias del tercer mundo. “La idea de que la Iglesia exista únicamente allí donde hay un cura es un imaginario históricamente arraigado, pero hay que cambiarlo. La Iglesia es comunidad, y, por ello, también las tareas de gobierno han de ejercerse de manera corresponsable”.
Las primeros iniciativas de reorganización de las diócesis católicas se pusieron en marcha en los años noventa. Y se hicieron con la intención de afrontar la falta de curas, empleando, para referirse a ello, una terminología variable: unidades o comunidades o zonas pastorales.
La restructuración promovida por la archidiócesis de Viena se inspira en la activada por las diócesis alemanas de Paderborn o Aachen, en las experiencias análogas puestas en marcha en Salzburgo, Innsbruck y Linz y, también, en la organización pastoral impulsada por la diócesis francesa de Poitiers donde existen, desde hace un decenio, equipos de colaboradores voluntarios que animan más de 320 pequeñas comunidades locales.
Centralización de la eucaristía. Si es cierto que la asunción de responsabilidades por parte de los laicos en la animación de la comunidad es algo positivamente valorado en términos generales, también lo es que el proyecto presentado ha suscitado una crítica valoración en torno a la relación entre la comunidad cristiana y la eucaristía.
Según el pastoralista vienés Paul Zulehner esta reorganización pone en tela de juicio el valor de la celebración eucarística como expresión central de la fe católica (Die Presse, 21.9.2012). Tener que recorrer largas distancias desde las llamadas “comunidades filiales” para llegar a la misa dominical en la Iglesia parroquial podría llevar a que los fieles que se alejen de la eucaristía, dotando a las comunidades de una fisonomía, más bien, “reformada” o “luterana”. En lugar de estar “centralizada”, la celebración de la eucaristía tendría que ubicarse en el sitio en el que “viven las personas juntamente con la comunidad creyente”. Por ello, habrá que esforzarse mucho en potenciar la conciencia comunitaria con el fin de contrarrestar el alejamiento que se va a producir entre las comunidades de base o “comunidades filiales” y la nueva parroquia.
Helmut Schüller, portavoz del movimiento austríaco “Iniciativa de los párrocos” (que en 2011 “llamó a la desobediencia” por algunos problemas urgentes de la Iglesia, entre ellos, la falta de curas) ha criticado duramente la reforma de las parroquias. “Responder al alejamiento de muchos con otro alejamiento no es un buen camino. Nos distanciamos, en vez de hacernos más fuertes a nivel local”. “En una Iglesia configurada en torno a grandes zonas pastorales, serán muchos los que se dispersen, perdiéndose muchas relaciones y descuidando la cercanía y la presencia sobre el terreno” (Die Presse 21.9.2012).
Para el movimiento “Wir sind Kirche” (“Nosotros somos Iglesia”), y para “Iniciativa de los laicos” la asunción de mayores responsabilidades por parte de los laicos es positiva. Manifiestan su esperanza de que, gracias a esta reforma diocesana, algún día sea posible la codecisión entre laicos y curas. Pero la agrupación de las actuales parroquias en agrupaciones más grandes, sostienen, provocará confusión y, sobre todo, muestra con toda claridad que el actual modelo de Iglesia no es capaz de solucionar de manera nueva problemas tales como la falta de curas y la debilidad de las mismas comunidades.
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