Fuente: Alfa & Omega
POR: José Luis Restán
09/12/2021
La Comisión Europea ha decidido meter en un cajón la guía elaborada por la Comisión de Igualdad, que recomendaba cancelar en el lenguaje oficial de las instituciones cualquier referencia a la Navidad, para no discriminar a quienes no son cristianos. La rápida, serena y precisa declaración del secretario de Estado del Vaticano, ha tenido mucho que ver en la marcha atrás. Lo que no está tan claro es que las autoridades europeas analicen en profundidad este grotesco episodio de lo que se conoce como cultura de la cancelación, una auténtica amenaza para el futuro de nuestro continente.
Las sociedades europeas son fruto de variadas aportaciones, y en ellas conviven diversas identidades culturales y religiosas. Pero es injusto y profundamente equivocado pretender desde la política que se oculten y silencien en la plaza pública los rasgos de sus diferentes componentes, con el pretexto de lograr una buena convivencia. La convivencia no se logra condenando al gueto a cada realidad comunitaria, sino permitiendo un diálogo vivo en el que cada uno pueda narrar su experiencia de fe, su búsqueda, sus esperanzas y certezas. La verdadera laicidad, propia del espíritu europeo, consiste en valorar la aportación de las comunidades religiosas al bien común y en facilitar su reconocimiento recíproco, no en la cancelación de las raíces que dan lugar a la riqueza propia de cada uno, como ha señalado el cardenal Parolin.
Por otra parte, Europa no puede entenderse sin lo que la Navidad significa. Que la Navidad esté en las calles, en los cantos, en los árboles encendidos o en las felicitaciones, no es un privilegio para los cristianos, ni es ninguna ofensa para los fieles de otras religiones ni para los no creyentes. Significa reconocer que la historia de Belén, como el signo de la cruz, es un hilo esencial que trenza la realidad europea. Y ese hilo es el que ha propiciado la originalidad de que Europa sea un espacio abierto a la razón y marcado por el amor a la libertad y el método del diálogo. Los cristianos no necesitamos permiso de ningún funcionario para celebrar la Navidad, pero qué tremendo error sería privar a nuestras calles de su luz sin igual.
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