Fuente: Linkiesta
Por: Francesco Lepore
05/2021
En Alemania, los obispos abordan temas tales como los sacerdotes casados, el sacerdocio a las mujeres, el proceso de democratización eclesial, la moral sexual y homosexual. Pero aquí, entre nosotros, donde la Iglesia siempre permanece jerárquica, maestra y clerical, no cambia nada. Porque son temas "muy particulares" (cardenal Bassetti dixit)
LaPresse/Stefano Costantino
Grandes proclamas que van desde el "nosotros eclesial" hasta el “proceso desde abajo”, como lo desea el propio Papa Francisco. Pero en realidad se espera que el Sínodo de la Iglesia italiana o, apegados a los dictados de "Dominus Iesus", de la Iglesia de Dios que está en Italia, sea bastante menos. Como una realidad preenvasada y rebajada desde arriba, de la que las palabras pronunciadas por el cardenal Gualtiero Bassetti, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, durante la rueda de prensa al final de la 74ª Asamblea General de la CEI (27 de mayo) son una prueba inequívoca.
De hecho, no vamos a hablar de los sacerdotes casados, del sacerdocio a las mujeres, de la moral sexual y, específicamente, de la moral homosexual o del proceso de democratización de la Iglesia. Todos estos temas están en el corazón del Sínodo bienal o del Camino Sinodal Alemán. Pero, al parecer, son temas "muy particulares" y no entre "los fundamentales que en este momento preocupan a la Iglesia y a la humanidad". Para Bassetti, de hecho, "los problemas básicos de nuestro pueblo son muy diferentes: son la soledad, es la educación de los niños que ya no saben qué camino seguir, por lo que la Iglesia debe ser una madre que eduque; son los problemas de quienes no llegan al final del mes porque no tienen trabajo; son los problemas de una inmadurez afectiva que llevan a las familias a desintegrarse. Abordaremos todos estos problemas».
Pero lo que deja estupefacto es la razón dada por su eminencia, cuando dijo: "Lo nuestro no es un Sínodo, es un Camino Sinodal", porque para que lo fuera "debería ser convocado por el Papa". Ahora bien, habida cuenta de que los dos términos son sinónimos no se puede descuidar que el nombre exacto del alemán es, precisamente, el de “Camino Sinodal” y que al pontífice le corresponde convocar las asambleas sinodales de la Iglesia universal, no las locales. En este caso, podría hacerlo como obispo de Roma y primado de Italia.
Así pues, el Sínodo Italiano o Vía Sinodal ha sido puesto en marcha por los obispos reunidos en la reciente Asamblea General de la CEI, de la misma manera que el Alemán fue convocado por la correspondiente Conferencia Episcopal. Pero con una diferencia sideral, que dice mucho sobre el enfoque del italiano: el proyecto del itinerario sinodal alemán fue puesto en marcha sinérgicamente por la Conferencia Episcopal Alemana (DBK) y las Zentralkomitees der deutschen Katholiken (ZDK), que es el órgano representativo oficial de los laicos dentro de la Iglesia Católica en Alemania. Se trata de una estructura que, casi pleonasmo o redundante, sólo podemos soñar en el “Belpaese” (Italia), donde la Iglesia en realidad sigue siendo la siempre jerárquica, maestra, clerical. Y por tanto, en palabras de Bassetti, "una madre que te lleva de la mano" y que la gente "debe sentir" como tal en el Sínodo, perdón, en la vía sinodal, que "quiere ser una caricia maternal de la Iglesia a las personas que se encuentran en extrema dificultad en estos momentos".
De una "Iglesia que, a menudo, es más madrastra que madre", como dijo al Vaticano II un obispo que ciertamente no es progresista como Raffaele Calabria, y que, por eso, tendría que cuestionarse a sí misma y sobre la renovación que necesita, como lo está haciendo la Iglesia Católica en Alemania, no hay, siquiera, la más mínima sombra. Lo demuestra, además, el hecho de que los aniversarios ecuménicos como el reciente 500 aniversario de la excomunión de Lutero (3 de enero de 1521), no van más allá de meras ocasiones de celebración que enseñan poco o nada: una meditación sapiencial, por ejemplo, sobre la famosa y conectada admisión de culpa de Adriano VI (3 de enero de 1523) sobre la "enfermedad que afecta a la cabeza y a los miembros, desde los Papas a los prelados" y sobre la "curación" que se ha de activar, tal vez habría tenido muchas y serias consecuencias en el Camino Sinodal Italiano.
Para Paola Lazzarini, Presidenta de “Donne per la Chiesa”, "los obispos italianos están muy dispuestos a enfrentarse a problemas sociales relacionados con el trabajo, la educación, la soledad, pero se bloquean cuando se intenta abordar la vida misma de la Iglesia: su sistema de gobierno, la discriminación contra las mujeres, el celibato eclesiástico. Se prefiere minusvalorar el Sínodo alemán, en lugar de abordar estas cuestiones, e, incluso, los laicos italianos son tratados como incapaces de plantear y abordar asuntos complicados. Negarse a hablar de la exclusión de las mujeres no sólo de los ministerios ordenados, sino también del liderazgo es una medida que descalifica a nuestra asamblea de obispos, en un momento en que las mujeres expresan con fuerza creativa y vital que su paciencia ha terminado.
Según la socióloga y feminista, "también hay un tema que ni siquiera se puede mencionar: el escándalo de los abusos a niños y mujeres por parte del clero italiano. Parece que todo ha terminado con el reconocimiento de algunos casos y de unas pocas y vergonzosas peticiones de perdón. Esto no puede ser así: este Sínodo debe escuchar a las víctimas, a sus familias y también a todas las madres y padres que hoy tienen miedo de enviar a sus hijos a la parroquia. ¿No quieren escuchar estas cosas? ¡Es una señal clara de que realmente necesitan escucharlas!". Por eso, concluye Lazzarini, "si este Sínodo no permite realmente que el pueblo de Dios en Italia se exprese sobre lo que está cerca de sus corazones, será una pérdida de tiempo y también –hay que decirlo– de dinero, en un momento dramático para muchas familias. Como mujer laica, como mujer comprometida, digo que si quieren escucharnos, que lo hagan en serio y hasta el final. De lo contrario, no pierdan el tiempo».
Todas estas cuestiones, junto con –por nombrar sólo algunas– las de la visión de la sexualidad, la presencia de personas LGBT+, la gestión de las propiedades eclesiásticas, la presencia de comunidades de inmigrantes, la relación con la política, la laicidad del Estado y el compromiso con la paz, la justicia, la integridad de la creación, han sido puestas en conocimiento de los 213 obispos reunidos en la 74ª Asamblea General de la CEI en una carta firmada por Mujeres por la Iglesia y otras 14 organizaciones: entre ellas Adista, Caminos de Esperanza, Coordinación de Teólogas italianas, Pax Christi. Es indicativo que hayan sido muy pocos los obispos que han respondido, tal y como, por ejemplo, lo han hecho el cardenal Matteo Maria Zuppi, arzobispo de Bolonia; Arrigo Miglio, arzobispo de Cagliari y Domenico Pompili, obispo de Rieti. Es reseñable, por la amplitud y el contenido del mensaje, el del teólogo y obispo de Asís, Domenico Sorrentino.
Manifiesta, sin alterar la paz del cardenal Bassetti, estar convencido "de que si uno no tiene valor, es posible que le llegue si se deja atrapar por un deseo mayor que sus miedos. Lo importante es tener sueños y deseos más grandes que los miedos”. Porque al final, y los hechos lo demuestran, siempre tiene razón el bueno de don Abundio, citado, incluso, por el mismo cardenal en presencia del Papa: "Si uno no tiene coraje, no se le puede dar".
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