miércoles, 24 de abril de 2013

Huelga en la Catedral. Tercera entrega, el dictamen


Juan San Sebastián

El señor vicario, el preferido del señor Obispo, tenía su despacho a pocos metros del señor secretario diácono del ordinario. Persona parca en palabras, trabajador diligente, siempre dispuesto a hacer un servicio a cualquier persona que se acercara  a la curia diocesana bilbaína. Aquella fresca mañana caminaba hacia Begoña ajeno a la borrasca digital que se cernía sobre el obispado sito en la calle Virgen de Begoña.
 
         Impasible a los comentarios en los pasillos, tras un tímido saludo a la telefonista, quien le respondió con una amplia sonrisa, recogía las carpetas de los trabajos pendientes para ese día. Tendría que acercarse a la Universidad de Deusto para impartir sus clases de los lunes. Todavía tenía tiempo para ponerse al día con el correo electrónico. Fatal decisión. La borrasca digital soltó un recio chaparrón, aquello era más que un sirimiri. Un amigo de Madrid le enviaba un enlace. Era de la página web digital, aquella que Munilla recomendaba  a sus curas no visitar. En mala hora pulsó la tecla intro en la dirección: su dictamen, enterito, su dictamen se exhibía impúdico en la red, pasto de comentarios no todos positivos.
         Tres páginas enteras más el inicio de la cuarta, con fecha de algunos meses antes: junio del 2012. El señor vicario, el preferido del señor Obispo, se quedó sin palabras. Si habitualmente decía pocas en ese momento enmudeció.
         Aquel documento era encargo del señor Obispo para salir del conflicto entre los diáconos ordenados de Bilbao y el deán de la catedral asesorado por el rector del seminario. Lamentablemente, aquel trabajo, elaborado con tanto mimo, no calmó las aguas. Había provocado más confusión, en unos, y multiplicado el enfado, en otros.
         “Tener en cuenta las tradiciones de la Iglesia local” citaba en su estudio. Pero, más bien, se había creado una nueva tradición: huelga en la Catedral. Algún mal pensado incluso le situaba a él mismo en uno de los dos bandos que disputaba el partido de intereses y reproches entre presbíteros y diáconos. Cuando el derby se complica e árbitro lleva las de perder, y eso que él ¡hace años que no corría tras la pelota!
         “La unidad en la diversidad” citaba el vicario. Buen trabajo tenía el señor Obispo si quería mantener la comunión en aquel lío creado entre sus más íntimos colaboradores.
         El señor vicario, el preferido del señor Obispo, cogió su teléfono y marcó el número del otro vicario, el no preferido por el señor Obispo. Solía cenar los domingos con gente próxima al Txoko de curas de Bizkaia. Incluso se comentaba que era la mano negra del Txoko, el mentalizador de la creación de este grupo desafecto a la diócesis y al señor Obispo. Tal vez podría aclarar el origen de la filtración, o al menos, compartir su zozobra. El otro vicario, el no preferido por el señor Obispo, no contestaba. La telefonista del Obispado, con una amplia sonrisa que se adivinaba a través del hilo telefónico, consultada a continuación, le comentó que estaría en el frontón, jugando a pala.
         El señor vicario, el preferido del señor Obispo, se sentía desconcertado. No quería hacerlo pero no había más remedio que comunicarse con el titular y aclarar la situación: el dictamen solicitado por él se había filtrado. ¿Qué hacer?
         Marcó su número privado y esperó unos segundos. Monseñor estaba en peregrinación con el Seminario Diocesano en Palestina. “Monseñor, el dictamen se ha filtrado”– El señor vicario, el preferido del señor Obispo, le explicó a su señor Obispo tras el saludo inicial. “¿Dictamen? ¿Qué dictamen?” ––preguntó el señor Obispo. “El dictamen que usted me encargó sobre la participación de los diáconos en la liturgia de la Catedral de Bilbao” –le explicó el señor vicario, el preferido del señor Obispo, a su señor Obispo preferido,  con suma paciencia.
         Continuará…

NOTA: Resulta útil (e inútil al mismo tiempo) repetir que lugares y nombres son resultado de la invención. Y a quien pudiera quejarse de alguna coincidencia, le recuerdo que la vida misma (muy superior, en cuanto a invención, a la fantasía) no es más que una pura coincidencia

Juan San Sebastian

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