sábado, 26 de enero de 2013

Notificación vaticana de condena a Bourgeois


Caso Bourgeois: llega la carta de condena del Vaticano.
Sin acusaciones y en latín

Ludovica Eugenio
N. York-Adista

Después del castigo, la broma de mal gusto.

El p. Roy Bourgeois, el cura pacifista castigado por el Vaticano por su apoyo al sacerdocio femenino (en 2008 concelebró en la ordenación sacerdotal de una mujer) con la excomunión, la expulsión de la congregación misionera de Maryknoll y la reducción al estado laical, ha recibido, por fin, el documento oficial de Roma que certifica su nueva situación. Pero con un retraso de tres meses, en latín y sin mención alguna a las acusaciones vertidas contra él.

Es un texto firmado por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhard Müller y por el secretario Mons. Luis Ladaria Ferrer. En la notificación se afirma que la decisión del Papa es “suprema, inapelable, y no da derecho a recurso de ningún tipo”. Bourgeois tiene que devolver la carta firmada “como prueba de haberla recibido y, al mismo tiempo, de aceptación de la dimisión y dispensa”, cosa que el religioso no tiene la más mínima intención de hacer. Más aún: según se puede leer en el semanal católico estadounidense “National Catholic Reporter” (10/1), el religioso ha expresado su intención de seguir apoyando la ordenación sacerdotal de las mujeres y ha manifestado, seguidamente, su convicción de que la carta no desanimará (ni mucho menos) a quienes -como él- militan en esta reivindicación, sino que, más bien, les infundirá nuevas energías, a ellos y al movimiento. “Este movimiento por la igualdad de género está fundado en Dios, en la igualdad y en la justicia. No puede ser parado”, ha afirmado, comparándolo con las batallas por la abolición de la esclavitud y el voto a las mujeres.

La carta lleva fecha del 4 de octubre de 2012, pero Bourgeois no la ha tenido entre sus manos hasta primeros de enero, cuando le ha llegado por correo gracias al p.  Edward Dougherty, superior general de Maryknoll, la congregación religiosa de la que siempre ha formado parte. En ella no hay menciona alguna a las acusaciones que están el origen de las decisiones tomadas contra el religioso ni a su posicionamiento en favor de la ordenación sacerdotal de las mujeres: “Por el bien de la Iglesia -se lee- debe confirmar su salida de la congregación y su reducción al estado laical”.

“No se hace referencia a lo que he hecho –ha señalado Bourgeois-, no se habla de la ordenación de las mujeres. ¿Qué crimen he cometido para incurrir en esta sentencia tan grave? Nada. Silencio. ¿Qué he hecho? ¿De qué soy acusado?”. Ante la petición de firmar la carta, el religioso comenta, es “para tomárselo a chufla”, en particular porque hasta que no le ha sido posible hacerla traducir del latín al inglés, no ha tenido claro su contenido. Y si la firmara, ello comportaría que acepta la “sentencia”. Y “yo no la acepto”, declara Bourgeois. La considero “una grave injusticia, una mezquindad. Creo que contradice todo aquello de lo que Jesús nos ha hablado y enseñado”.

El portavoz de Maryknoll, Mike Virgintino, ha comunicado que la cúpula de la congregación intentó, en diciembre, organizar un encuentro con Bourgeois para entregarle personalmente la carta, pero que no fue posible porque en esos días falleció el padre del religioso.

La carta del Vaticano precisa que, además de no poder ejercer el ministerio sacerdotal, Bourgeois tampoco podrá tener encargo alguno o enseñar en seminarios o facultades teológicas. Además, anima a la comunidad religiosa de que la formó parte a que lo “acompañe sin desmayo para que, purificado de su comportamiento orgulloso, pueda participar en la vida del pueblo de Dios en conformidad con su nueva condición, contribuya a su edificación y se comporte como un digno hijo de la Iglesia”.

Parece que no hay duda alguna sobre el hecho que a Bourgeois ya no le quedan cartas que jugar. Así se ha manifestado el p.  Francis Morrissey, canonista docente en la universidad católica de San Paul de Ottawa, subrayando que se trata de una decisión del mismo Papa. Queda el hecho de que la carta en sí misma es “muy, muy injusta”, ha comentado el abogado William Quigley que es quien ha hecho traducir el documento del latín: “Es como si lo hubieran castigado sin haberle jamás acusado”. “Teniendo presentes los derechos humanos más elementales -ha continuado- cualquier persona tiene derecho a saber de qué es acusado y a ser escuchado ante un tribunal ecuánime”: “Es desconcertante”.

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