Vivimos
en la esperanza (Mc 13, 32-37)
La Promesa cristiana es que Jesucristo vendrá a hacer nuevas todas las cosas (Ap 21,5) y a traer al hombre y a la sociedad su liberación total. Esta Pro-mesase cumple hoy entre nosotros (Le 4,21). Jesús viene ya.
Por eso vivimos de Esperanza. Esperanza en que la Promesa no sólo se aguarda, sino que también se hace, se nos va dando en nuestra vida y en la historia en cada presencia, limitada y precaria, del Dios liberador. La venida de Cristo que realiza sus promesas se revela en sus venidas misericordiosas: "Los cojos andan, los ciegos ven, a los pobres se anuncia el Evangelio..." (Le 7,22). (Puebla 190).
El misterio del Adviento es que "en medio de nosotros ya está Jesús, a quien no reconocemos" (Jn 1,26). Esta palabra de Juan el Bautista nos alerta a prepararnos al encuentro de Jesús que viene. Trabajando en poner los signos de misericordia, de justicia y de fraternidad que revelan su presencia entre nosotros. Preparando nuestro corazón para reconocer esta presencia —la conversión— pues Jesús que viene en la comunidad cristiana que sirve y santificase revela al que ama, al pequeño y al pobre de corazón.
Juan Bautista está en la línea de los profetas, particularmente de los profetas del Exilio, que al mismo tiempo llamaban a lá conversión y mantenían la esperanza. Todos participamos del exilio interior del egoísmo y de las servidumbres; todos participamos del exilio histórico de las opresiones, las injusticias, la avaricia y la desintegración de la solidaridad humana.
Cada Adviento nos trae el eco de los profetas, que la Iglesia hace suyo para predicarnos la conversión y la esperanza en el Dios liberador fiel a su promesas, que la fe, la justicia y la paz nos permiten reconocer como la venida de Cristo entre nosotros.
María es el símbolo de esta espera que se recibe como don, en una fidelidad inquebrantable. Ella es para nosotros la Virgen de la Esperanza. Ella sabia como nadie que Jesús es el único Liberador, y que esta liberación, con su venida, actúa ya en la historia, haciendo suya la causa del justo y del pobre: "Llenó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió vacíos; destronó a los poderosos y ensalzó a los humildes..." (Le 1,52). (Puebla 292, 293, 297, 1142).
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