lunes, 15 de diciembre de 2025

Bonhoeffer: el teólogo de la acción

Fuente:   Cristianisme i Justicia

Por   Víctor Hernández Ramírez

10/12/2025

 [Nota previa: Breve comentario a la película Bonhoeffer, el espía (2024). Se proyectó en Cristianisme i Justícia el 26 de noviembre dentro de la 22ª Muestra de Cine Espiritual.]

 

Dietrich Bonhoeffer es una figura esencial en la historia de la Iglesia confesante, que es la minoría que se opuso a la nazificación de la Iglesia protestante alemana. Pero es también el teólogo que ha marcado de modo profundo la teología protestante después de Auschwitz. Así que podemos agradecer al director Komarnicki que nos muestre una mirada cinematográfica sobre esa faceta de Bonhoeffer con respecto a la acción política en la que tomó parte y con respecto a los dilemas éticos que tuvo que afrontar.

Bonhoeffer es el teólogo de la acción, pero de la acción obediente a la Palabra. Aquí se ha de recordar que la teología, y toda la eclesiología protestante, está marcada por la centralidad de las Escrituras como Palabra, lo que significa que la presencia de Dios acontece en la lectura pública de la palabra, y en la predicación de la palabra.

Pero esa Palabra interpela y exige una respuesta, y es aquí donde vemos la centralidad que tiene para Bonhoeffer la manera como la Iglesia ha de responder o puede responder a la Palabra en esos tiempos del triunfo y el dominio del nacionalsocialismo en Alemania.

Para Bonhoeffer, la acción se hace en el discernimiento sobre la voluntad de Dios en lo concreto, en cada situación, asumiendo la responsabilidad que supone responder a esa voluntad, de manera libre y obediente al mismo tiempo (en esto, Bonhoeffer sigue a Lutero, quien dice: «el cristiano es libre de todas las cosas, el cristiano es esclavo de todos»).

Recordemos que Bonhoeffer señala, en su Ética[1], que el discernimiento de la voluntad de Dios se opone a la posición del fariseo. El fariseo es quien conoce el bien y el mal, quien se asume como poseedor de un saber que divide el mundo en buenos y malos. Por eso mismo, el fariseo no puede hacer otra cosa que ejercitar el juicio sobre los demás y ante el mundo, para tomar partido por lo bueno, y en contra de lo malo.

Pero, por el contrario, Jesús es quien no se coloca en esa posición. Jesús se niega a resolver los conflictos desde la posición del fariseo, quien vive en un mundo dividido entre buenos y malos. La posición de Jesús, y sus acciones, se orientan hacia el discernimiento de la voluntad de Dios para cada situación, para cada momento, y ello supone esa comunión con el Padre, pero, además y, sobre todo, requiere la fe. El discernimiento no es el hallazgo de una certeza, ni siquiera tiene la nitidez de una convicción que se levanta con toda la seguridad del mundo. El discernimiento de la voluntad de Dios, y la respuesta obediente a esa voluntad, es la acción que se hace en la confianza que se entrega a la promesa de Dios. Es la fe que confía en la gracia de Dios.

Y esto es lo que le permitió a Bonhoeffer lanzarse a la acción de resistencia contra el régimen nazi y contra la nazificación de la Iglesia. A la vez, sin embargo, fue capaz de mantener una distancia crítica que le permitía, por ejemplo, no identificar a Hitler con el Anticristo.

Un aspecto muy interesante que nos ofrece el film de Komarnicki es el de un pastor protestante que a veces está totalmente convencido, pero que también puede temblar cuando reza, porque se enfrenta a la oscuridad de la duda o de la incertidumbre. Esto nos muestra la complejidad de la fe, o la gran dificultad de creer, en el sentido cristiano —que no es meramente una confesión religiosa en el modo cultural—. Hay una anécdota que Bonhoeffer menciona en una carta escrita desde la prisión, el 21 de julio de 1944, donde dice:

Recuerdo una conversación que tuve en Estados Unidos [en 1931] con un joven pastor francés [Jean Lasserre] hace trece años. Simplemente nos habíamos preguntado: ¿qué queremos realmente hacer con nuestras vidas? Me dijo: «Me gustaría ser santo» (ich möchte ein Heiliger werden) (y creo que es posible que lo haya llegado a ser); esto me impresionó mucho en aquel momento. Sin embargo, adopté la postura contraria (Trotzdem broadsprach ich ihm) al decir algo como: «Me gustaría aprender a creer (ich möchte glauben lernen)». Durante mucho tiempo, no comprendí la profundidad de esta oposición. Pensé que podía aprender a creer mientras, en cierto modo, seguía intentando llevar una vida santa (ein heiliges Leben). […] Más tarde comprendí, y sigo experimentando, que es viviendo plenamente en el horizonte terrenal de la vida que uno llega a creer (man erst in der vollen Diesseitigkeit des Lebens glauben lern). […] vivir en la multitud de tareas, preguntas, éxitos y fracasos, experiencias y perplejidades—, entonces uno se pone completamente en las manos de Dios, uno toma en serio no sus propios sufrimientos, sino los de Dios en el mundo, uno vela con Cristo en Getsemaní, y creo que esto es fe, esto es metanoia; así es como uno se hace hombre, cristiano (cf. Jer 45). ¿Cómo pueden los éxitos hacernos arrogantes o los fracasos perturbarnos si, en la vida terrena, sufrimos el sufrimiento de Dios?[2]

Esta carta del 21 de julio de 1944, unos 9 meses antes de su ejecución en Flossenburg, el 9 de abril de 1945[3], nos muestra que para Bonhoeffer la fe se configura en el centro de la vida, es decir, en el mundo mismo, como la confianza que no tiene siempre la serenidad, ni siquiera la certeza de su lado, sino que precisamente se abre paso en medio de la oscuridad y los temblores del corazón. Pero esa confianza es precisamente una fe que viene de afuera, que es excéntrica, está afuera de sí mismo.

Es la fe que nace del oído que escucha la Palabra de Dios, es la fe que nace de la mirada puesta en Jesús, el hombre que nos revela a Dios desde el Getsemaní y desde el Calvario. Es la fe que se confirma en la acción, en la acción responsable, pero que lo hace sencillamente, sin ninguna pretensión, porque todo descansa en la promesa de Dios.

Me parece que ese es el testimonio que nos ha dejado el pastor Dietrich Bonhoeffer.

[Imagen de Bundesarchiv, Bild 146-1987-074-16 / CC-BY-SA 3.0CC BY-SA 3.0 DE, via Wikimedia Commons]

[1] Cf. Dietrich Bonhoeffer, Ética. Edición y traducción de Lluís Duch, Madrid, Trotta, 2000.

[2] Cf. Frédéric Rognon, «Dietrich Bonhoeffer, Jean Lasserre et la sainteté. Repenser la lettre du 21 juillet 1944 à la lumière de deux documents inédits», en Revue d’histoire et de philosophie religieuses, 96e année n°4, Octobre-Décembre 2016. pp. 404-405.

[3] Cf. John Mccabe, Dietrich Bonhoeffer: the Last Eight Days: The Untold Story of the Journey to Flossenbürg, Baylor University Press, 2024.

 

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