Por Jordi Llisterri i Boix.
Dom, 10/03/2019
en Laeto animo
en Laeto animo
Me van a
perdonar porque si alguien quiere girar el sentido de este texto pensará que
nos preocupa más la Iglesia que las víctimas. Sólo es una perspectiva más que
complementa el epicentro del terremoto que vivimos estos días: las
víctimas que han sufrido abusos.
Josep Maria
Tamarit,
catedrático de derecho penal que encabeza un estudio académico sobre los abusos
sexuales en la Iglesia católica en España, aparecía hace unos días en una
entrevista en el Ara. Afirmaba que los datos disponibles,
basados principalmente en uno de los pocos estudios realizados, en 1994,
"especificaba que un 1% de los encuestados habían sufrido abusos de la
Iglesia católica. Si partimos de una población de 40 millones, serían 400.000
personas". Si hacemos la proyección en Cataluña serían 75.000 personas las
víctimas de los abusos del clero.
Si el
estudio de 1994 al que se refiere es el de Félix López, este
también pondría de manifiesto que un 18,9% de la
población española habría sufrido algún tipo de abuso sexual durante la
infancia. Ocho millones de españoles, o un millón y medio de catalanes. Si los
datos de los que disponemos son estos, relatan una situación insostenible y de
alarma social. Un millón y medio de catalanes víctimas de abusos.
Un recuento
de los casos conocidos y publicados en la prensa de sacerdotes y religiosos
acusados de abusos a menores en Cataluña me da una cifra de 29 acusados,
expuestos aproximadamente por un centenar de víctimas. La mayoría ya hace años
que se conocen. Pero de estos 29 acusados, nueve se han hecho públicos durante
las primeras semanas de 2019. Son los casos más recientes que tenemos en mente.
Buena parte de los hechos se remontan a los años 70 y 80.
Estos son
los datos que tenemos. Cualquier dato ya nos dice que hay demasiadas
víctimas de abusos a menores. "Un solo caso de abuso en la Iglesia
representa ya en sí mismo una monstruosidad", decía el Papa Francisco.
Pero la
exposición de estos casos también ha generado otras víctimas colaterales que no
salen en los recuentos y en los estudios. Y que suman miles en Catalunya:
-La
comunidad eclesial. La Iglesia católica es la única institución con
suficiente continuidad histórica que permita pedirle un rendimiento de cuentas
por hechos del pasado. Desde los abusos de hace 30 o 40 años, hasta las
infidelidades al Evangelio de las primeras comunidades cristianas. Todos
recordamos jefes de Estado pidiendo perdón por genocidios o barbaries que
cometió su país en el pasado, pero a nadie se le ocurre hacer recaer la
responsabilidad de aquellos hechos en la persona que protagoniza este gesto
simbólico. Tampoco se le pedirá cuentas a nadie por lo que pasaba en los años
60 o 70 en las escuelas estatales. En la Iglesia, en cambio, la culpa sigue
recayendo en la institución.
No hay que
fijarse tanto en la Iglesia o en la comunidad religiosa afectada como
institución, sino en las personas que hoy forman parte de esta comunidad.
También estamos viviendo estos días un gran dolor, consternación y perplejidad
de las personas que hoy se sienten parte de la Iglesia y que se interrogan
sobre la culpa o connivencia propia sobre lo ocurrido. Víctimas indirectas de
los abusadores y de los que no dieron a su tiempo la respuesta adecuada. Ni
la que se daría seguramente hoy.
-Las escuelas. Buena parte de los casos
conocidos se produjeron en entornos educativos escolares. Escuelas a menudo
centenarias, con nombres con prestigio social y muy arraigadas en el tejido
asociativo y local. Estas escuelas religiosas hoy continúan ofreciendo un
servicio educativo con un equipo renovado, mayoritariamente laicos. Los
docentes y el personal de estas escuelas hoy sufren también con consternación
lo que se explica que pasó en su centro. No es la escuela afectada como
institución. Son las personas que hoy la forman.
Hemos visto
directivos, maestros, personal de las escuelas cristianas llorando por lo que
pasó. A veces por un sentimiento de rabia colectiva. A veces
al ver como un hecho del pasado viene a cuestionar la abnegación
educativa en la que se han desgastado personalmente. Es muy cruel llegar al
trabajo y encontrarse una pintada acusadora en la fachada del centro.
También por
un sentimiento de injusticia por el daño que puede hacer una manzana
podrida. Aunque sea emocionalmente comprensible, no tiene ningún sentido
racional que un caso de abusos del pasado afecte a las inscripciones del curso
siguiente de las escuelas afectadas. La experiencia de los centros más
afectados dice que esto sólo dura uno o dos años, pero es un golpe muy duro
para una escuela que hoy hace bien su trabajo y que quiere el servicio que
ofrece.
-Las
familias. También
son víctimas de estas situaciones las familias que han elegido llevar a sus
hijos a los centros en los que después un día se conoce un caso de abusos.
Racionalmente la mayoría de padres, como que conocen la escuela, saben
separarlo. Pero siempre queda la incomodidad de dudar a quien he confiado
lo más preciado de mi vida, los hijos.
En general,
la presión mediática que han sufrido algunos centros escolares ha provocado una
mayor cohesión de toda la comunidad educativa. Directivos, docentes y familias
que han sentido cómo su centro era injustamente acosado. Ninguna familia puede
digerir que alguien piense que deja los hijos en manos de un grupo de
irresponsables y encubridores. Prueba de este efecto es que no ha habido ningún
éxodo masivo de quienes desde dentro conocen la propuesta educativa de las
escuelas afectadas.
Capítulo
aparte merecería hablar de las familias de los niños que sufrieron los abusos y
que habían confiado en los centros o en las personas que hicieron tanto daño.
Padres que son víctimas si hoy pueden reconocer que no supieron ver o no
valoraron la gravedad de lo que estaba pasando. Hijos que deberán
comprender por qué algunos padres miraron hacia el otro lado. Demasiados
silencios del pasado nos ha llevado a la situación de hoy.
-Los ex
alumnos. Quizás son una de las víctimas que tienen menos protagonismo. Todo el mundo
quiere oír el testimonio de las víctimas de los abusos. Pero poco oímos a quienes
pasaron en la misma época por la escuela y guardan agradecimiento por la
formación recibida en una etapa fundamental de la vida. Una experiencia
positiva que a menudo lleva a elegir de nuevo aquel centro como la escuela de
tus hijos. Quizás son las víctimas más perplejas. Revuelve el estómago saber
que a tu alrededor pasaron monstruosidades que no viste. O que aquellas
personas que eran un referente caen del pedestal. Es un proceso de aceptación
que también es muy duro. Y que causa mucho dolor.
-Las
parroquias. Una situación similar a la de las escuelas se vive en las parroquias o
barrios en los que se ha destapado que un antiguo cura fue abusador. Quizás aún
más cruel en los pueblos donde se conoce todo el mundo. Los chismes pueden ser
un arma de destrucción masiva. En el polo opuesto, conocer personalmente a las
personas que hoy llevan la parroquia, normalmente muy implicadas en el tejido
asociativo, es un factor que ayuda a ponerlo todo en un justo contexto.
-Los curas. Los curas hoy se sienten un
colectivo señalado. Una colectivización de la sospecha que no tiene ningún
fundamento. Pero un caso tras otro, servido en cuentagotas mediático, mina su
credibilidad social. Muchos pecados han cometido los curas, pero la
mayoría son personas que han dejado muchas cosas para servir a los demás. Hoy,
los curas que tratan con niños viven con el miedo de que cualquier actitud no
sea interpretada. O que cualquier insinuación del pasado no les sepulte.
También el
clero sufre el daño que produce ver personas que han optado por el
mismo ministerio y que no le han sido fiel. Un mal muy profundo porque también
toca referentes de su etapa de formación. Es un golpe muy duro ver en el
periódico el nombre de un compañero de sacerdocio.
-Los
religiosos. El daño que hace ver un compañero de vocación que ha traicionado todos los
compromisos ministeriales, quizás aún más profundo entre los religiosos.
A menudo se
ven las congregaciones religiosas como unas multinacionales con delegaciones
territoriales. Con esta idea sólo sería necesario que desde arriba se expulse a
los "empleados" malos para solucionar el problema. Lo que pasa
es que una congregación religiosa o un monasterio es ante todo una familia.
Personas que libremente han hecho una opción común de vida. Viven, comen,
cenan, rezan y miran la tele juntos. ¿Qué ha hecho mi hermano? Es una pregunta
que te corta por dentro cuando tu compañero de comunidad ha hecho tanto daño.
-La
confianza. En todos estos ambientes se genera uno de los problemas más difíciles de
superar. Una crisis que sobre todo rompe todas las confianzas. Y un mundo sin
confianza no puede funcionar. Hay una crisis de confianza porque te ha fallado
aquel en quien habías confiando. Hay una crisis porque si pasó con aquél, ¿por qué
no puede pasar con aquel otro?
Asimismo, el
descalabro que representa cualquier caso de abusos también es una crisis
interna emocional que cuesta mucho manejar. Genera diferentes pareceres sobre
la manera de afrontarla que normalmente deben gestionarse en poco tiempo.
Los que
ponen más el acento en ver un tema mal resuelto del pasado que hay que poner en
su contexto. Quienes sobre todo ven una campaña contra la institución o quienes
disparan contra el pianista. Quienes serían más radicales en las medidas a
tomar aunque puedan acabar pagando justos por pecadores. Quienes son más
precavidos para que no paguen justos por pecadores. Quienes humanamente son
incapaces de asumir lo que ha pasado. Quienes lo ven un poco todo a la vez ...
Y quienes creen que quienes lo ven de otro modo que no es el suyo están muy
equivocados.
Y están lo
que aprovechan la debilidad del momento para proyectar sus fobias, como ya
hizo el exnuncio Viganò para boicotear las reformas
del papa Francisco. También hemos visto estas proyecciones freudianas en
Cataluña. Y, además, los que quieren aparecer como los salvadores que tienen la
solución para todo.
Hay gente
más propensa a las reacciones airadas y otras a las reacciones compungidas.
Cuesta mucho moverse por la senda de la serenidad en este terremoto. Y
esto también ha hecho mucho daño.
Demasiadas víctimas
para esperar sólo que el tiempo lo cure todo. Es un drama que sólo se resolverá
remando todos en la misma dirección.
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