Fuente: Cristianisme i Justícia
Por Manu Andueza
20/12/2024
Lo que viene a continuación son unas reflexiones alrededor de un tema tan importante como es el de la transmisión de la fe. Cada aspecto apuntado daría para hablar extensamente del tema, así que posiblemente, después de este artículo vengan otros.
Consideraciones previas
Vivimos en un gran momento. Me opongo totalmente a ciertas desesperanzas y negativismo ante el momento actual. Considero que el tiempo que vivimos es un auténtico regalo del Espíritu y que es bueno. Sin embargo, hace falta detenernos para tener claro el análisis. Ante el tiempo que vivimos, falta serenidad e interpretación de los hechos, pues a veces hemos querido correr mucho dando soluciones rápidas. Aquí unas consideraciones rápidas sobre la situación presente:
· Frente a mensajes apocalípticos de algunos en relación al hecho de que las religiones iban a desaparecer, nos encontramos que no es así.
· Se mantiene un interés por la espiritualidad, si bien hay un descenso de religiones oficiales. Esto requiere un buen análisis crítico. Hay que revisar qué no hemos hecho bien, cómo presentarnos ante el mundo y qué necesidades existen a nuestro alrededor.
· Es un hecho —ni bueno ni malo— que las comunidades cristianas de base no hemos sabido transmitir de manera adecuada a nuestros hijos e hijas el tema de la fe.
· Es cierto que los tiempos han cambiado. Se necesita un buen análisis tanto sociológico como psicológico de la religiosidad y de la forma en la que se inserta en la persona del s. XXI.
· Hay que estar atentos a las nuevas espiritualidades que aparecen para discernir qué tienen de bueno y qué de pernicioso. Dentro de la Iglesia católica, por ejemplo, nos encontramos con cierta disparidad: por un lado, hay quienes buscan retomar el pasado más cercano y, por otro, los que quieren mirar hacia adelante. Volver la mirada a las primeras comunidades podría ser interesante.
Algunas certezas
Cuestiones antropológicas. Ha habido cambios; esto es evidente. Estos cambios afectan a la forma y al fondo en el momento de acoger la fe. Probablemente los niños, niñas y jóvenes necesitan trabajar antes elementos antropológicos que les permitan poner un sustrato para esa recepción de la fe. Sin dicho sustrato esta no se sostendrá y acabará perdiendo su sentido y valor. Esto también nos obliga a prestar especial atención a edades más adultas que anteriormente parecían fuera de los espacios catequéticos.
Importancia de la interioridad. El cuidado interior y de la interioridad es importante y necesario. Hoy, es uno de los grandes gritos de la humanidad, un clamor que busca respuestas más allá de las modas o de soluciones fáciles.
Tenemos un tesoro. No podemos olvidar que la fe que hemos recibido es un regalo y un tesoro. Como tal, estamos obligados a compartirlo, a no esconderlo debajo del celemín (Mt 5,15). Un problema que tenemos es que no ofrecemos de manera clara nuestra propuesta y, tal vez, no hemos discernido bien qué es lo más interesante de este tesoro para este tiempo.
El cristianismo no es para todos. El cristianismo es una forma de vida apasionante. Pero tal vez no para todos, ya que requiere una opción que muchos no están dispuestos a hacer y hemos de respetar. Lo que es fundamental es que el número de creyentes no ha de preocuparnos, pero sí la calidad de la vivencia de la fe.
Propuestas para la transmisión de la fe
1. Hay que dejar espacio al Espíritu. Ni podemos, ni queremos, ni debemos hacer todo. Dejemos espacio al Espíritu y confiemos. Lo que sea, será. Estamos en tiempos de siembra más que en tiempos de recogida (Qo 3,1-2).
2. Estar ahí para acoger. Hay que pensar la manera de lanzar la propuesta: los lugares, las formas, los momentos. Esto requiere una reflexión. Pero hay que estar especialmente atentos a acoger las pequeñas señales y necesidades de aquellos que se nos acercan. No se trata de hacer proselitismo, pero tampoco de dejar pasar al personal sin darle una respuesta.
3. Es vital la formación, también en cuestiones de fe. Una constatación clara de los momentos que vivimos es la falta de formación. No podemos dar razón de nuestra esperanza (1Pe 3,15) sin una formación adecuada. La distancia entre teología y pastoral —por ambas bandas— es un sinsentido al que hay que buscar soluciones pronto.
4. Importancia del acompañamiento. Se necesita acompañar a las personas y a las comunidades. Hay que cuidarlo, tenemos que cuidarnos. Y hay que dejarse cuidar. Digo también comunidades porque sigo creyendo y viendo la necesidad de fomentar pequeñas comunidades.
5. Coherencia y autenticidad (Hch 4,33: «Y los miraban a todos con mucho agrado»). La fe no se contagia, pero el testimonio ayuda a ver el sentido de lo que hay detrás de una persona o una comunidad. La vida que llevemos será la mejor forma de transmitir la fe.
6. El mundo de los últimos. Acabo con este punto, pero no por ello menos importante —más bien al contrario—. Unido a lo anterior, nuestro lugar está marcado por Mt 25,31-46 y Lc 6,20. Y desde ahí hemos de vivir y ahí hemos de estar, para ser semilla en el mundo y para aclarar el sentido de quiénes somos y qué proponemos.
La transmisión de la fe hoy requiere paciencia, espera, confianza. Pero también pensar y ver dónde poner las fuerzas y el sentido, conscientes de que la vida plena explica más de nosotros que lo que digamos.
[Imagen de Ivana Tomášková en Pixabay]
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